La crisis de participación electoral en las JAL: Un espejo de una democracia débil y desconectada

28 noviembre 2024 9:41 pm

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La jornada electoral del pasado 17 de noviembre, destinada a la elección de Juntas Administradoras Locales (JAL) en varios municipios de Colombia, arrojó cifras alarmantes. De los 1.294.688 ciudadanos habilitados para votar, únicamente 51.181 ejercieron este derecho, dejando una tasa de abstención superior al 96 %. Este dato, aunque impactante, no es un hecho aislado; forma parte de una tendencia preocupante que pone en tela de juicio la legitimidad y el futuro de la democracia participativa en el país.

El desconocimiento sobre las JAL: instituciones en el anonimato

El nivel de abstencionismo observado en estas elecciones refleja, entre otras cosas, un alarmante desconocimiento sobre la función de las JAL. Estas juntas, creadas bajo el mandato de la Ley 136 de 1994, están llamadas a ser la primera línea de representación ciudadana en el nivel local, encargadas de supervisar proyectos, priorizar obras públicas y garantizar que los recursos del presupuesto participativo lleguen a donde más se necesitan. Sin embargo, para la mayoría de los ciudadanos, las JAL son un nombre vacío de significado.

Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia señala que el 72 % de los encuestados desconoce las funciones básicas de las JAL y apenas un 12 % puede mencionar a algún miembro de una junta en su localidad. Esta desconexión no es casual, sino que responde a fallas estructurales en la comunicación entre las instituciones y la ciudadanía. Sin información suficiente sobre la relevancia de las JAL, la participación electoral se convierte en un acto simbólico sin contenido práctico.

El sociólogo Pierre Bourdieu advierte en su concepto de «violencia simbólica» que las instituciones políticas, al ignorar la necesidad de educar y conectar con los ciudadanos, perpetúan dinámicas de exclusión. En este caso, el abandono informativo hacia las JAL actúa como un mecanismo que refuerza la apatía y la marginalización política de las comunidades.

El vacío de la maquinaria política: desinterés y consecuencias

Un aspecto igualmente crítico es el papel de la maquinaria política, o más bien, su ausencia estratégica en estas elecciones. Las JAL, al no representar un botín político significativo ni un espacio de poder con alta visibilidad, suelen ser relegadas en las agendas de los partidos tradicionales. Cuando no hay intereses económicos o políticos fuertes en juego, la maquinaria se desactiva, y con ella desaparece la movilización de votantes.

En elecciones como estas, donde el electorado no recibe incentivos directos ni campañas masivas que lo impulsen a votar, se hace evidente lo frágil que es la relación entre la ciudadanía y el ejercicio democrático. Este fenómeno refuerza una cultura electoral donde el voto no es un acto consciente o informado, sino el resultado de la coacción, el clientelismo o las recompensas inmediatas. Como lo plantea el politólogo Francisco Gutiérrez Sanín, “la maquinaria política en Colombia no es una aberración, sino el motor del sistema electoral; cuando esta se detiene, el voto se congela”.

La falta de movilización en estas elecciones pone en evidencia que la maquinaria ha distorsionado el verdadero significado de la democracia: en lugar de un sistema basado en la participación ciudadana, se convierte en un juego de intereses particulares.

Reflexión: una democracia en el umbral de la desconexión

El abstencionismo observado en estas elecciones es un síntoma de una enfermedad más amplia: la desconexión de los ciudadanos con las instituciones democráticas. Colombia se enfrenta al desafío de construir una democracia que no dependa de los incentivos inmediatos de la maquinaria política, sino del compromiso informado y consciente de sus ciudadanos.

Como lo señala Pippa Norris en su obra Democratic Deficit, una democracia fuerte no solo necesita mecanismos formales de representación, sino también una ciudadanía activa que comprenda y valore su papel en el sistema político. En este sentido, el vacío de participación en las elecciones de las JAL no solo pone en cuestión la relevancia de estas juntas, sino también la capacidad del Estado para educar, inspirar y movilizar a sus ciudadanos.

Propuestas: hacia una pedagogía democrática transformadora
Para revertir esta tendencia, es fundamental apostar por un modelo integral de pedagogía electoral y democrática que abarque todos los niveles de la sociedad. Esto implica:

  1. Educación cívica desde la escuela: Introducir programas obligatorios en el currículo escolar que expliquen el funcionamiento del sistema político colombiano, desde las instituciones nacionales hasta las locales, incluyendo un enfoque práctico sobre el impacto de las JAL en las comunidades.
  2. Campañas informativas masivas: Aprovechar medios digitales, redes sociales y espacios comunitarios para divulgar información clara y atractiva sobre las funciones de las JAL, destacando ejemplos concretos de cómo estas juntas pueden mejorar la calidad de vida local.
  3. Promoción de liderazgos comunitarios: Los partidos políticos deben asumir la responsabilidad de formar líderes locales comprometidos con las comunidades y con propuestas que conecten directamente con las necesidades ciudadanas.
  4. Transparencia y confianza en el proceso electoral: Es crucial que la Registraduría y demás entidades responsables de los comicios refuercen su imagen de transparencia, garantizando procesos impecables y alejados de polémicas contractuales que socaven la legitimidad del sistema.
  5. Espacios de participación deliberativa: Crear mecanismos donde los ciudadanos puedan dialogar y proponer soluciones a problemáticas locales antes de las elecciones, fomentando un sentido de pertenencia hacia las JAL y la democracia en general.

Conclusión: reconstruir la confianza desde las bases

La abstención del 96 % en las elecciones de las JAL no es solo un dato estadístico; es un grito de advertencia sobre el agotamiento del modelo democrático colombiano. La desconexión ciudadana, el vacío dejado por la maquinaria política y el desconocimiento generalizado sobre el rol de las instituciones locales reflejan la necesidad urgente de repensar y revitalizar la democracia.

El reto no solo es aumentar la participación electoral, sino transformar la cultura política del país, construyendo una ciudadanía empoderada y consciente de su capacidad para incidir en las decisiones públicas. Si no se actúa con contundencia, el abstencionismo no será la excepción, sino la norma, y con ello se perderá la esencia misma de la democracia: la soberanía popular.

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