GUERRA RELIGIOSA Y MIGRACIÓN EN UNA COMUNIDAD INDÍGENA AMAZÓNICA

10 enero 2025 10:38 pm

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La comunidad de Cacahual se encuentra a cinco horas en bote desde Puerto Inírida. Un lugar idílico con una playa de roca que se mezcla con las aguas negras del Río Atabapo y en el que habitan 269 personas (85 familias) casi en su totalidad pertenecientes a la etnia curripaco. Este lugar supo ser en su momento la cabecera del Corregimiento Departamental de Cacahual, el cual, posterior a la Constitución del 91, paso a ser conocida como Área No Municipalizada, siendo actualmente la “capital” de la Entidad Territorial Indígena de los Ríos Atabapo e Inírida.      

Los habitantes de Cacahual, si bien comparten la misma etnicidad curripaca que casi todas las comunidades de esta parte del río, presenta una particularidad con respecto a las demás y es que su población no vivió los procesos de evangelización protestante que se dieron a mediados del siglo XX por parte de misioneros norteamericanos, conservando pues las tradiciones católicas que les fueron impuestas desde el siglo XIX, cuando misioneros de esta religión hicieron presencia en la zona, tanto provenientes de Brasil como de Colombia.

Otra característica del lugar responde a su ubicación geográfica fronteriza. Toda vez que el río Atabapo demarca la frontera entre Colombia y Venezuela, la vida cotidiana del pueblo curripaco se ha desenvuelto por siglos a ambos lados, dada su condición de pueblo indígena transfronterizo, por lo que tanto lo positivo como lo negativo de todo lo que suceda en cualquiera de los dos países los afecta. Por lo anterior, con la crisis que los vecinos han venido viviendo durante las últimas décadas han sido muchos los indígenas venezolanos que tomaron la decisión de emigrar como lo han hecho millones de sus compatriotas, razón por la cual el fenómeno de éxodo de familias indígenas venezolanas y la llegada de las mismas a las comunidades colombianas ha ido creciendo constantemente en esta región.

En Cacahual la recepción de familias curripacas venezolanas ha sido especialmente grande, formándose en la comunidad incluso un segundo “barrio” en el que se han ido ubicando estos nuevos habitantes extranjeros, que si bien en la mayoría de los casos son parientes o allegados de los locales, ha generado rencillas que se podrían entender como típicas de la cada vez más naturalizada xenofobia, pero que en este caso particular se han teñido de un matiz particular que pareciera mas propio de un conflicto europeo del siglo XVII que de familias indígenas de la amazonía en el siglo XXI.

Al igual que en el Guainía, en el estado venezolano de Amazonas se vivió desde mediados del siglo XX un fuerte proceso de evangelización protestante, razón por la cual el evangelismo pentecostal se convirtió también en la guía religiosa y moral de muchas comunidades indígenas al otro lado de la frontera. La generalización de este tipo de cristianismo entre las comunidades indígenas propició una fuerte transformación cultural, toda vez que los códigos morales, las reglas y prohibiciones que se imponen suelen distar mucho de las que establece el catolicismo al día de hoy, y mas aún de los usos y costumbres que tradicionalmente fueron propios de sus culturas, los cuales fueron literalmente satanizados.

La llegada de los migrantes venezolanos curripacos a Cacahual, con sus usos y costumbres totalmente permeados por las reglas del evangelismo que practican, en el que son, por ejemplo, prohibidas cosas como tomar cerveza, fumar cigarrillo o bailar, ha chocado fuertemente con la población local católica, convirtiéndose esto en un detonante de disputas familiares y vecinales como nunca antes se habían vivido, lo que ha llevado a una fragmentación de las dinámicas sociales y colectivas, la disputa por los espacios de uso común y el señalamiento moralista de parte y parte.

Teniendo en cuenta que Cacahual el conflicto armado se ha hecho presente en el pasado, (tanto así que incluso la pista de aterrizaje que durante mucho tiempo funcionó en el lugar fue bombardeada por la fuerza aérea), no deja de ser curioso que una diferencia religiosa se haya convertido en el detonante de la fragmentación social, pero teniendo en cuenta que es en las prácticas cotidianas y en los momentos de ocio y compartir colectivos que las comunidades afianzan sus lazos de solidaridad, el que las reglas morales de los recién llegados rechacen y tilden de pecaminosas a las de los primeros impide que estos encuentros se den, y por lo tanto, a que se dé una integración entre las partes.

La coexistencia entre personas de diferentes creencias religiosas, ambas impuestas desde afuera en el seno de un pueblo indígena, está poniendo en jaque la solidaridad entre semejantes e incluso parientes, mostrándonos, en una escala distinta, otro ejemplo de las miles de historias y situaciones particulares que el éxodo venezolano nos ha dado.

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