¿Cuál era el territorio de los Pijaos?

6 diciembre 2024 11:19 pm

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Por: Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

Situada al Occidente y Suroeste de Santafé (sesenta y nueve grados y cincuenta y seis minutos de longitud, y tres grados de latitud al Norte, en la Gobernación de Popayán), enmarcada en las montañas del Quindío, de donde se desprenden varios ríos, de los cuales se denotan el Combeima y San Juan, que reunidos, forman el llamado Coello (nombre que recibió en recordación del ahogamiento del capitán Domingo Coello, acompañaba la expedición de conquista), que corre a la vertiente del Magdalena.

Territorio que contenía las poblaciones de Ibagué, Cartago, Buga, Caloto, y Mariquita, y que se comunicaban por los caminos de Santafé a Popayán, Quito y el Perú; rutas en donde los Pijao les propinaron robos, atracos y muertes atroces a los españoles.


Sus caciques principales Títamo y Quicuima tenían sus dominios en el territorio donde los ibéricos fundaron por primera vez a Ibagué, el 14 de octubre de 1550,y a causa de los constantes asaltos de los Pijao, se vieron casi totalmente diezmados, por lo que solicitaron auxilio a la Real Audiencia de Santafé, entidad que ordenó un auxilio de tropa comandada por el Capitán Melchor Valdés, quien acudió a socorrer a la gente de Galarza, dando muerte a sus dos caciques, y al año siguiente tomaron la resolución de trasladarla al sitio en donde hoy se halla.


Una vez fundada Ibagué se apertura el paso del Quindío en el año de 1553, y se estableció como el teatro de operaciones guerreras de los pijaos, en contra de los ibéricos, hasta el año de 1605 (55 años de resistencia). 


LOS BURILAS.


Las crónicas de Fray Pedro Simón describen que, desde mediados del año 1580, las primeras comunidades indígenas contactadas en la región sur de la “Hoya del Quindío” fueron los Quindíos y Buliras, pertenecientes a la nación Pijao. Se localizaban en la ladera occidental de la cordillera Central, en las regiones comprendidas entre los territorios de los hoy Municipios de Caicedonia, Valle del Cauca, y Génova en el Quindío; vertientes de los ríos Barragán, La Vieja Pijao, Palomino, Lejos, Verde y Quindío.


De la campaña del Capitán Diego de Bocanegra se colige que los Buliras fue una de las parcialidades más aguerridas de los pijaos, siendo la que más hostigó el tránsito y comercio hispánico entre el Nuevo Reino de Granada y la gobernación de Popayán durante los años de 1553 a 1603; acosos que condujeron al estancamiento económico y poblacional de Cartago viejo (hoy Pereira), Buga, e Ibagué, entre otras.
utilizados para prácticas rituales. Por tanto, representa la memoria histórica de los pueblos que tuvieron contacto más temprano con los españoles.


responsables de causar los peores daños a las caravanas de españoles que atravesaban la cordillera por la zona que posteriormente se conoció como el paso del Quindío.
El año de 1584.  Fray Pedro Simón refiere la expedición de Diego de Bocanegra para la captura del cacique Chanama líder de los Buliras.

“Y habiendo dado asiento á la nueva ciudad, como era de corazón valeroso el Capitán, y que no sabía estar un punto ocioso, determinó salir con cincuenta soldados, y entre ellos Juan Rodríguez de Olmo y Miguel Fernández Gavilán, á dar visita á las espantosas provincias de Bulira y Totorambo, como lo hizo, pasando por las de Maito, Cacataima y Otaima, atravesando sus rigurosísimos páramos, en que se le emparamaron algunos indios amigos; llegando al fin á la de Bulira, dieron al principio de ella con una casa sola, sin gente, bien cerrada, y á la puerta arrimado un cuerpo seco de algún español, con las barbas rubias, vestido de angeo, acuchillado, aforrado en fustán ó mitán azul; teníanlo puesto allí para que espantase á los que intentasen abrir la puerta. Abriéronla los soldados, y entrando dentro, hallaron algunos pedazos de carne humana ahumada, unas mangas de raso negro, una frazada de vicuña en dos partes, un fieltro verde, un cordón de San Francisco, un escudo de frailes mercenarios, un crucifijo de plomo, una camiseta de paño pardo de Quito, dos ó tres cordovanes, zapatos, botines y alpargates, tijeras, hilo portugués y otras prendas españolas que habían asaltado en los caminos reales.

Fuéronse entrando más en la provincia y en cierto paso, con buena industria del Capitán, hubieron á las manos una espía, que sirviéndoles de guía en unas profundísimas y obscuras quebradas, que más parecían retratos del infierno, dieron con los ranchos del valeroso indio Chanama, donde cogieron á su mujer y dos hijos suyos, y otras veinte ó treinta piezas, entre grandes y pequeñas, y algunas cosas de valor, hurtadas en los asaltos de los caminos reales, con que tomaron el suyo los nuestros para pasar adelante.


Pero sabiéndolo el Chanama, con cólera de un Demonio, tomando diez compañeros, se emboscó al paso de los españoles en unos espesos carrizales, de donde salió á tiempo y acometió con sus compañeros al batallón, donde iban su mujer y hijos, y peleó con una partesana y hizo tantas leonerías, hiriendo algunos soldados, que espantaba verle, hasta que le mataron de un escopetazo…… y así sucedió que hallándose esta tropa una mañana muy lluviosa cerca del páramo entre Otaima y Bolira (Bulira), no fue posible impedirle buenos consejos al caudillo que dejasen de marchar…” 


De conformidad con el relato de Bocanegra, se colige que posiblemente la provincia de los buliras se encontraba localizada en la zona montañosa y paramuna en la parte alta del rio Cucuana, y Barragán; por donde se recorría por un camino que posiblemente pasaba por los actuales territorios de los Municipios de Roncesvalles Tolima, el oriente del Municipio de Génova (Quindío) y el Norte de Sevilla, y oriente de Caicedonia en el Valle del Cauca.


De igual modo, de las referencias antes citada se concluye que el camino de Barragán trasmontaba las montañas del Quindío (Cordillera Central), por las parcialidades de los Bolira (Bulira), y sirvió para el tránsito y consolidación del domino español.

Fuente: Fray Pedro Simón en sus Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra firme, Tomo V. Tercera Parte. CAPÍTULO XXXI. Casa Editorial de Medardo Rivas. 1892. 

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