sábado 19 Jul 2025
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La pantomima de Maduro

23 agosto 2024 10:30 pm
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Jhon Fáber Quintero Olaya

Las elecciones de Venezuela despertaron un genuino interés en la región. La vecindad y hermandad histórica con esta bella tierra implica para Colombia algo especial. Los límites geográficos y zonas enteras con mezclas culturales, económicas y migratorias compelen a un dialogo permanente entre autoridades transfronterizas. La simpatía actual entre gobiernos facilita esta dinámica. 

Sin embargo, lo acontecido las últimas semanas en Caracas y sus alrededores no admite ningún tipo de apoyo por parte de la comunidad internacional. El 28 de julio millones de personas en todo el mundo acudieron a las urnas creyendo que su voz sería escuchada y ejercieron el derecho al sufragio que es universal en occidente. Desde antes del cómputo oficial del Consejo Nacional Electoral Venezolano se escuchaban voces de triunfo en las toldas chavistas y opositoras. La confusión se hizo caos en las calles con algunos conatos de violencia. 

El paso de las horas llegó con el vaticinio acertados de los más pesimistas concluyendo que Nicolás Maduro tendría 4 años más de periodo presidencial. El juicioso trabajo de María Corina Machado, Edmundo González y todo su equipo político permitió la recolección de actas de votación que iban en sentido contrario a los anuncios oficiales. El hermetismo del organismo electoral y la ausencia de pruebas sobre su dictamen hicieron que, incluso, los mayores defensores del régimen se apartaran de su concepto. 

Estados Unidos y la Unión Europea exigieron la publicación de todos los documentos electorales. La desconfianza en la institucionalidad venezolana y el prístino apoyo popular al candidato contrario del oficialismo permiten colegir que la democracia participativa no siempre coincide con la representativa. La decisión mayoritaria de los venezolanos no ha sido reflejada en los pronunciamientos de sus dignatarios al más alto nivel. 

La Organización de Estados Americanos se ha pronunciado enfática y unánimemente alrededor de dos tópicos cruciales: el conocimiento integral de lo sucedido el 28 de julio y el cese de persecución penal por simple protesta. La represión llegó a niveles dictatoriales, por cuanto las ideas diferentes o pensar contrario da lugar a la injusta privación de la libertad. El delito, por tanto, ya no es una conducta gravísima sino un instrumento de terror para evitar que las personas ejerzan un elemental derecho democrático como lo es la expresión de sus ideas.

Los Estados con administraciones autócratas son las únicas que han reconocido el triunfo de Maduro. Sin embargo, las consecuencias de su terquedad en el poder son diversas y más agudas en Latinoamérica. La salida de miles o millones de venezolanos de su tierra se avizora como una realidad en los meses venideros, por lo que el planeta entero debe prepararse para el éxodo. La migración ya no es un típico problema del norte o del viejo continente, sino que también golpea las puertas de nuestras casas. 

A nivel político el tema venezolano viene fraccionando la integración nuestros países. El rechazo absoluto de Perú, Uruguay y Argentina contrasta con el silencio de Colombia, Brasil y México. En un punto intermedio, pero igualmente crítico ha estado Chile. La economía de toda esta parte de la urbe planetaria requiere con urgencia canales de armonía y desarrollo común, por lo que divisiones entre símiles no ayuda al progreso y la sana convivencia. Venezuela, sin duda, es hoy un desafío entre la autodeterminación de los pueblos y el respeto por la democracia. 

La pantomima de Maduro parece que va a durar 4 años más y lo único que podemos hacer los demás, incluyendo a los venezolanos es observar su show.  

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