LA ZONA DE RESERVA CAMPESINA (ZRC): BIENVENIDO EL DEBATE

19 enero 2025 9:30 pm

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Por: José Gustavo Hernández Castaño

La Zona de Reserva Campesina (ZRC) Cordillerana en el departamento del Quindío, ha suscitado diversas opiniones, obedeciendo a lecturas diferentes, distintas, desemejantes, desiguales, que sobre el territorio quindiano y, particularmente sobre el sector rural, se tienen por parte de actores importantes de nuestro departamento. Son miradas enfrentadas, discrepantes en cuanto a modelos de desarrollo, son miradas opuestas e interpretaciones disimiles de una realidad.

Desde la perspectiva Nietzscheana podríamos decir que con su lenguaje y sus narrativas se han hecho construcciones interpretativas tratando de moldear la realidad de este pequeño territorio en el que vivimos.

Una es la mirada desde la Cámara de Comercio, desde los gremios, desde los negociantes de la tierra; otra, la de la clase política y los congresistas en particular; otra, la de los gobernantes y; otra bien distinta, la de los campesinos. Una la de los latifundistas, la de los grandes propietarios de tierras, otra la de los campesinos minifundistas.

Una es la mirada desde las elites y otra la del pueblo llano.

Sobre el territorio Quindiano se han hecho múltiples estudios, abundantes diagnósticos, innumerables investigaciones, que han quedado abandonados en los anaqueles o plúteos de los despachos oficiales, ni siquiera como adorno. A manera de ejemplo voy a citar algunos: 1. “el plan de desarrollo agrícola integrado de la cuenca del Quindío, realizado en 1987 por la Agencia de Investigación japonesa. JICA. 2. El estudio semidetallado de suelos y zonificación de tierras del departamento del Quindío. 3. el Plan Integral de Desarrollo Agropecuario y Rural, con Enfoque Territorial (PIDARET), departamento del Quindío. 4. “El plan de ordenamiento de la cuenca del rio la vieja” y muchos más. 5. Gobernadores y alcaldes, cada 4 años formulan Planes de Desarrollo.

La Zona de Reserva Campesina (ZRC): bienvenido el debate

En el Quindío, la propuesta de establecer una Zona de Reserva Campesina (ZRC) en la región cordillerana ha desatado una interesante polémica. Este pequeño territorio, conocido por su riqueza paisajística y su historia de lucha campesina, enfrenta un desafío que trasciende el ámbito local: ¿cómo equilibrar los intereses de desarrollo económico con la necesidad de justicia social y sostenibilidad ambiental? Lo que está en juego no es solo la delimitación de una zona, sino una oportunidad para repensar la función social de la tierra y los modelos de desarrollo en una región históricamente desigual.

El debate, como era de esperarse, está cargado de interpretaciones y posturas diversas. Por un lado, están los gremios y la Cámara de Comercio, preocupados por el impacto que una figura como la ZRC podría tener en el mercado de tierras y en la inversión privada. Por otro lado, los campesinos y pequeños agricultores ven en esta iniciativa una posibilidad real de organizarse, reivindicar sus derechos y planificar su futuro en un territorio que sienten propio. Entre estos polos se encuentran los gobernantes, atrapados entre presiones políticas y económicas, y un llamado urgente a garantizar el desarrollo equilibrado de la región.

Las ZRC, lejos de ser una figura nueva o experimental, tienen un sólido fundamento legal. Fueron creadas por la Ley 160 de 1994 como una herramienta para garantizar el acceso a la tierra, promover el desarrollo rural integral y proteger los derechos de los campesinos. Contrario a los prejuicios que las han estigmatizado como zonas de conflicto o refugio de grupos armados, las ZRC son una forma legítima de organización que busca democratizar la tierra, promover el desarrollo sostenible y fortalecer la economía campesina.

La discusión en el Quindío, sin embargo, no es un caso aislado. Es un reflejo de las tensiones históricas entre modelos de desarrollo enfrentados: el latifundismo y la concentración de la tierra frente al minifundismo y el acceso equitativo. En este contexto, las ZRC no solo representan una herramienta técnica, sino una propuesta ética que cuestiona las estructuras de poder y abre la puerta a una mayor equidad social.

