En el año de 1785, un grupo de esclavos negros empleados en trabajos de agricultura y minería, que, ante los maltratos recibidos por parte de los hacendados esclavistas de los alrededores de Cartago, determinaron escapar para establecer y refugiarse en un palenque en las montañas del Quindío.
Catorce personas, incluidas cinco esclavos hombres, uno de ellos con su esposa, hijo y sobrino, y otros siete esclavos que pertenecían en una hacienda azucarera; dos mulatos libres, con sus respectivas concubinas, ambas mulatas libres; y, un esclavo viudo con su hijo.
El grupo fue liderado por un mulato esclavo de veintiocho años, de nombre Prudencio, quien se ocupaba en el oficio como jefe del trapiche en una hacienda azucarera de Cartago.
Prudencio y su esposa expresaron que abandonaban la hacienda porque ya no querían servir al propietario, así mismo, dijeron que constantemente los maltrataban y que apelaron a la huida para evitar los maltratos y castigos.
El propósito de los fugitivos era aislarse de los blancos, buscar un nuevo futuro en libertad, y establecerse como una comunidad libre en las riberas del río Otún en la montaña del Quindío, en donde pudieran vivir juntos, cultivar, pescar, cazar, buscar oro y aliarse con los indígenas que esperaban encontrar, para aliarse con ellos y atacar a Cartago, y asesinar a todos los blancos, y liberar a sus hermanos esclavos, y tomar el control de toda el área.
Con antelación habían escogido para su escondite un inexpugnable lugar selvático, sobre unos desfiladeros que remataban en un río, en donde la pendiente del terreno les permitió ocultarse y establecer un palenque del cual casi fue imposible encontrarlos.
Los fugitivos tenían claro de que las montañas y selvas del Quindío, les proporcionarían un espacio en el que podían obtener su sustento como campesinos libres, cultivando sus propios productos y sabían bien que el oro podía comprar la libertad y les permitirían formar parte de la población libre de la región formada en su gran mayoría por campesinos y buscadores de oro mestizos y mulatos.
Previamente al escape, habían reunido armas para la defensa y la cacería, y herramientas para cultivar y practicar la minería. Igualmente, habían hecho contacto con guías indios para que los ayudaran cuando llegaran al sitio escogido. Una vez llegados al lugar, instalaron, en sus caneyes algunas imágenes de Cristo y otros santos que habían llevado consigo, a las cuales les rezaban y encomendaban su protección divina.
Pero la aventura duro poco tiempo, los esclavos fugitivos fueron sorprendidos en momentos en que estaban disgregados por el lugar y, aunque presentaron una valiente resistencia, fueron vencidos rápidamente.
Sus ansias de libertad fueron frustradas rápidamente. Un gobernador de un pueblo indígena de los alrededores, los delató, y rápidamente fue organizada una expedición por los esclavistas propietarios, que descubrió y capturó a los fugitivos poco tiempo después de la huida.
El comportamiento de los fugitivos no fue otro más que juntos, en coro, dirigidos por Prudencio, rezar el rosario alrededor de unas imágenes.
Así llego a su fin el propósito de constituir el primer Palenque Cimarrón en las montañas del Quindío. Y los esclavos negros volvieron a la ignominia de la esclavitud perpetrada por sus antiguos amos, quienes escarmentaron con cruel castigo, a los que se atrevieron a buscar la libertad coactada por el sistema esclavista.
Textos: Álvaro Hernando Camargo Bonilla
Fuente: HISTORIA Y ESPACIO No. 14 Cali, junio 1991 CIMARRONES Y PALENQUES EN COLOMBIA:
SIGLO XVIII* ANTHONY MCFARLANE University of Warwick Inglaterra