En un lejano año de comienzos del siglo pasado, apagados los ecos de la fatídica Guerra de los Mil Días, fueron muchos los migrantes que iniciaron recorridos hacia lares desconocidos en busca de nuevos horizontes y de bienestar familiar.
El territorio del Estado Soberano del Cauca que lindaba con Antioquia, se dividió después con la creación de los departamentos del Valle del Cauda y de Caldas, y albergaba grandes espacios de selva bravía, y a ella se fueron enfrentando colonos y aventureros que haciendo paso al igual que derribando montañas para observar los sueños que iluminaba la luna.
Un avezado colonizador
En la década de 1880, en la fundación de Calarcá había participado don Segundo Henao Patiño, un avezado colonizador antioqueño y quien recorrió parte de la zona antes de la confrontación partidista, y a su final, retomó los pasos para establecerse en uno de los altos panorámicos con la divisa de la manigua, imaginando un nuevo pueblo que ampliara espacios para las comunidades.
Desde El Cedral, el fundo que colonizó y desde donde empezó a formalizar la idea pueblerina, don Segundo viajó a otras zonas para comentar sobre las bondades de la tierra, encontrando la receptividad a lo que siguió la apertura del monte, dominando fieras y escuchando el canto de las aves, hasta convocar una asamblea que aceptó la propuesta fundacional, la que con el nombre de Génova -homenaje a la patria chica del descubridor Cristóbal Colon- superó la propuesta de El Dorado hecha por otros asambleístas.
Un trazo agrimensor determinó el espacio para la plaza, la que con el tiempo ha llegado a convertirse en la más linda del Quindío, un cuadrado que además fue determinando la proyección de calles y carreras. Se entregaron lotes para construcción de viviendas en plazos perentorios y las que se fueron adelantando con material del medio, utilizando de manera especial la guadua, mientras el bosque seguía oyendo el caer de los grandes árboles que daban lugar a las parcelas.
Llegaron de muchas partes
Crecía la localidad con el arribo de familias venidas de disimiles regiones. Caldas, Antioquia, Boyacá, Cundinamarca, Cauca hacían su aporte poblacional, multiplicando por decenas a los setenta y cinco colonos que un día se habían reunido en convivencia en el sitio de El Cedral, y así conformar con el correr del tiempo una clase pujante y emprendedora definiendo una amalgama de vidas que creó una nueva raza.
La municipalidad
En los años treinta, Génova, dependiendo de Pijao, por entonces llamado Colon, recibió como otro integrante de la comunidad a don Ramón Jaramillo y a su familia, llegados desde la localidad tutora y quien con su ilustración y conocimiento fue sembrando la llama de la emancipación administrativa, forjándose la presentación de los documentos requeridos ante la Asamblea de Caldas para que el 15 de junio de 1937 se aprobara la ordenanza Numero 10, que daba vida jurídica al nuevo municipio.
Luis Foción Londoño fue designado alcalde -el primero en la historia- por parte del gobernador Arcesio Palacio Londoño; en la reglamentación de la ordenanza se fijó el 3 de octubre la fecha para la elección del que igualmente sería el primer Concejo Municipal, y para tal efecto se presentó una sola lista integrada por liberales y conservadores, siete principales e igual número de suplentes. También fueron nominados como personero, José J. Ramírez; tesorero Eduardo Correa y juez municipal Ramón Jaramillo. En calidad de secretario de la alcaldía se nombró a Rafael Romero M, del juzgado a Juan Bautista Montoya y del concejo a Vicente O. del Río.
El 1º. de noviembre del mismo año, con la presencia de delegados del gobierno departamental encabezados por don Braulio Botero Londoño, secretario de Gobierno, diputados y las personas referidas como noveles funcionarios a más de los concejales, se oficializó, en acto público y en medio de gran jolgorio la instalación de Génova como nuevo municipio, reactivando así la jornada de desarrollo y progreso bajo una nueva connotación.
Génova, un punto álgido en la Violencia
Las nubes negras de la violencia fueron llegando a finales de los cuarenta y en aciaga época los campos y calles se fueron tiñendo de sangre, para que en los años sesenta la voluntad ciudadana, el apoyo militar liderado por el alcalde Capitán Pablo Garnica Quintero y religioso en la voz y accionar del Apóstol de la Paz, sacerdote Luis Horacio Gi Bermúdez se dieran los pasos conducentes a la consolidación de la paz y el retorno de la tranquilidad.
Pasados varios años de adelanto y progreso, de nuevo el caos y la intranquilidad se asentó en el territorio y variados valores ciudadanos cayeron bajo las armas malhechoras en una repetición de casos que parecían haber quedado en la historia o en el olvido.
El batallón de alta montaña
Más de veinte años atrás, el gobierno nacional instaló en zona rural, en el mismo lugar que había sido escenario de la firma del acta de fundación del poblado, el Batallón de Alta Montaña “Urbano Castellanos Castillo”, para la recuperación de la seguridad, lo que ha dado sus frutos para que Génova hoy respire paz, seguridad y tranquilidad.
Gran productor de café
Génova, enclavada en las estribaciones de la cordillera, se erige como el primer productor de café, cuna de los cafés especiales; su historiografía transita por calles y casonas de antaño; sus gentes demuestran la amabilidad de los ancestros; y muestra orgullosa su patrimonio arquitectónico y cultural donde sobresale la el majestuoso símbolo de fe cristiana, con su iglesia San José culminada en la década de los cincuenta; con espacios de cultura y atracción como Plaza Café, la Casa de la Cultura, la Biblioteca y variados centros de atracción y recreación, así como la creación y conservación de espacios de concentración ciudadana, donde al calor y sabor de un humeante café se pueden revivir los pasados de esta Esmeralda Verde Natural, y donde la paz llegó para quedarse.