José Soto
Posiblemente y, a falta del conocimiento técnico que requiere el tema y más bien hablando como un aficionado más, me pregunto: ¿Por qué habrá resultado tan difícil establecer el precio que se debe pagar al municipio, por parte del propietario actual, de los activos que poseía el Atlético Quindío cuando se transformó en la sociedad Deportes Quindío?
Se podría pensar que esos activos no eran más que, unos tantos jugadores, alguna oficina, algunos muebles y unos cuantos balones. La sede deportiva, que era el estadio San José, no se entregó y por tanto no hace parte del inventario a reponer.
Del inventario relacionado se supone que lo de mayor precio deben ser los futbolistas que traídos a precio de hoy costarían mas que los actuales, pero eso no representaría mucho dinero, ni es lo que más valor tiene en el caso de la venta del Atlético Quindío.
Lo que más valor tiene son dos cosas, una la ficha para participar en los torneos de Dimayor y la otra es la marca, ese valor supuestamente intangible pero que sirve de vehículo publicitario y escaparate para mostrar los jugadores cuyos derechos deportivos, serán vendidos a clubes más grandes. La ficha, la mal vendieron, pero la marca, salió gratis. Y la marca es, en este caso, nada menos que el sentimiento que tienen las personas de este Departamento por su mayor institución representativa. Todos sabemos el valor que tiene, pero hasta ahora nadie a calculado técnicamente su precio.
En las culturas anglosajonas, el valor de marca es el más importante a la hora de adquirir una compañía y aquí, por la marca “Atlético Quindío” nadie pagó por ella, quienes gestionaron la transición a sociedad anónima deportiva, la regalaron. Recuperar el club es imposible, está vendido. Recuperar la marca hoy no tendría sentido si no hay ficha para participar en los torneos de la Dimayor. Tendríamos entonces una marca para participar en los torneos de la Liga de Fútbol, que no sirven para nada.