Inteligencia emocional versus desequilibrio presidencial

24 diciembre 2024 7:28 pm

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Una de las cualidades más apreciadas en un líder, y quizá la menos frecuente en tiempos convulsos como los actuales, es la inteligencia emocional. Esa habilidad de gestionar las emociones propias y ajenas para tomar decisiones acertadas, resolver conflictos y construir consensos es indispensable, especialmente cuando el liderazgo implica la responsabilidad de una nación. En contraste, la falta de inteligencia emocional no solo fractura la estabilidad interna, sino que también alimenta una cadena de escándalos y disputas que evidencian torpeza política y desprecio por la institucionalidad.

El gobierno de Gustavo Petro en Colombia ha ofrecido un compendio de ejemplos de lo que sucede cuando la investidura presidencial carece de la mínima inteligencia emocional exigida a quien ostenta el poder más alto de un país. Las constantes peleas, salidas de tono y decisiones improvisadas con actores estratégicos —tanto nacionales como internacionales— demuestran un divorcio abismal entre el discurso de cambio prometido y las acciones de gobierno.

La ruptura de relaciones con aliados internacionales es apenas un síntoma. A lo largo de los últimos meses, hemos visto cómo Colombia ha desgastado sus relaciones diplomáticas con países clave en materia económica y de cooperación. Es como si la Casa de Nariño olvidara que la política exterior demanda una ejecución prudente y respetuosa, basada en intereses comunes más que en arrebatos ideológicos.

En el plano nacional, los enfrentamientos con el Congreso, las altas cortes y el Consejo Nacional Electoral, entre muchos otros, no pueden ser interpretados únicamente como diferencias políticas. La actitud de desafío constante, marcada por señalamientos sin pruebas y discursos incendiarios, ha sido un error que contribuye a la erosión de la confianza ciudadana en las instituciones. En vez de propiciar un diálogo constructivo para sacar adelante las reformas estructurales, el gobierno ha optado por casar peleas innecesarias que solo retrasan el progreso del país.

Pero quizás el punto más preocupante es el desgaste de la relación con las Fuerzas Militares y de Policía, instituciones fundamentales para la estabilidad y seguridad nacional. Señalamientos ambiguos y decisiones confusas han puesto en entredicho el respeto y la confianza que debería ser la base de esa relación. Aquel que tiene el honor de ser comandante Supremo de las Fuerzas Armadas debe saber que su voz y sus actos afectan no solo la moral de los soldados, sino también la percepción de la soberanía nacional.

El problema central aquí no es la crítica legítima o la diferencia ideológica. Es la manera en que estas críticas y diferencias se manejan. Un líder que carece de inteligencia emocional actúa desde la reacción visceral, olvidando que su comportamiento no es el de un ciudadano común. La investidura presidencial exige respeto, prudencia y la conciencia de que sus palabras y decisiones tienen consecuencias que van mucho más allá del presente inmediato.

La diplomacia, el respeto, las buenas maneras y el autocontrol son herramientas esenciales del poder. No son signos de debilidad, como algunos sugieren, sino de fortaleza y sabiduría. Gobernar no es un acto de imposición o de permanente confrontación; gobernar es construir sobre las diferencias, con serenidad y un horizonte claro de futuro.

En la medida en que el gobierno Petro siga apostando por el escándalo, el ruido y las peleas permanentes con aliados y actores institucionales, se alejará cada vez más de sus promesas de cambio y terminará perdiendo la oportunidad de gobernar con grandeza. La historia será implacable con aquellos que, por falta de inteligencia emocional, confundieron el poder con el capricho y la investidura con el ego.

Colombia necesita liderazgo, no berrinches. Necesita unidad, no enfrentamientos. Y sobre todo, necesita un presidente que entienda que su labor no es imponer su voluntad, sino ejercer su mandato con el respeto y la responsabilidad que exige la dignidad del cargo.

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