BRAULIO BOTERO LONDOÑO (I)/ SOY UN CAMPESINO ENAMORADO DE LA LIBERTAD

11 noviembre 2024 11:11 pm

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Por: Jorge Hernando Delgado Cáceres

Braulio Botero Londoño (1903-1994), es uno de los personajes míticos del Quindío, sus logros importantes la creación del Cementerio Libre de Circasia. La Logia Masónica, en 1988, le otorga el grado 33. Le solicité una entrevista.  De la cosecha de ilustres personajes del colegio de los Echeverri en Circasia, comerciante, empresario, agente de loterías de la época, gerente en el proceso de construcción de la fábrica de Bavaria en Armenia, concejal de Circasia (1930), alcalde de Armenia en (1934), diputado a la Asamblea de Caldas, suplente de Alfonso López Pumarejo en la Cámara de Representantes (1940). Sin más rodeos ¿Cómo llegan usted y su familia al Quindío?

“Mis padres se vinieron muertos de hambre de Antioquia, porque al principio de este siglo solo éramos 3 millones de habitantes. Era una pobreza extraordinaria, mi pobre madre cometió la tontería de tener 14 hijos y en Antioquia con una situación muy difícil, entonces fue la cuestión económica. El Quindío empezó a sonar y llegaba Antioquia con la oleada de que ésta era la “tierra prometida” y eso si no se equivocó, no se equivocó Tigrero, en sus apreciaciones de cómo era la tierra prometida, una cosa extraordinaria.

La calidad humana del Quindío, desde el punto de vista de los habitantes, a pesar de no haber nacido en este departamento, me siento orgulloso de ser hijo adoptivo del Quindío, porque me parece que es el mejor material humano. A nosotros, como le digo, sin exagerar con una familia numerosa, un padre muy trabajador, con dificultades económicas. Primero se vinieron unos familiares de él, cuñados, hermanos. Santiago Londoño, ellos se vinieron a finales del siglo pasado y a principios de este siglo XX. Santiago Londoño, estuvo con su farmacia en el año 1910 y 1912, donde está ahora la iglesia. Era el mejor médico que había”.

 ¿Dónde nació usted?

“Nací en la Unión, Antioquia, el 3 de enero de 1903, creó que he vivido como 200 años. Cuando tenía 5 años me vine a caballo 11 días de bestia, de la Unión a Circasia, escogimos esta tierra por el clima, la Unión estaba a 2200 metros de la cordillera de los Andes, sembrando papa”.

¿Cómo era Circasia en ese tiempo?

“El mismo pueblito magnífico con el mejor clima del país, situado en el corazón del Quindío, con tierras mágicas, con personas muy especiales, la gente ha cambiado, hubo una sociedad mejor en las 2 o 3 primeras décadas. La gente se fue a Pereira, todos esos Gavirias, Jaramillos, el gobernador de Caldas, el ministro de gobierno, son gentes de Circasia, de eso le puedo citar 100 personas importantes trabajadoras”.

Hay una anécdota de un señor que lo entierran en una finca, se realiza un juicio…

“La tengo clarísima y con nombres propios ese señor se llamaba Valerio Londoño y su finca la tenía entre Circasia y Filandia, cuando eso, para ir a esa finca tenía que ser a pie, porque había unas trochas horribles para ir al rio Roble. Don Valerio tenía 80 o más años, tenía una finquita con un jardín muy bonito en su casa. Se sintió muy mal y les dijo a sus hijos, esta situación mía es definitiva, ya vino el doctor y les dijo que no fueran a transitar su cadáver por esas trochas tan terribles y que lo enterraran en el jardín, sus hijos Enrique Londoño, el primero que enterraron en el cementerio. Eso fue un panorama del clero, el actual no es el mismo que había en los años 20. La familia tan respetada de don Valerio, estaba presa porque cometieron un sacrílego.

Se muere una viejita en Montenegro: de esas locas que viven por ahí que se la pasan pidiendo limosna, en ese entonces, hasta el año 36, vino la reforma a la constitución, la hizo López y su gobernación, fue grande en sus cuatro años del 34 al 38, antes de esa reforma, en la constitución había un mandato que todos los cementerios del país estaban al mandato exclusivo del clero. Se mata José Asunción Silva en Bogotá y no lo dejan enterrar en el cementerio, sino que lo meten en un basurero, de suerte que, en todo el país, eso era así, en algunos pueblos civilizados, junto al cementerio tenían un lugar donde metían a los suicidas y los que no se confesaran.

Ahí en Circasia en el cementerio, sí se enterraba a las personas que no se confesaban, el cuento de la viejita loca que pedía limosnas la llevan al cementerio y siempre hay que pedir las llaves, que las tiene el sepulturero que con orden del cura deja entrar a ciertas personas, pero cuando la llevamos no dieron la orden para entrarla porque no tenía familiares y que, porque no se había confesado, después la llevaron al cementerio de los suicidas”

Espere mañana la segunda parte: BRAULIO BOTERO LONDOÑO (II)/ El cementerio Libre de Circasia

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