Por: Omar García Ramírez
En nuestro medio, sucede muy a menudo que ciertas distinciones, premios, condecoraciones, van acompañadas de ácida pugna y debate, en donde salen a relucir sobre el escenario de la esfera pública, polémicas que ponen las correspondientes fotografías en los medios; caras circunspectas, o caras molestas; airadas las más. No suelo meterme en debates que a la postre se deben dar por una comunidad, pero ante el silencio reinante, creo oportuno dar una opinión. En el reciente reconocimiento de figuras eminentes del panorama de la cultura de nuestro departamento, un prurito de artista que ha polemizado en el pasado, me asalta. Y la única manera de quitarme la comezón, es escribir algunas líneas.
Estas polémicas, que muchas veces se quedan en murmuraciones, se suscitan muchas veces con razón; es decir si estas distinciones, premios o condecoraciones estuviesen desde un principio enmarcadas dentro de reglas claras y juzgadas por personas independientes sin lazos comerciales, profesionales o personales con los determinantes de los juicios finales, de seguro estas incomodas polémicas, no sucederían. Todos aceptaríamos los fallos proferidos y felicitaríamos a los, o las agraciadas, deseándoles lo mejor.
De tal manera que, no pretendo ser juez, ni tampoco armo facción. Trato de, en caliente, asumir una posición fría y en lo posible, dentro de toda la subjetividad que conlleva el asumir una idea al respecto, abogo por una decisión justa.
En mi opinión el “ganador” en el certamen VIDA Y OBRA 2024 debería renunciar a ese premio, no porque se considere su hoja de vida como funcionario (según pide una de las afectadas y demandante del reconocimiento), sino porque, al ser contratista de dilatada carrera y tener vínculos profesionales con la universidad que evalúa a (los) y (las) candidatas, se debería declarar impedido.
En efecto, tengo entendido que el programa profesionalización de artistas, es un proyecto en el que la institución que él dirige y de la que es dueño o accionista principal, tiene una función, no solo selectiva y organizativa, sino también participativa. De tal manera que, no debería haber sometido su nombre a concurso por razones obvias. Además, se supone que este es, un concurso de méritos destinado a los artistas (no a funcionarios, contratistas, ni burócratas de carrera) por lo tanto, debería mantenerse a salvo de injerencias de entidades interesadas en contrataciones públicas en el departamento del Quindío; ya que por muy bien intencionadas que estén sus labores, cuando se empieza a jugar en la ruletas de las elecciones afectivas, se cruzan ciertos linderos que entran en terrenos reputacionales.
Es un premio que, como tal, debería darse en el seno de la sociedad quindiana. No ceo que se necesite otra experticia más, que la de la sociedad que vio nacer crecer y desarrollar toda una vida de trabajo, en el bien de la cultura regional; un reconocimiento merecido a esos artistas, que pueden ser muchos, o pocos; pero que han dedicados sus esfuerzos a dar lo mejor de sí, en el campo de las artes. Como tal, es muy claro que, es un deber y un derecho de la sociedad del Quindío el gestionar y definir este reconocimiento.
Es común en nuestra querida cultura cafetera que colectivos de personas formen lobby de intereses; teams de contratistas y pequeños organigramas de formas toroidales (léase: roscogramas programáticos) que por décadas (sí, digo bien por décadas y me quedo corto) vienen teniendo injerencia en las decisiones de muchas actividades que se desarrollan en el campo de la cultura. Sobre todo, en las que de por medio, se dispensan jugosos estipendios.
Y es que la cultura municipal, departamental y nacional posee en su diseño interior, estructuras y maquinarias, correas y poleas de trasmisión, puertas giratorias, que conforman un ecosistema cooptado por los malucos de siempre, (como diría con ironía el maestro Memo Vélez ) la castas politiqueras ven a la cultura y sus presupuestos como simples botines de guerra. No de guerra cultural, ni más faltaba ––les faltan lecturas y criterio para tales hazañas––; sino guerra de cuarteles clientelares.
De tal manera que, funcionarios (as) engage, atornillados por lustros, comienzan a adquirir gran maestría en el tráfico de influencias y un refinado disimulo en los manejos non santos de los presupuestos destinados a la cultura. Primero, se ocupan de pequeñas orquestas de empleados polivalentes y supernumerarios, de tres a seis meses, quienes reclaman sus contraprestaciones por el voto dado en la feria democrática. Y son premiados con sillas y escritorios en donde el dolche far niente es su única labor. Cuando demuestran ser más competentes, están destinados a labores más complejas; como el ocuparse de aceitar los mecanismos que permitan la eficiente ejecución de los presupuestos culturales, en favor de los que saben cómo se hacen bien las cosas. Los expertos en las tercerizaciones y demás gestiones opacas que operan dentro de la “legalidad y la ley”.
