José A Soto
La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte. Leonardo Da Vinci.
Es una lástima tener que ir a otras ciudades del país o del mundo para disfrutar de la buena arquitectura. Nos hemos acostumbrado a ver arquitectura en función de las características de las fachadas y de los volúmenes, cuando en realidad la buena arquitectura debe definirse por su calidad espacial. La arquitectura es espacio donde se atrapa la luz.
Es difícil encontrar en esta ciudad ejemplos de buena arquitectura, y no quiere decir esto que toda su arquitectura sea mala. Hay soluciones que atienden necesidades básicas que cumplen con los estándares mínimos, pero sin sobresalir, sin aportar demasiado al mejoramiento de la calidad de vida de las personas, que las haga sentir más sanas y ser más felices; para que nuestras casas sean nuestros refugios, piezas emocionales de arquitectura, y no piezas frías de convivencia.
Esta arquitectura, igual a la que se hace en todas partes, carece de elementos que emocionen, alcanza para atender lo funcional. Responde, en la mayoría de los casos a las exigencias del mercado que obliga a rentabilizar al máximo el valor del suelo. Ejemplo de esto son las construcciones de vivienda multifamiliar, en las que se parte del principio de espacios mínimos para generar la mayor cantidad de unidades posibles, todas las que permita la ficha normativa del sector. Creando soluciones idénticas para familias que no son idénticas y cuyas únicas variables son el tamaño en función de la cantidad de habitaciones.
Los edificios singulares o que alberguen otro tipo de actividades son pocos y más teniendo en cuenta que el estado no está construyendo sus propios edificios, sino que alquila o compra, en muchos casos edificios usados; desaprovechando la oportunidad de generar buenos ejemplos de arquitectura que aporten valores institucionales y estéticos en los que se pueda vislumbrar la importancia que para el estado tiene el ciudadano común. Situación que es mucho más lamentable en el caso del espacio público o equipamiento urbano, que de lo poco que se construye es prácticamente inexistente.
Espero que sea por desconocimiento de quien escribe y que tal vez por falta de rigor, solo encuentre dos edificios cuya arquitectura es disfrutable plenamente como son el Museo Quimbaya y el edificio del Banco de la República.
Estudio aparte merecen los destacados ejercicios de arquitectura comercial, muchos de ellos en entornos rurales que junto con las casas campestres unifamiliares de gran tamaño representan otros valores y cuyo alcance es mucho más selectivo o excluyente que es lo mismo.
Parafraseando al gran arquitecto portugués Álvaro Siza Vieira que dice que “los arquitectos no inventan nada, solo transforman la realidad” también podría decirse que no solo la transforman, sino que representan la realidad de su tiempo.