ENTREVISTA CON LA VIOLENCIA EN EL QUINDÍO I/ Alejandro Osorio Rivera: un hombre de la guerra y de la paz

6 noviembre 2024 11:35 pm

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Por Jorge Hernando Delgado Cáceres.

Alejandro Osorio Rivera se vinculó al Quindío desde muy joven.  Por algún tiempo realizó trabajos como gestor cultural de Calarcá en la década de 1970 y 80.  Participó como actor en una coproducción de la Universidad del Quindío con la ciudad de México, en el largometraje “La cuesta de la muerte”, dirigida por Juan Miguel Kosztura.  El escritor calarcaño Orlando Montoya, en su libro “La Maravillosa Gente Común”, le dedica un relato llamado “Alejandro el mago”. Fue un hombre polémico, como lo demuestra el siguiente texto:

“La quindianidad para mí es un cuento chimbo, nosotros somos una zona de colonización que carece de mucha historia, basados en las condiciones históricas del país, en los desplazamientos, en los miles de guerras que hemos vivido, la crisis económica, en una región que se ha hecho a la brava, no tiene consolidado una identidad cultural. No nos hemos identificado y un pueblo que no se identifica no puede tener historia; dicen que tenemos raíces y valores paisas que en realidad ya no tenemos. Nos ponemos a hablar de identidad: llegaron santandereanos, tolimense, huilenses por diferentes razones y de allí se fue generando la economía y la política. Nosotros culturalmente no hemos tenido un proceso de identificación; tratamos de pegarnos al cuento paisa y si no tenemos esa identificación, la quindianidad es un cuento, no podemos decir que es una región paisa, aunque vinieron muchos antioqueños; para mí la quindianidad no existe, se inventa, para vender el turismo de la finca, de la feria. No creo en eso”.

Alejandro Osorio

No estoy del todo de acuerdo con Osorio, pero me parece que es un buen comienzo para el debate de la quindianidad. Se ha planteado en estos tiempos, el efecto negativo sobre la identificación de este territorio como netamente antioqueño. Es por ello importante, comenzar a visualizar esos lazos comunicantes sobre la búsqueda de una identidad como quindianos.

Conocí a Alejandro Osorio en compañía del cineasta Víctor Gaviria, que se encontraba en el Quindío, investigando sobre la vida de Zarpazo, no el bandido, sino del sargento del ejército colombiano, que se había infiltrado en la banda de Zarpazo y de otras bandas que azotaban lo que llámanos el Eje Cafetero, en los años sesenta. El sargento Evelio Buitrago Salazar, (así se llamaba), logró desarticular estas bandas partidistas, que habían quedado acéfalas de mando después del Frente Nacional, sin apoyo político, convirtiéndose en bandidos sin ley. Por todas estas peripecias, el Estado le concedió al sargento la Cruz de Boyacá y un puesto en el consulado del Perú.  Allí fue aconsejado de escribir un libro sobre sus aventuras que llamó Zarpazo, donde cuenta sus vivencias y hazañas en estas tierras. A partir de este libro se le comenzó a llamar con el apodo de Zarpazo. El honorable, agasajado, mostrado como ejemplo al país, a los años, cae en la tentación de la delincuencia y es dado de baja en las calles de Armenia.

Víctor Gaviria, quería llevar esta historia al cine y andaba buscando informantes. En Calarcá encontramos a Alejandro Osorio, dándonos una cita para la mañana siguiente. Allí estuvimos y grabamos con Víctor la entrevista. A los meses me vuelvo a encontrar con Alejandro y continué mí interrogatorio sobre política y de su gestión como promotor cultural en Calarcá, y actor de producciones realizadas con estudiantes de Tecnología Educativa de la Universidad del Quindío. Fueron tres encuentros, siempre derrochando claridad política y un apasionamiento por la interpretación de la historia del país.

Me enteré tarde de su muerte. Sabía algo y nada de su vida. En la entrevista me habló reiteradamente del escritor Orlando Montoya y del poeta Elías Mejía. Comencé la búsqueda de Elías para que me hablara un poco del Alejandro a quién recordaba. Efectivamente, Elías recordaba anécdotas relacionadas con él. Me contó que Arturo Alape, dijo alguna vez, hace años, en la sede de “Artistas a la Calle”, que Alejandro Osorio era el hombre más sectario del país. Y agregó que recordaba a Alejandro como un personaje muy inteligente en situaciones económicas desfavorables; analítico, conversador infatigable, que se movía con gran solvencia en medio de los ambientes culturales de Bogotá, Calarcá y Cali, conociendo muy bien el mundillo de ese triángulo, entre bohemio, sofisticado y político, según cada una de las ciudades. Me llamó la atención que Elías afirmara que Alejandro había sido un hombre que decía siempre la verdad y que era un erudito en diversos temas. Alejandro terminó sus últimos años viviendo casi de la generosidad de sus muchos conocidos, quienes le proveían a veces de algunas vituallas para la manutención de sus pocas necesidades diarias y de sus infaltables cigarrillos menudeados, mientras deambulaba sin un lugar fijo en donde vivir.

 Por otro lado, pregunté en la plaza Bolívar de Calarcá a unos señores de edad, que se encontraban discutiendo de política, qué sabían de Alejandro Osorio, uno de ellos dijo: “ese fue un guerrillero del Quintín Lame, que estuvo por aquí; es más, se sospechó por algún tiempo que formó parte en el secuestro de uno de los hombres más ricos de Calarcá, don Arcesio Domínguez”. Otro de los señores agrego: “era un hombre inteligente, no creo tuviera esos alcances”, con decirle, agrego el otro, hasta era amigo personal del comandante del M19, Jaime Bateman. Entraba y salía de los frentes guerrilleros como si nada.

Con estos datos, más o menos nos ubica en el contexto social y político de su pensamiento. Terminó sus últimos años casi en la mendicidad de amigos que le regalaban zapatos. Se la pasaba entre Bogotá, Cali y Calarcá. Cuenta Elías que Alejandro falleció en un café de la séptima en Bogotá, de un infarto.  En el anfiteatro esperaron quien fuera por él. Finalmente lo trasladaron a Calarcá y llegó en un féretro vestido de monje franciscano.  Alguien encontró un hábito de un monje y se lo colocó. Al verlo así, sus amigos en Calarcá, intentaron cambiarle el traje, pero la voz de Oscar Zapata, sobresalió al comentar que no lo cambiaran porque él había vivido en la pobreza y había tenido una vida de franciscano. 

Espere mañana la segunda entrega de ENTREVISTA CON LA VIOLENCIA / El Zarpazo que yo conocí.

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