Sencillamente inaceptable

22 agosto 2024 10:30 pm

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Por: Fernando Elías Acosta González *

La larga, compleja y profunda crisis del sistema de salud en Colombia ha dado para todo. Un derecho fundamental fue convertido en un vil negocio, en el que un grupúsculo de poderosos de la mano de políticos y actores estatales, encontraron allí “la gallina de los huevos de oro”, que quieren conservarla cueste lo que cueste, pues al final sólo les importa los multimillonarios recursos con los que se están quedando. Pero esa tragedia de nuestro querido y martirizado país, tiene muchas aristas.

Cada quien vela, lucha y defiende sus derechos, lo cual es naturalmente comprensible. Sin embargo, a una gran mayoría de usuarios y pacientes se les olvida que uno de los valores universales es el respeto. Como ellos se sienten maltratados y ultrajados tanto por las EPS como por las IPS, la emprenden contra el primero que se encuentren en su camino, en ese lamentable escenario de dolor, angustia, frustración y rabia. Ante la impotencia por la negativa de un medicamento o de una cita, se desahogan con el más débil, con el que menos tiene la culpa en este intrincado entramado, en donde a los verdaderos responsables lo único que les preocupa son las ganancias al final de mes.

¿Se ha puesto a pensar en los hombres y mujeres: celadores, personal de atención al usuario, enfermeras y médicos que viven una diaria angustia existencial por el elevado estrés y la enorme presión, porque desde que comienzan su jornada hasta que terminan, lo único que reciben son insultos y recriminaciones de toda índole? Son simples empleados sin poder de mando y decisión, que lo único que cumplen son órdenes de sus jefes. En esa cadena de infortunios de la salud en el territorio nacional, ellos que son la parte meramente operativa, les toca ‘chuparse’ la furia de quienes creen de manera errónea que son los culpables.

Esa especie de esquizofrenia colectiva, en la que se arremete en forma desalmada contra otros seres humanos, que por mera necesidad están prestando ese tipo de servicio, está causando graves problemas psíquicos y emocionales en personas que no hallaron opciones laborales menos caóticas, de tanta humillación. Fui testigo de cómo un docente jubilado,cercano a los 70 años de edad, ingresó a un dispensario insultando de todas las formas posibles a una joven que estaba en la ventanilla. “¿Semejante patán es un profesor? ¡Es una vergüenza para el gremio!”, exclamo una dama que estaba presente, ante lo cual complementó un joven usuario: “jamás me hubiera gustado ser alumno de ese señor. ¿Será que ese fue el ejemplo que les dio a sus estudiantes en los salones de clase?”.

En otra droguería también observé cómo de un momento a otro, una chica soltó en llanto: “no soporto más, no aguanto más. Apenas estamos empezando la jornada y me han insultado no sé cuántas veces. No hay derecho a que no traten así. Qué culpa tenemos nosotros que no lleguen los medicamentos. Nosotros no damos órdenes, nosotros no mandamos; ¿por qué la gente es así? Estaba al límite de la desesperación. 

Señores: así no es. Desde siempre se ha dicho que “la violencia genera violencia” y “lo cortés no quita lo valiente”. En términos generales, ese personal – mal pago y con jornadas extenuantes – son otras víctimas inocentes del perverso e infame sistema. Esto me hace recordar la anécdota del hombre que elegantemente vestido, con sombrilla en mano, iba caminando en una lluviosa mañana por una céntrica avenida. De pronto, un carro que pasó por encima de un charco, cerca del andén, “lo bañó”. Justo en ese momento pasaba un perro y el enfurecido ciudadano desfogó su rabia pegándole una patada al noble animal. 

Mahatma Gandhi, el gran pacifista hindú, decía: “ante la injusticia, es un deber revelarse”. Sí, exijan, reclamen, pero a quienes tienen el poder de decisión. Existen los procedimientos y las instancias, tanto en el campo administrativo como judicial para hacer valer sus derechos. No la emprendan contra empleados o funcionarios que apenas son una “simple ficha” en el engranaje de la salud. Si esa fuera su hija, su esposa, su hermana, le gustaría que llegara a casa diciéndole: ¡hoy nuevamente lo único que recibí fue madrazos!

* Colegiado

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