Miradas y tensiones sobre el territorio

El territorio quindiano ha sido objeto de múltiples estudios y diagnósticos que, lamentablemente, en muchos casos han quedado olvidados en los estantes de las instituciones. Desde el Plan de Desarrollo Agrícola Integrado de la Cuenca del Quindío realizado por la JICA en 1987, hasta el Plan Integral de Desarrollo Agropecuario y Rural (PIDARET), pasando por el Estudio Semidetallado de Suelos y Zonificación de Tierras y el Plan de Ordenamiento de la Cuenca del Río La Vieja, los documentos técnicos han señalado, una y otra vez, los mismos problemas: un uso irracional de la tierra, la falta de planificación territorial y un campo marginado en términos de infraestructura y oportunidades.

En este escenario, las ZRC surgen como una alternativa que da voz a quienes históricamente han sido relegados. Los campesinos, al organizarse en estas zonas, pueden planificar el uso de sus suelos, proteger la biodiversidad, desarrollar actividades agropecuarias sostenibles y participar activamente en la construcción de su propio destino. Más que una estructura jurídica, las ZRC representan un mecanismo para garantizar la función social de la tierra y hacerla cumplir en un contexto que priorice la equidad y el arraigo.

El contexto y los desafíos del Quindío

El Quindío es una región pequeña en extensión, pero con una alta densidad de población y grandes desafíos en su sector rural. Su cordillera, rica en biodiversidad y paisajes, alberga comunidades campesinas que luchan por mantenerse en sus tierras frente a la presión del mercado y las dinámicas de concentración de la propiedad. Según estudios recientes, el uso de la tierra en el departamento sigue siendo irracional, con una sobreutilización de suelos destinados a cultivos intensivos y una insuficiente planificación para garantizar la sostenibilidad de los recursos.

El problema no es solo técnico, sino profundamente social. El campo quindiano enfrenta una deuda histórica que se traduce en desigualdad, pobreza y una falta de oportunidades que obliga a muchas familias a migrar a las ciudades. En este sentido, las ZRC no solo son una herramienta para reorganizar el territorio, sino una posibilidad de devolverle al campo la centralidad que merece en la vida económica y social de la región.

Las ZRC: una oportunidad para repensar el desarrollo

¿Qué proponen, entonces, las ZRC? Primero, democratizar la propiedad de la tierra, asegurando que quienes la trabajan puedan beneficiarse de ella. Segundo, promover un desarrollo sostenible que respete los límites de los ecosistemas y se adapte al cambio climático. Tercero, fortalecer la economía campesina mediante el acceso a créditos más baratos, la mejora de los ingresos y la reducción de costos de producción.

Además, las ZRC ofrecen una estructura organizativa que permite a las comunidades planificar su territorio, delimitar áreas de conservación, definir usos del suelo y construir proyectos productivos basados en la producción limpia. En un momento en que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son desafíos globales, las ZRC pueden convertirse en un modelo para equilibrar el desarrollo humano y la sostenibilidad ambiental.

El debate abierto

El camino hacia la implementación de una ZRC en el Quindío no será fácil. Requiere diálogo, consensos y la participación activa de todos los actores involucrados: campesinos, gremios, gobernantes y la sociedad en general. Pero más allá de las tensiones iniciales, este proceso representa una oportunidad para debatir de manera seria y constructiva sobre el modelo de desarrollo que queremos para nuestra región.

¿Será posible reconciliar las visiones opuestas sobre el territorio? ¿Podrá el Quindío convertirse en un ejemplo de equidad y sostenibilidad en el manejo de la tierra? Estas son preguntas que debemos responder colectivamente, con la convicción de que el futuro del campo es el futuro de todos.

Como decían los abuelos: “La tierra es para quien la trabaja”. Es hora de que el Quindío escuche ese llamado y tome decisiones que realmente transformen su campo en un espacio de vida, equidad y esperanza. El debate está abierto, y todos somos parte de él.

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