Por Rafael Nieto Loaiza
No hay día en que Petro no diga algo escandaloso y así determine la agenda de discusión pública. Además de escandaloso lo que dice hace mucho daño. Por eso es imposible no abordar lo dicho.
Petro, que es ignorante y si aprendió algo de economía lo olvidó hace muchos años, y que, en cambio y al mismo tiempo, cada día que pasa da más muestras de un fanatismo ideológico propio de la izquierda extrema, se soltó tres perlas esta semana, cada una más perniciosa que la otra.
La primera, acusó al banco JP Morgan de hacerle al gobierno un “acorralamiento financiero premeditado” y dijo que «busca cómo bajar nuestra calificación a como dé lugar y lo busca por mi posición respecto a (sic) Palestina”. El JP Morgan es el banco más grande de los Estados Unidos y uno de los más importantes del mundo, pero no es una calificadora de riesgo y, en consecuencia, no puede bajar la calificación colombiana. El banco se había limitado a hacer unas advertencias sobre los riesgos de aumentar el déficit fiscal y la deuda pública y los peligros del muy aplaudido y dañino proyecto de reforma del Sistema General de Participaciones. La respuesta de Petro no solo es mentirosa, sino que responde a un prejuicio sobre la banca y los judíos y es profundamente antisemita. E indispone a la banca internacional, no solo al JP Morgan.
La propuesta de que Colombia se retire del CIADI es la segunda. El CIADI es una institución que tiene por función resolver conflictos entre inversionistas internacionales y los estados a través de la mediación, la conciliación y el arbitraje. Petro hizo la propuesta después de que un fallo arbitral del CIADI estableciera que Colombia debe pagar una considerable suma de dinero a Telefónica. Hay que recordar que, sin embargo, la mayoría de los fallos internacionales han sido favorables al país y que Colombia ha ganado recientemente varios y muy cuantiosos arbitrajes, entre ellos el relacionado con el dominio .co, el del edificio Meritage en Antioquia o el de la minería de oro en el páramo de Santurbán, para nombrar solo algunos. Si se concretara el exabrupto de retirar al país del CIADI las consecuencias serían gravísimas. La caída de la inversión extranjera, que lleva ya siete meses de descensos consecutivos en el 2024, sería brutal. Y la fuga de capitales sería inatajable. Ninguna empresa extranjera está dispuesta a invertir sin un mecanismo de arbitraje internacional que le de garantías de independencia y agilidad. Sin esos capitales, los que dejarían de llegar y los que se irían, crecería el desempleo y aumentaría la pobreza.
El tercer despropósito es el de renegociar los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, en particular las cláusulas que establecen la posibilidad para los inversores de acudir a tribunales internacionales de arbitraje. Según Petro, estos artículos en los tratados son “lesivos para la soberanía nacional” y permitir que las controversias entre los estados y las empresas sean resueltas por arbitrajes internacionales en lugar de por la justicia colombiana es «una puñalada en la espalda”.
Curiosa posición de quien no ha hecho cosa distinta a sacarle el jugo, incluso tergiversándola, a una sentencia de la CorteIDH. Pero además absurda y contradictoria. Los tratados internacionales entran en vigencia solo después de que son aprobados en el Congreso y su constitucionalidad examinada y avalada por la Corte Constitucional. Las cláusulas sobre resolución de controversias a través de arbitrajes internacionales no son contrarias ni a la Constitución ni a la soberanía y son propias del mundo contemporáneo. Sin ellas, repito, no hay inversión extranjera ni comercio internacional. Para rematar, la idea de renegociar los tratados de libre comercio, que Petro planteó desde el inicio de su gobierno pero que, por fortuna, había dejado de lado, solo genera riesgos para el país. Una renegociación solo puede salir mal y el resultado sería el de condiciones menos favorables para Colombia. Y con Trump, peor.
En fin, Petro es ignorante, insensato e irresponsable. Y sus declaraciones en momentos en que la economía apenas crece, son graves los riesgos de una crisis fiscal y de deuda pública, y se necesita generar confianza, solo siembran más incertidumbre. Tras de cotudos…