Roberto Estefan Chehab
Los seres humanos, llenos de proyectos e ilusiones. Dios, infinitamente sabio nos observa. El libre albedrio que se nos concedió es una manifestación del respeto con el que Él nos trata. De nosotros depende la manera de aprender, desaprender y volver a aprender para ir creciendo y eso, para Dios, no es negociable. Escucha nuestros ruegos y sin embargo pareciera que se hace el sordo, aunque creamos que no nos acompaña Él siempre está presente. Somos inmediatistas y esperamos que todo nos sea concedido con la asombrosa rapidez de un milagro inexplicable y eso no funciona así pues Dios nos trata con respeto. Lo valioso debe ser conseguido con tesón y por eso fuimos creados con las herramientas suficientes para lograrlo. A Dios debemos llevarlo siempre en el alma: no es inteligente alejarlo porque entre más lo aislemos más proclives quedamos a llenarnos de “basura” representada por inversión de valores y entonces empezaremos a caminar en medio de caídas y tropezones que van minando la grandeza de los corazones: el ego y sus tentaciones irán ocupando espacios que sustraerán la buena energía causando profunda confusión, distorsión y vacío. Cuando al aspecto físico y la vanidad se les da más peso que al cuidado interior se está empezando a mostrar que algo anda mal pues la autoestima ya no dependerá de lo de adentro sino de lo de afuera y lo de afuera envejece, se arruga, se deteriora y acaba sin remedio. Y si la seguridad depende de lujos y apariencias se estará caminando por terrenos oscuros al ignorar la valía del poder interior. Y, claro, cuidar la presentación personal y ser responsables con el trabajo y las prebendas bien logradas, es importante siempre y cuando los logros no compren la desgracia de sentirnos superiores a nadie, ni dueños de la conciencia de los demás ni mucho menos, autorizados para maltratar la sensibilidad y la bondad de la sencillez quizás infinitamente más grandes que el poder y la ostentación. Por eso Dios se da su tiempo y prefiere soltarnos para que hagamos la vida que nos parezca y Él va evaluando. Con frecuencia el apremio y la expectativa son solo la manifestación de la sabiduría de Dios a ver que tanto aprendemos, corregimos y crecemos para llegar a la coherencia y seguramente si caminamos responsablemente, cumpliendo y no desfalleciendo, Dios se manifestara concediéndonos el milagro que otrora imploramos pues seguramente estaremos listos para disfrutarlo sin dañarlo. Los tiempos del Señor no son los mismos que los del hombre. Cada persona es libre de hacer lo que quiera de su vida e incluso de responsabilizar a Dios por sus “fracasos”, hasta el punto de negar su existencia, pero, entre más sanos seamos en el equilibrio entre el bien y el mal, más recogeremos los buenos frutos de lo sembrado en el trasegar por la vida. Mantener viva la llama de la espiritualidad, con humildad es lo sano. ¿Usted como la hace? [email protected]