No contentos con esta labor, de control del contrato público para beneficios privados. Comienzan desde muy temprano en los calendarios a maquinar la entrega de los premios, distinciones, prebendas, medallas y contratos a los genuflexos obsecuentes; sobachaquetas y en especial, a aquellos lagartos de contorsiones refinadas, y afinadas por la práctica metódica de toda una vida revolcándose en el estanque de los presupuestos de la nación.
Es decir, cooptan primero los puestos, atornillan a las fichas claves y por último diseñan el calendario que los hará felices. Morrissey, el famoso cantante del grupo británico “The Clash”, en una de sus canciones escupe: “los criminales educados, trabajan dentro de la ley”.
Para los verdaderos artistas y gestores culturales solo quedan: LOS JUEGOS DEL HAMBRE. Y estos juegos del hambre son juegos de nado contracorriente, premios envenenados, concursos amañados, ya hoy día dirigidos y diseñados, por intermediarios externos al campo de la cultura quindiana y que ya hacen parte de la maquinaria.
Por lo tanto que; un lobista profesional que trabaja en el campo de la música y las danzas, este concursando, es a todas luces un despropósito, puesto que su corporación empresa o negocio tiene injerencia directa en recientes contratos con la universidad que pone los jurados. Esos jurados no pueden ser imparciales; o al menos no pueden sentirse en total libertad de dar un juicio justo, teniendo en cuenta que, ese fallo esta mediado y afectado por otro tipo de intereses. El señor debería retirar su candidatura; de seguro es lo más sensato. Habrá tiempo para que tres generaciones de bailarines, bambuqueros, tipleros y palenqueros mapaleros, puedan rendirle un justo homenaje por su desinteresada labor en beneficio del folclor colombiano.
Y digo esto sin ánimo de polémica; pero, si como artistas, gestores y activos partícipes de la esfera pública de cultura departamental. No podemos conversar y debatir sobre estos asuntos, entonces dejemos que se ocupen de estos temas los señores funcionarios y señoras funcionarias; y pongamos punto final a tan incómodo y bochornoso tema.
Siempre he dicho y reitero que, ciertos certámenes deben ser convocados con bases claras y resultados abiertos; sin opacidades, ni esperpentos jurídicos; esos a los que nos tiene acostumbrados equipos transdisciplinares de burócratas, políticos y algunos especímenes de la depredadora fauna criolla; esa que ha medrado por lustros en nuestro territorio del Sagrado Corazón de Jesús.
Ahora bien, dos señoras artistas, quedan en pugna por tan alto merecimiento. Las dos reúnen los requisitos: toda una vida dedicada a la cultura, vidas dedicadas a la literatura y a la fotografía.
Creo que las dos merecen ese reconocimiento. Aunque no soy fanático de la literatura de una de las agraciadas y quien ha quedado en un segundo lugar, ya que sus obras están en las antípodas de mis gustos; como simple lector de novelas CIFI, dramas o folletines rosa, y literatura ciberpunk, no asimilo bien el soporífero perfume destilado en las páginas de la escritora, a quien relaciono más con ciertas prácticas del performance quirúrgico cercano a las propuestas de la maravillosa Orlan. Artista francesa de avant garde internacional, que en su propio cuerpo aplicó intervenciones estéticas para tener los labios de Afrodita, las cejas de la Venus de Botticelli y hasta las orejas de Nefertiti. Diría Oscar Wilde, con afilada flema británica, que era una mujer preciosa, pero en su rostro se adivinan las influencias de muchas escuelas artísticas; en el rostro de la Orlan; por supuesto.
Más cercano a mis opiniones estéticas; la obra de la fotógrafa, y quien aparece en tercer lugar; es importante, no solo para la historia de la plástica regional, sino nacional. Y ceo que sería importante un reconocimiento para ella; para que por fin se pueda editar un libro con fotografías de calidad. No es posible que, fotografías tan importantes y hermosas, como las del viaje a Egipto y medio oriente en compañía de la brillante escritora Esperanza Jaramillo, pierdan luz y brillo, por estar impresas en monocromías sobre papeles propalcotes de 90 gramos y de baja calidad.
Por lo tanto, abogo por un premio en conjunto, para ellas dos; una diferencia de uno o medio punto de la tabla clasificatoria, entre una y otra, no significa nada; las cámaras digitales de última generación están muy costosas; lo mismo que los honorarios de los Michelangelos de quirófano.
