«El clientelismo y la corrupción destruyen a nuestro departamento»

Por: José Gustavo Hernández Castaño
29 septiembre 2024 1:00 am

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Quindío es un Departamento que sangra por la herida abierta del clientelismo y la corrupción, un cáncer que corroe sus entrañas y que sigue perpetuando la miseria en miles de hogares de nuestro territorio.

No es el esfuerzo de su gente lo que ha fallado. No es la falta de recursos lo que nos tiene así. Es la ambición insaciable de una clase política corrupta que ha transformado el Departamento en su propio patio de juegos, donde la corrupción y la impunidad son las reglas del juego. Esta realidad, que debería provocar vergüenza y rabia, se ha convertido en parte del paisaje diario de nuestra Región. Es un escándalo que grita a los cuatro vientos, al cual no podemos seguir dando la espalda.

El clientelismo es el alma podrida de un sistema que utiliza la pobreza como moneda de cambio. Allí, donde los presupuestos locales se deslizan por las alcantarillas que conducen a los bolsillos de los corruptos, no alcanzan ni para satisfacer lo más básico, y donde los ciudadanos son tratados como mercancía electoral. Votos comprados con favores miserables, promesas de empleos campaña tras campaña, soluciones que nunca llegan, contratos amañados que enriquecen a los de siempre. Cada elección es una repetición grotesca de la misma historia: políticos que aseguran su curul a costa de venderle a su pueblo la ilusión de un progreso que nunca llega. Las maquinarias políticas, bien aceitaditas con dinero público, siguen funcionando como relojes suizos, perpetuando la miseria mientras la clase política clientelista engorda sus pútridos bolsillos a costa del erario público.

Pero nada de esto sería posible sin la corrupción, ese monstruo que devora lo que le pertenece a la gente y lo transforma en fortunas privadas. ¿Cuántas veces hemos visto contratos públicos destinados a hospitales, colegios, escenarios deportivos, plazas de mercado, carreteras, placas huellas, que terminan en obras inconclusas o mal hechas? ¿Cuántas veces hemos sido testigos de cómo el dinero de todos acaba en los bolsillos de unos pocos?

Esto no es un accidente, es un sistema calculado, diseñado para robarle el futuro a quienes más lo necesitan. Los ciudadanos son testigos de su propio saqueo, condenados a la pobreza porque los recursos que deberían orientarse a la solución de sus problemas, se esfuman exhalando nauseabundos olores de la putrefacta herida abierta por la corrupción.

Y peor aún, la impunidad es el eje central que sostiene este edificio de inmoralidad. Los culpables, esos que han desviado millones en recursos públicos, nunca pagan las consecuencias. ¿Cómo podrían, si ellos mismos controlan las instituciones que deberían vigilarlos? Esta captura del Estado no es un accidente, es la pieza maestra de un juego de poder que perpetúa la desigualdad, que premia al ladrón y castiga al inocente. No hay justicia en un país donde los corruptos escriben las leyes y controlan a los jueces. Mientras tanto, la gente sigue muriendo en hospitales sin recursos, los escenarios deportivos, los puentes y las carreteras, nunca se terminan, esperando la próxima adición, esas obras que alguna vez fueron prometidas, nunca se construyen. Este es el rostro del saqueo, el rostro de la corrupción.

Y como si fuera poco, los cupos indicativos —esa versión renovada de los viejos auxilios parlamentarios— han institucionalizado el robo. Se nos dice que son necesarios para llevar inversión a las regiones, pero todos sabemos que no es así. Los cupos indicativos son el botín que los congresistas se reparten entre ellos, un botín que utilizan para seguir alimentando a sus maquinarias clientelistas. Este es un robo legalizado, una burla a la democracia. Los recursos que deberían mejorar la vida de millones de colombianos, de miles de quindianos, se convierten en herramientas de poder, en fichas de un juego político donde solo ganan los de siempre. Y mientras tanto, el pueblo sigue atrapado en la pobreza, viendo cómo la clase política corrupta juega con su futuro.

La pregunta es inevitable: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vamos a soportar que estos delincuentes de cuello blanco sigan saqueando lo que nos pertenece? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que la política en el Departamento, sea un mercado de favores y prebendas? Es hora de despertar.

Ya se acercan las elecciones y los gobernantes corruptos en alianza con los políticos de la misma calaña, empiezan a mover las fichas, las dádivas, los contratos, preparando el próximo saqueo.

Las próximas elecciones al Congreso no pueden ser otra repetición de lo mismo. No podemos seguir votando por los mismos con las mismas. Si seguimos eligiendo a quienes han hecho del clientelismo y la corrupción su forma de vida, seremos cómplices de nuestra propia destrucción.

Ya es hora de que digamos basta, ya es hora de que tomemos en nuestras manos el destino de este Departamento.

No podemos seguir permitiendo que los mismos corruptos que nos han robado el futuro sigan en el poder. Este es un llamado a castigar con el voto a todos aquellos que han sido parte de este sistema perverso. Es un llamado a votar por el cambio, por quienes estén dispuestos a romper con este ciclo infernal. No será fácil, pero es la única forma de recuperar lo que es nuestro: nuestra dignidad, nuestros recursos y, sobre todo, nuestro futuro.

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