Idealizar también es discriminar

2 enero 2025 8:55 pm

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Hace unos meses, en una reunión con un funcionario de la presidencia de la República que quería conocer de primera mano la situación de algunas comunidades indígenas en el Vichada en relación con unos conflictos por tierras, este me preguntaba visiblemente contrariado el por qué una comunidad indígena tenía pretensiones sobre un predio, queriéndose imponer para esto por sobre los intereses de una asociación campesina, teniendo en cuenta que, según sus propias palabras, los campesinos le darían un uso mas productivo a la misma que el que le darían los indígenas.

Acostumbrado como estoy desde hace muchos años a escuchar este tipo de posiciones, me llamaba sin embargo la atención que esta proviniera de alguien del gobierno actual, de corte supuestamente “progresista”, y de quien además sabía que tenía un antecedente de militancia política en la izquierda desde hace muchos años.

Por un lado, esta persona insistía con el concepto de “productividad” como un valor que debía estar por encima de la multiculturalidad y de los principios de autodeterminación consagrados en la Constitución Nacional. A esto le respondía yo, buscando apelar a una posible coherencia política con los principios que el decía defender, que justamente el entender y convivir con otras culturas implicaba también entender que no todas las relaciones de las comunidades con sus territorios tenían que responder exclusivamente a las leyes del mercado, tal como él estaba insistiendo.

Por su cara de perplejidad en ese momento, pude intuir que el funcionario cayó en cuenta de la contradicción en la que estaba incurriendo al proponer una mirada si se quiere “capitalista” del relacionamiento del ser humano con la tierra. Después de un breve silencio, y tal vez buscando volver a asegurarse de su discurso de izquierda, contraargumentó que el en el fondo igual sabía que los indígenas querían ese territorio para establecer un negocio de bonos de carbono, y que en ese sentido no entendía porque, si querían salvaguardar su cultura, no usaban el territorio para esos fines en lugar de querer “conseguir plata” con ese tipo de proyectos.

Esta segunda intervención me dejó aún más sorprendido que la primera, ya que ahora entendía yo que el funcionario estaba decantándose con toda naturalidad en un tipo de discriminación, qué si bien es bastante común incluso entre gente que se considera de izquierda o “progre”, el que viniera de un funcionario del mismo gobierno daba para prender alarmas.

Es que esa idealización de lo indígena, de entender a sus culturas como objetos de museo que no se pueden alterar y satanizando además su capacidad para participar en actividades económicas distintas a las que, desde esa ignorancia idealista, se consideran “propias” de ellos, siempre conlleva a una invisiblización de la capacidad de agencia de estos pueblos para guiar sus destinos. En otras palabras, esta idealización no es nada distinto que volver a los tiempos en que la ley consideraba a los pueblos indígenas como “menores de edad”.

Terminada la reunión, seguimos conversando con algunos compañeros que estaban igual de sorprendidos ante las posiciones del funcionario de presidencia, pensando en porque es que en este país la derecha y la izquierda, a la hora de entender estos temas étnicos, terminan siempre coincidiendo en su capacidad de discriminar, así ni se den cuenta que lo hacen. Quedamos todos con la certeza de que para el “bienpensantismo” es inmoral que los indígenas hagan negocios, pero también que no actúen como capitalistas a la hora de explotar sus tierras.

En ese momento recordé entonces muchos ejemplos de situaciones que han demostrado lo contrario a esto; recordé a mis amigos Piaroa de la Selva Matavén, que no solamente han desarrollado toda una empresa de producción de artesanías con altos estándares de calidad y una profesionalización importante en temas administrativos, contables y de mercadeo para las mismas, sino que ahora le están apuntando también al desarrollo de productos turísticos de alta calidad administrados 100% por ellos.

Recordé también a las comunidades Curripacas y Piapoco que en la cuenca del río Guaviare han constituido una empresa productora de chocolate gourmet, con apoyo técnico de expertos belgas y suizos, y ya están comercializando sus productos incluso por fuera del país. Pensé también en las iniciativas de producción de café especial que conocí de parte de miembros del pueblo Misak en Silvia, Cauca, y, por supuesto, en los casos exitosos de comunidades que han entrado en el mercado de bonos de carbono en condiciones favorables y justas, o las comunidades que exitosamente están produciendo y comerciando ajíes de excelente calidad en el país.

La idealización de lo indígena, el que desde los espacios de toma de decisiones en el país se considere que los grupos étnicos hagan solo las cosas que la sociedad mayoritaria considera que deben hacer “por ser indígenas”, así como también el pensar que deben “conservarse” y no contaminarse de occidente, es una muestra tremenda de racismo que desde la institucionalidad debería empezar a revisarse críticamente, más aún cuando se trata de un gobierno que en teoría tenía un discurso de “cambio”.

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