Ahora, si ellas dos, como mujeres inteligentes y artistas de trayectoria, se ponen de acuerdo y se toman un café o una copa de vino; a lo mejor, y eso esperamos todos; deciden por una vez en la vida y haciendo honor a la causa feminista, deponer egos y pensar en cosas más grandes. Solo las mujeres que piensan en cosas grandes y con amplitud de miras, pueden emprender tareas importantes y profundas. Y mientras una compone una crónica y la otra hace un primer plano fotográfico, unen fuerzas para su causa. Si las dos, escritora y fotógrafa, se deciden lanzar para las próximas elecciones al consejo o a la asamblea departamental, en un gesto de cordialidad e inteligencia femenina; ganamos todos. Ellas, en primer lugar, por dar ejemplo de fraternidad; y los artistas, que a lo mejor encuentran en estas dos señoras y artistas, a las auténticas representantes de los intereses de un gremio que ha venido perdiendo peso en medio de rencillas cainitas y genuflexiones al establecimiento. En Colombia necesitamos más Carolinas Corchos; más “fiscales de hierro” como Angélica Monsalve; más artistas que reivindiquen su feminidad, no como una lucha contra el otro, en el sulfuroso espectro de la comunidad sexual; y menos trepas y aduladores. ¡Ah! como añoramos a una señora como Patricia Ariza en el ministerio; solo, cuando ciertos monaguillos que venían del tinglado oficial, hacen aparición en escena y ponen cara de Ramapithecus de las altas esferas, oficiando dirección general en la curia burocrática de la cultura nacional, para mantener la misma línea de intrascendencia en lo social y más eficacia en la manipulación de la cosa pública; comprendemos que hace falta una artista como la señora Ariza, aun con su carga de chamanismo sesentero y wicca postmoderna; como la añoramos y aprendemos a valorarla.
Los torneos simbólicos…Hace tiempo escribí algo sobre esto: (https://griffosdenneonn2.blogspot.com/search?q=DIGRESIONES+SOBRE+LOS+TORNEOS+SIMB%C3%93LICOS) son el escenario en donde se juegan reputaciones, carreras y hasta se dan las batallas externas e internas en los juegos del hambre. Esos que han diseñado una panda de pervertos de la apestosa nomenklatura regional y nacional. Por ello, estos debates sirven para afinar las cuerdas, chasquear las baquetas y bailar el rock and roll. De vez en cuando también, llevar contra las cuerdas a los moppets y a los que están detrás de los diseñadores del espectáculo.
Personalmente, la mauvaise réputación que me precede, reflejada en la canción de Georges brassens; no me ha hecho merecedor a ningún distinción de esta índole. No soy de los que va por su vida maquinando sus laureles o como los que echan panza y cara de perro triste detrás de prebendas y canonjías. Ni de los correveidile del traeylleva, que, como Golums cejijuntos van por los pasillos de los despachos y ministerios, ondeando su colitas de perrillos falderos para los secretarios de despacho.
En alguna oportunidad, fui mencionado en cuarto o quinto lugar para el cinco y seis del Cafeto de oro. A la postre, no fui tenido en cuenta para tan alta distinción, ya que por aquellos días dije que: En tierras de orfebres Quimbayas, y herederos de una rica tradición artesanal, era ridículo que se diese como distinción mayor de la Ciudad Milagro, un adminiculo elaborado en latón de tercera categoría; esto no podía ser bien visto ni por propios y mucho menos por extraños. Agregué que: si no se destinaba un presupuesto digno, para entregar un pequeño trofeo; no de oro, pero al menos en tumbaga; esa primorosa distinción no tendría razón de ser. Y es que, con los presupuestos que se gastan en burocracia parásita e inepta; en derroche y malversación; en carruseles de tercerización para sus partenaires, carteles de la contratación, y todo tipo de malabares oscuros de la traquetocrácia, la cleptocrácia politiquera; diseñada y ejecutada por las eminencias grises de la república de Platanalandia; era imposible no destinar un estipendio generoso para que los orfebres de tradición del pasaje Villa María (considerados por los conaisers de los mejores de Colombia), hicieran los más bellos artefactos conmemorativos. Uno que cualquier prócer cívico o dama distinguida de la sociedad, tuviese en la biblioteca, en la alacena, sobre la nevera No frost de Iván Botero Gómez, o sobre la mesa del televisor Motorola vintage, hasta el fin de sus días. Queremos traer el tesoro Quimbaya ¿para qué? Para que después nos hagan el cambiazo y que nos metan poporos de hojalata; como bien lo dijo el escritor y gestor cultural, Jasón Grajales en un podcast de Radio Onda Solar (Plus+Radio).
Por último…Decir que, un reconocimiento alcanzado en franca lid, es un premio merecido por toda una vida de trabajo en bien de la cultura. Tal vez, el único reconocimiento verdadero que en vida reciben algún (os) (as) (lgtbsmbxxl) artistas. Quien lo gane en honrosa justa, bien merecido lo tiene. Así que, todos de pie y después del Gloria inmarcesible, el himno del hermoso departamento del Quindío…