Los cargueros y silleros del Quindío.

Desde la conquista española se tiene noticia de esta actividad, donde los indígenas fueron obligados a cargar a conquistadores y sus equipajes
17 noviembre 2024 9:39 pm

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Álvaro Hernando Camargo Bonilla.

Hay entre trescientos y cuatrocientos hombres en llagué que viven exclusivamente de cargar personas y fardos por las montañas del Quindío. J. P. HAMILTON.

Son la estampa de los hombres de la más curtida raza, que marchara por el paso de la montaña del Quindío, ruta de difícil travesía, a causa de su fragosa topografía, clima (bajas temperaturas y abundante lluvia), vegetación y torrentosos ríos, aspectos que requería una fortaleza excepcional para ejercer el oficio de transportar personas y fardos en sus espaldas.

Desde la conquista española se tiene noticia de esta actividad, donde los indígenas fueron obligados a cargar a conquistadores y sus equipajes. Oficio que prosiguió en las épocas de la Colonia, independencia y República. Épocas en que se transportó todo lo relacionado con el abastecimiento requerido por el desarrollo sociocultural y tecnológico en esos tiempos.

Hoy solo perdura el recuerdo de los SILLEROS, CARGUEROS y/o PORTADORES del pasado, nostalgia que debe ser recordada y admirada de los hombres de arranque combativo y actitud valerosa al asumir el oficio; pero a su vez indomables, capaces de rebelarse ante la injusticia, dueños de sus propios destinos, que no se doblegaron ante otro ser humano; No fueron indignos, fueron una casta de servicio, que, con su fortaleza, retaban cada día la naturaleza. Su mayor infortunio, perder su fuerza y carácter firme, atrevido e incansable.

IBAGUÉ Y CARTAGO, FOCOS DE CARGUEROS Y SILLEROS.

Los habitantes de Ibagué pertenecientes a las clases menos favorecidas económicamente, principalmente se ocupaban a servir de portadores, silleros y cargueros a través del paso del Quindío.

El oficio se transmitía de generación en generación, los hijos aprendían a cargar al lado del padre, a la par, pasaba la enseñanza a los hijos de sus hijos.

Su principal ambición consistía en poseer un pequeño rancho que les sirviera de abrigo en los días en que no demandaban de su oficio, muy pocos, en especial el mes de junio, tiempo de las celebraciones de las fiestas de san Juan, temporada en el cual se hacía imposible conseguir el servicio de cargueros, situación que forzaba al viajero a permanecer hasta que concluyan los festejos.

CONTRATACIÓN DE CARGUEROS.

Habitualmente el día anterior de emprender la travesía se buscaban los cargueros que serían contratados, en especial, el que se encargaba de constituir el grupo de los cargadores necesarios para el viaje: silleros, lichigueros, bauleros, petaqueros, y sirvientes. Los primeros en coger camino son los sirvientes, bauleros y petaqueros; seguidamente los silleros con sus pasajeros debidamente sentados.

El lichiguero acarreaba la comida de los patrones y de los silleros y camareros, todos dependientes del caporal del grupo. Una vez se componía la caravana, se convenía el precio del transporte, que podía fluctuar entre catorce, diez y seis, y hasta veinte reales por arroba de peso transportado. Una vez acordado el precio, se procede al pesaje de baúles, petacas, y el líchigo (provisiones), y finalmente el peón que debía llevar las hojas de bijao para la cubierta del rancho en donde se posaba al final de cada jornada.  El peón encargado de llevar las hojas empleadas en la techumbre del rancho, se encargaba de prepararlas debidamente, y consistía en sacarle un corte transversal en el tallo para soportar con bejucos al momento de armar la posada.

El uso de los cargueros para estas labores, se incrementa durante la Colonia, en el periodo comprendido desde 1750 y que se remonta hasta la colonización en 1890.

Hoy solo permanece la reminiscencia histórica de los SILLEROS y CARGUEROS del pasado, quienes deben ser recordados por su arrojo indomable y actitud valerosa al asumir su oficio, capaces de rebelarse ante la injusticia, dueños de sus propios destinos, que no se doblegaron ante otro ser humano; No fueron indignos, fueron una casta de servicio, que con su fortaleza retaban cada día la naturaleza y su mayor infortunio estaba en perder su fuerza y carácter firme, atrevido e incansable.

Fuentes: J. P. Hamilton. Viajes por el interior de las provincias de Colombia. Tomo II. 1823.

Álvaro Hernando Camargo Bonilla

Vigía del Patrimonio, Miembro de la Academia de Historia del Quindio.

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