En su artículo Prospectiva y trabajo conjunto publicado el 8 de noviembre en la Nueva Crónica, el rector de la Universidad del Quindío, ingeniero Luis Fernando Polanía Obando, reflexiona sobre escenarios probables de desarrollo para anticipar el futuro a través de la interacción sociedad civil, Estado y universidad, texto que nos lleva a preguntarnos sobre nuestra visión de futuro pues los quindianos no nos hemos caracterizados por imaginar escenarios y hacerlos realidad, salvo cuando nos propusimos crear el departamento enfrentando al poder político y económico de Manizales a mediados del siglo pasado, empresa que sacamos adelante demostrando que estábamos para grandes gestas.
Creo que nuestra restringida prospectiva responde a una cuestión de tamaño, de producto y de ubicación. De tamaño, porque al ser el departamento continental de menor extensión todo parece fácil, pues nuestro terruño, de tan solo 1.941 km², cabe 34,5 veces en Antioquia, 12,9 veces en Tolima, 12 veces en Valle del Cauca, 4,3 veces en Caldas y 2,2 en Risaralda, esto para no salir del vecindario ya que con la dimensión de los departamentos de la Orinoquia y Amazonia no hay punto de comparación.
De producto, porque el café fue durante el siglo XX el principal producto de exportación y el promotor de un desarrollo expresado en carreteras, ferrocarriles, acueductos, electrificación y proyectos productivos que transformaron la región. Y de ubicación, porque al Quindío lo cruzan importantes vías nacionales y está en centro del Triángulo de Oro formado por Bogotá, Cali y Medellín, y el puerto de Buenaventura, posición geoestratégica privilegiada.
Todo esto hizo que fuera departamento y área metropolitana a la vez, pues la mayoría de sus municipios comparten dinámicas de conurbación con Armenia como metrópoli núcleo ―así los gobiernos locales y la dirigencia política insistan en ignorarlo― y es el único departamento donde se puede ir a sus doce municipios por carretera en un mismo día, saliendo de su capital en la mañana y regresando a ella al final de la tarde.
Lo mencionado me trae a la memoria a Rodrigo Escobar Navia [1939 – 2002], quien fue alcalde de Cali, ministro de Estado y rector de la universidad de los Andes entre otras representaciones, cuando en los noventa siendo notario quinto de Bogotá me recibió en su oficina y me dijo: «el gobernador del Quindío es el único que se da el lujo de subir al último piso de su sede de gobierno en la plaza de Bolívar de Armenia y desde allí divisar a todos sus súbditos, a todos los pueblos del departamento». ¡Y vaya que tenía razón!
En esencia, habitamos un territorio con características políticas, físicas, sociales, económica y ambientales que facilitan su administración y planificación, razones suficientes para planear, anticipar y construir el futuro deseado reduciendo de esta forma las incertidumbres y de paso potenciar las capacidades institucionales y sociales de planificación, preparación y respuesta a acontecimientos inesperados. Como dice el colombiano Javier Medina Vásquez, secretario Adjunto Interino de la CEPAL: «la prospectiva es una disciplina que permite conocer mejor la situación presente, identificar tendencias futuras, visualizar escenarios futuros y analizar el impacto de los cambios en la sociedad».
En consecuencia, nada justifica que el porvenir de este departamento sigua al vaivén de obligatorios planes de desarrollo territoriales que en la práctica son esquemas adoptados por los gobiernos de turno para ejecutar los presupuestos de los siguientes cuatro años, cortoplacismo que se agrava cuando los gobernantes llegan con proyectos propios desestimando lo hecho por su predecesor, práctica conocida como adanismo, arrogante actitud de aquellos que creen ser los primeros en llevar a cabo una idea o acción, como si el mundo empezara con ellos.
Es tiempo de embarcarnos, sin más dilaciones, en ejercicios de prospectiva y visión de futuro con el fin de entender la situación presente, identificar tendencias futuras, visualizar y acordar escenarios posibles y factibles y analizar el impacto de los cambios en la sociedad, y así construir el mañana al que aspiramos como sociedad. Para terminar, quiero traer a colación el lema de Rodrigo Escobar Navia cuando fue alcalde en 1979: «Cali no tiene con qué, pero si tiene con quién». Y los quindianos tenemos el talento humano necesario para visionar, acordar y hacer realidad un Quindío mejor para todos nosotros, y también para los que vendrán.
Así que hay que dejar a un lado este presentismo relacionado con la expresión latina Carpe Diem que significa «vive el momento», para aspirar a un futuro mejor que el presente que tenemos
Armando Rodríguez Jaramillo
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