Cuando apenas despuntaba 1966, un 19 de enero, el Senado en pleno aprueba la Ley Segunda de 1966 por medio de la cual se crea y organiza el departamento del Quindío, iniciativa que contó con treinta y siete votos afirmativos y diez y seis negativos. A los pocos días, el 7 de febrero, el presidente Guillermo León Valencia sanciona la ley con Armenia como capital y nueve municipios más: Calarcá, Circasia, Filandia, Génova, La Tebaida, Montenegro, Pijao, Quimbaya y Salento, años más tarde se crearon Buenavista y Córdoba.
Como dato curioso, uno de los catorce artículos de la ley deja al descubierto la enorme pérdida de valor del peso colombiano en las últimas décadas y de paso nos recuerda el precario comienzo de la vida política administrativa el departamento. Veamos que dice el Artículo 13 para que cada cual juzgue por su cuenta: «Autorízase al Gobierno Nacional para afianzar o avalar un empréstito, interno o externo, del Departamento del Quindío hasta por la suma de cinco millones de pesos ($ 5’000.000.), el cual deberá ser destinado para cubrir los gastos de instalación del nuevo Departamento».
A pesar de que por aquellas calendas era apenas un niño, jamás olvidaré la emoción que suscitó la aprobación de la ley y la posesión del primer gobernador Ancízar López López ante el presidente Valencia el 1 de julio de 1966 en la plazoleta del parque de Los Fundadores ante una multitud de quindianos que no querían perderse ese histórico momento. También recuerdo el fervor cívico que se apoderó de todos y que generó ese sentimiento colectivo llamado quindianidad, acicate para emprender grandes obras y proyectos de la mano del Comité Departamental de Cafeteros que fue el gran socio para el desarrollo de la región.
Sin embargo, los años pasaron y hoy pocos recuerdan lo que significó la campaña prodepartamento que condujo a la separación de Caldas en cuya capital se concentraba un enorme poder con una dirigencia de políticos, intelectuales y empresarios de mucho peso, al punto que Manizales se considerada la quinta ciudad del país por detrás de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. Esto para decir que la iniciativa de crear el departamento fue una lucha desigual entre los que ostentaban poder económico y gran influencia política regional y nacional, y un puñado de ciudadanos armados de buenas intenciones, pero con la fe y la determinación de hacer realidad un sueño, el cual se logró como un triunfo ciudadano y de los dirigentes de la época.
No obstante, hoy, por lo general, estas fechas pasan inadvertidas. Tal vez porque en los colegios no es prioritaria la enseñanza de la historia local, porque el civismo ya no tiene la importancia de otras calendas, porque el sentido de pertenencia e identidad se han erosionado, porque los medios de comunicación locales poco las mencionan y porque las autoridades regionales han ido abandonando el protocolo y los símbolos que encarnan la quindianidad. No de otra forma se entiende la falta de noticias que recordaran la importancia del 19 de enero de 1966 para el Quindío y la casi nula mención por parte de la Gobernación de este hecho de nuestra historia.
Hace poco Jaime Lopera Gutiérrez, que como gobernador celebró el 1 de julio de 1984 el «Día de la Quindianidad» reuniendo en Armenia varias colonias de coterráneos de muchas procedencias, escribió el artículo Nueva mirada al concepto de identidad, texto que inicia y culmina con estos dos interrogantes: ¿Será posible que la quindianidad requiera otra versión? y ¿no sería posible entonces que empezáramos de una vez por todas a redefinir la quindianidad?
Yo no soy experto en asuntos de identidad, sólo sé que me siento quindiano hasta los tuétanos y que por siempre me mueve el espíritu y la voluntad de trabajar por el progreso de este terruño que es la cuna de mis mayores. Así que luego de algunos artículos que he escrito al respecto y de amenos debates con amigos como Lopera Gutiérrez y otros de la Academia de Historia, estoy convencido que la quindianidad se siente en el alma así no disponga de suficientes palabras para definirla ni describirla. La quindianidad es algo que se pega y se contagia, no de otra forma se podría entender lo que recién planteó en un artículo titulado «Es con mucho gusto»: la calidez del Quindío hecha palabras el exrector de la universidad del Rosario y exembajador de Colombia en Alemania Hans Peter Knudsen: «El Quindío, corazón verde de Colombia, no solo se distingue por sus montañas ondulantes, cafetales florecidos y paisajes que enamoran. En esta tierra, las palabras también tienen un sello único, un aroma propio, como el café recién colado. Y entre todas las expresiones que reflejan la esencia de su gente, hay una que resplandece por su sencillez y profundidad: “es con mucho gusto”».
O qué decir de la convicción con la que Alberto Gómez Mejía, director del Jardín Botánico del Quindío, nos desvela la maravillosa biodiversidad que tienen el Quindío en sus escasos 1961 km² y cuando nos anima a hablar de los Andes del Quindío y no de la cordillera Central. Hace poco, durante la celebración de su cumpleaños, sorprendió con la presentación de platos preparados con plantas autóctonas de la región como las empanadas de pringamoza y cocadas de guadua como muestra del patrimonio natural que caracteriza a esta provincia.
Y cómo no citar a Marco Horacio García, que se apresta a presentar su libro Muros Confidentes donde nos anima a redescubrir los murales Epopeya del Quindío de Antonio Valencia, Homenaje al Paisaje Cultural Cafetero Colombiano de Lwdin Franco Giraldo, Renacer de Gonzalo Muñoz Matiz, y Arriería y Patrimonio Natural del PCCC de Henry Villada Tamayo, llamando sea de paso la atención ante la indiferencia ciudadana y el olvido de las autoridades con estas expresiones artística que hablan por sí solas de nuestra esencia y tradición, recordándonos que en estos en murales hay raíces de identidad.
De ahí que la quindianidad, término que proviene del vocablo «Quindío» y que según Germán Medina Franco de la Academia de Historia es un quechuísmo de los tiempos de la Conquista que nació para denominar una región con abundancia y variedad de colibríes, sea un sentimiento que se lleva dentro, no para creernos únicos, sino para concientizarnos que tenemos una forma particular de ser que sirve para comunicarnos e interactuar con el mundo entero como lo menciona Hans Peter Knudsen en su artículo. Es por esto por lo que deberíamos recordar que el 19 de enero y el 1 de julio nos recuerdan que en 1966 empezamos con esta andadura llamada quindianidad heredada de los ancestros, porque la identidad habita en la memoria que tengamos como pueblo.
Armenia, 21 de enero de 2025
Armando Rodríguez Jaramillo
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