José A. Soto
Muy difícil lo tendrán los países suramericanos para mantener el espectáculo del futbol a un alto nivel, o mejor dicho, para no seguir en decadencia.
Dramático puede ser el proceso que se avecina en la Argentina con la aprobación de la ley para transformar los clubes deportivos (incluidos los de fútbol) en sociedades anónimas deportivas. Esto puede generar, a mi entender, tres escenarios.
Primer escenario. Partiendo del hecho de que los clubes tradicionales que son propiedad de los socios, es decir, de sus hinchas, conserven su titularidad y no den cabida a la entrada de nuevos capitales pero compitiendo en condiciones muy desiguales. Situación difícil, tal y como se puede ver, sobre todo, en la Premier League, donde la mayoría de los clubes son propiedad de los Norteamericanos y de los Árabes, con inversiones inalcanzables para otros clubes.
Escenario dos. Que la propiedad de los clubes de fútbol siga siendo de los socios, situación que solo es posible para los dos grandes, Boca Juniors y River Plate; que es igual a lo que pasa en España, donde los dos únicos clubes que pueden competir en igualdad de condiciones con el resto de clubes de Europa, aun siendo propiedad de sus socios, son el Real Madrid y el Barcelona.
Ante lo anterior, el tercer escenario, es el que ya se está presentando; el de clubes pequeños, de otras categorías, (buenas oportunidades para comprar) que si o si tienen que permitir la entrada de capitales externos para garantizar su supervivencia, además con la tentación que produce, que con la ayuda de esos capitales, puedan llegar a Primera División.
Pero, lo realmente dramático de esta situación, está en el hecho de que sin esos capitales, el espectáculo será cada vez más deficiente de lo que es ahora. En primer lugar, los clubes no tienen como retener a los nuevos valores o Joyas” como los suelen llamar. Además, necesitan el dinero para sobrevivir o mantener los altos costos de funcionamiento e intermediación; eufemismo utilizado para no hablar de corrupción.
Por otro lado, no hay dinero para construir escenarios dignos del espectáculo, como el que, por ejemplo, se vive en Europa, donde los estadios ofrecen una arquitectura opulenta, generan enormes ingresos adicionales y además ofrecen canchas bien tenidas y bien iluminadas, dignas para la practica del deporte “más grande del mundo”.
Hoy los clubes viven gracias al dinero de la televisión, y ya vemos que es insuficiente. Es necesario el ingreso de esos grandes capitales para garantizar un espectáculo igual a los del primer mundo, de lo contrario estaremos avocados a ver fútbol semiprofesional y en escenarios obsoletos. A ver los grandes partidos por la televisión como ha sido toda vida; antes, recostados frente al cristal de un almacén de electrodomésticos y ahora, en un televisor de muchas pulgadas, más grande que la casa.