Carlos Alberto Agudelo Arcila
A Apol, nuestro gato negro de siete kilos, y a su sombra, con el peso del mundo ensombrecido…
Mi gato maúlla sin cesar por su adicción al pasto. Veo cómo intenta abrir la puerta de entrada para dirigirse al prado de enfrente, donde desde pequeño comenzó a consumir esta hierba gatera, la cual provoca un efecto estimulante.
Al amanecer, el canto del gallo se detiene y da paso a un llamado persistente del peculiar felino, ansioso por salir al mundo exterior. Se comunica con una jerga comprendida solo por quienes vibran en su misma dimensión. Sombra imponente, hija del gato negro de siete kilos, devora sombras de vegetación con avidez y se desliza con sigilo entre las hojas, dejando a su paso un rastro de misterio.
Apol, gato negro, prefiero no imaginarte bajo la pluma de Edgar Allan Poe, quien transformaría tu historia en un escalofriante relato psicológico. Sin duda, tus ojos amarillos, con un brillo casi saludable, estarían listos para revelar secretos oscuros, creando un ambiente de tensión y miedo hacia Apol.
Al caer la tarde, antes de irse a dormir, él mira hacia el firmamento, donde se entretejen formas del mundo vegetal. Al acostarse, la casa se sumerge en un silencio parcial, interrumpido solo por el cacareo de dos gallinas aztecas.
Cuando despierta, su maullido llama a los gatos del vecindario, quienes responden con la misma intensidad. El bullicio gatuno en la cuadra se ha vuelto célebre en el pueblo. El gato, dependiente, recorre estresado los pasillos, las habitaciones y el patio. Ronronea y se detiene junto al portón, araña la lámina con urgencia por salir. Si no lo consigue, emite sonidos ensordecedores hasta hacer ladrar a los perros en la distancia.
Me preocupa su adicción al pasto. Cuando escapa, devora sin piedad el césped de los antejardines. Si esto sigue, Apolpodría acabar destruyendo el pasto del barrio y de la ciudad. Terminaré enfrentando cargos en la comisaria por estos “delitos” ecológicos.

Apol, gato de negrura resplandeciente, persigue con destreza los insectos de su hábitat y juega con la energía de sus siete vidas. Después de saciar su deseo de hierba, disfruta cada instante, posándose con entusiasmo en el piso blanco. Se extasía al ver pasar a una lagartija, su escape de un destino fatal se produce al deslizarse entre la grieta menos pensada. En un instante de astucia y agilidad, desaparece, dejando a Apol en un estado de asombro y anhelo, ansioso por una pronta caza.
El gato de mi hogar, con su aguda percepción, juega con el tiempo de quienes lo amamos. De repente, se muestra inquieto; su instinto salvaje aflora por la falta de hierba. Esto nos lleva a considerar la opción de conducir al felino a un centro de rehabilitación, para evitar el consumo de esta planta, peligrosa si se ingiere en grandes cantidades.
PARALELISMO ENTRE DOS REALIDADES
Salgo, atravieso el pueblo y observo todo a mi alrededor. El ambiente se anima con el bullicio del comercio y la presencia de vendedores ambulantes. También veo a jóvenes y, en algunos casos, a adultos, consumiendo alcohol y drogas como pegante, bazuco, marihuana y otros psicoactivos. Esta realidad me lleva a reflexionar no solo acerca de las sustancias en sí, sino también sobre las raíces más profundas del problema: la falta de oportunidades socioeconómicas, las dinámicas familiares, la influencia del entorno comunitario, traumas y experiencias adversas y mucho más.
CONCLUSIÓN RESUMIDA
De Apol a la cotidianidad de las adicciones humanas, encuentro diferencias significativas. La primera exige una prevención consciente por parte de sus dueños, mientras el segundo problema requiere manejo estatal, intervención de las instituciones educativas, responsabilidad de los padres y reflexión personal para evitar caer en esta encrucijada mortal, con consecuencias devastadoras para las sociedades a nivel mundial.
Es fundamental adoptar un enfoque integral para investigar sus orígenes y proporcionar soluciones rápidas y efectivas, sin ninguna politización.