Gustavo Páez Escobar
La fundación Simón y Lola Guberek publicó, en 1986, la obra titulada De ciertas damas, de Carlos Lleras Restrepo, la cual he releído con inmenso agrado 38 años después. ¡Cuán grato resulta volver sobre un libro que ha dejado huella! En aquellos días remotos, el país estaba habituado a los ardientes temas políticos que el presidente Lleras había tratado a lo largo de su vida pública.
De pronto apareció este maravilloso texto suyo que se aparta de esa línea, y nos hallamos con todo un señor escritor que ventila con donosura la vida arrebatada de grandes cortesanas de la historia, y lo hace con tono reposado, reflexivo, picante y sensual. Desentraña episodios escabrosos que tienen el lazo común de la fulgurante belleza femenina, el desenfreno sexual, el ansia de riquezas y poder, el sadismo y la tragedia.
Estos relatos sirven además para entender el momento público que caracterizaba a los paísesdonde ocurrieron los hechos, y de paso pintan a los gobernantes y las figuras preclaras. El recorrido comienza con Mesalina (25 d.C– 48 d.C), tercera esposa del emperador romano Claudio, que se vuelve famosa por su enorme belleza y las infidelidades a su marido. Ella tuvo gran influjo en la política. Sobre el emperador dice Lleras que era “de pobre aspecto físico pero dotado de realismo y buen sentido, y bien dispuesto para los placeres de la vida”.
Mesalina fue emperatriz a los 16 años, y Claudio era 30 años mayor que ella. Con el correr del tiempo tuvo numerosos amantes. ¿Cuántos? Imposible saberlo, pero lo que no se ignora es que vivía insatisfecha en el campo sexual, aunque buscaba a los hombres en forma continua e insaciable. Una máquina del sexo. Claudio, que se hacía el de la vista gorda, también tenía sus propias aventuras. La cortesana no era feliz. A la postre, y burlándose de su esposo, organizó matrimonio con el amante de turno, y no queda claro si el emperador le concedió el divorcio. Murió decapitada. Tenía 23 años.
Lucrecia Borgia era hija del poderoso Rodrigo Borgia, futuro papa Alejandro VI. La dinastía Borgia encarnó, en su máxima expresión, el maquiavelismo y la podredumbre sexual de los papados renacentistas. En aquel tiempo, hijos de cardenales había por todas partes. Hasta tal grado llegó la depravación, que, según se dice, Lucrecia quedó embarazada por su propio hermano César. Qué bien dados estos epítetos que le endilga Lleras: “espléndida, misteriosa y terrible”. Fue la mujer de importantes hombres de la época. En junio de 1519, hace 5 siglos, concibió a su octavo hijo, que murió en el parto. Ella falleció 10 días después de fiebre puerperal, a los 39 años. La gente de Ferrara, donde fue enterrada, la llamaba “la madre del pueblo”.
Beatriz Cenci (1577–1599) pasó a la historia como la autora de un parricidio. Era hija de un aristócrata italiano de carácter violento e inmoral, que violó a su hija Beatriz, la torturó y le causó los mayores oprobios morales. Estas vejaciones la llevaron a planear elasesinato de su padre, como en efecto sucedió, lo cual dio lugar para que el tribunal eclesiástico, en el papado de Clemente VIII, la condenara a morir decapitada junto con sus cómplices. Este hecho espeluznante tuvo lugar en septiembre de 1599. Beatriz tenía 22 años.