¡Ellos no están muertos!

11 diciembre 2024 10:32 pm

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En las tumbas, las madres lloran a sus hijos, Son frutos de una patria desgarrada, donde el eco de sus risas se ha transformado en un lamento que atraviesa el viento. Cada lágrima que cae sobre la tierra es un grito ahogado por la injusticia, un recordatorio del costo de la esperanza en una Colombia que se niega a sanar. Líderes valientes, sembradores de sueños, hombres y mujeres que alzaron su voz contra el rugido de la avaricia, son enterrados como simples objetos, sus vidas despojadas de dignidad por un régimen insensible y cruel.

Sin embargo, en esta oscuridad, sus corazones, que una vez latieron con fuerza por un mundo más justo y solidario, ahora manchan el altar de la libertad con su sangre roja y heroica. Pero su legado no muere; no se apaga como una vela en la tormenta. Sus voces, silenciadas por las balas y el miedo, resuenan con más fuerza que nunca, desafiando a la tiranía que intenta borrarlas. Son ecos de valentía que cruzan fronteras, susurros de resistencia en cada rincón olvidado.

En cada grano de trigo que crece en los campos, en cada gota de agua cristalina que fluye, está presente su espíritu indomable. Estos mártires son nuestros héroes anónimos, quienes han entregado todo por un ideal: un país sin opresión, donde la libertad no sea un sueño lejano. Nos inspiran a seguir luchando con fervor y pasión, a alzar nuestras voces en un coro poderoso que clama por justicia y dignidad.

Recordemos sus nombres y sus historias; sus vidas son faros en la noche oscura. Cada paso que damos hacia adelante es un tributo a su sacrificio inquebrantable. No permitiremos que sus sueños se desvanezcan; seremos los guardianes de su memoria. Así como el río fluye con fuerza hacia el mar, nuestra lucha seguirá su curso sin cesar. No hay cadenas lo suficientemente fuertes que puedan detener el ímpetu del pueblo unido. Juntos forjaremos un futuro luminoso, donde la paz sea más que una palabra vacía; será una realidad palpable en cada rincón de nuestra tierra.

Las madres lloran hoy, sí; pero también esperan. Ver florecer la justicia esculpida sobre los huesos gélidos en las lápidas de mármol. En los corazones de aquellos que vienen detrás. No hay dolor tan profundo que no pueda ser sanado, ni sombra tan oscura que no pueda ser iluminada. Por cada lágrima derramada, brotarán flores; por cada vida perdida, nacerán nuevas esperanzas. Y así seguiremos adelante, con la frente en alto, honrando a nuestros mártires mientras construimos un mañana mejor.

El canto de libertad resonará en nuestros corazones; la llama de su lucha arderá eternamente en nosotros. Porque ellos son parte de nuestra historia viva: no se han ido; viven en cada acto de resistencia. Así que levantemos nuestras voces al unísono: ¡Por ellos! ¡Por nuestra patria! ¡Por la paz! ¡Es preferible una bandera blanca solitaria con dignidad tendida en la cumbre de la paz; que mil banderas blancas tendidas sobre los féretros de hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas para alcanzar la paz en Colombia!

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