Después de un largo receso, regreso a mi “oficio” de columnista con el mismo entusiasmo de siempre. Si un solo lector se interesa por mis opiniones, podré decir que he alcanzado mi cometido.
A quienes me han soportado durante un lustro les deseo un año lleno de ventura.
La legislatura del año pasado se tradujo en verdadera oposición, no al presidente Petro, sino a los colombianos; lo que se pretendía con algunos proyectos y reformas no era agrandar la cuenta corriente de Gustavo Petro, sino mejorar las condiciones laborales de los trabajadores y patrones, así como modernizarlas; garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a servicios de salud de calidad sin barreras y con equidad y sacar adelante programas sociales indispensables en nuestro país.
En definitiva, lo que se busca es impedir realizar gran parte del programa de gobierno, bloqueando las finanzas y bombardeando las propuestas que busquen morigerar el sufrimiento de las minorías. Algo salido de tono corresponde a la actitud asumida por las comisiones económicas del Congreso de la República una vez se hundió la Ley de Financiamiento: aplausos, gritos, abrazos, saltos; daba la impresión de que había triunfado Colombia, gracias a la justicia y benevolencia de los congresistas, liderados por Miguel Uribe Turbay, verdadero enemigo de la democracia limpia y pastor autista del Centro Democrático; su sangre libanesa y ascendencia presidencial lo suben a los cielos insondables.
Fácil es entender que cuando la mayoría tiene intereses personales o urgencia de pagos a los benefactores, la gobernabilidad tambalea, so pena de untar manos, repartir cargos y causar entuertos a diestra y siniestra; he aquí el panorama para nuestra querida Colombia.
Muchos de los llamados padres de la patria, congresistas o “politiqueros de oficio” están en campaña política desde sus curules y “tratan de proteger los grandes pulpos, unas multinacionales de combustibles fósiles y a los empresarios oscuros de los juegos de suerte y azar en línea” (Gustavo Petro, dic. 2024). Muchos de ellos saben por qué votaron negativamente y tienen rabo de paja.
Mientras Petro sea presidente, el horizonte legislativo estará cubierto de nubes, nubarrones y estrepitosos truenos de la ultraderecha (oposición).
Como decía mi abuela: “La oposición, el Congreso y los medios de comunicación pagan el obstruccionismo en Colombia”.