Equivocadas pedagogías

17 agosto 2024 10:30 pm

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Guillermo Salazar Jiménez

La alegría se desbordó después de ser aceptado en la especialización médica; sin embargo, acompañó la desazón de los compañeros que no lograron el objetivo, todos criticaron que los cupos fueron pocos para el número de concursantes. Más de 100 para solo 7, aseguraron, usted es un verraco, ¡felicitaciones! Rusbel Caminante escuchó tales comentarios y compartió la alegría de su hijo por el cupo para estudiar medicina interna en la Universidad Javeriana de Bogotá. Ambos, padre e hijo, debían asegurar los préstamos requeridos para financiar los altos costos de matrícula y sostenimiento. A continuación, sufrir con los rigores del intenso proceso formativo.

Juanita Lectora, después de conocer la noticia del suicidio de la doctora Catalina Gutiérrez, estudiante de aquella universidad y especialidad médica, consideró que el poco número de aceptados frente a los postulados resulta paso definitivo para reconocerlos como de altas cualidades académicas y personales. Agregó que este filtro de ingreso garantiza los fundamentos médicos básicos para proseguir su proceso formativo de alto nivel; es decir todos los profesionales, ingresantes y profesores, comportan iguales bases científico-profesionales para compartir y aprender juntos. Por ello, la consecuencia del hecho dramático de la doctora Catalina, podría, igualmente, considerarse como un acto de ausencia pedagógica.

Si la medicina es permanente lucha a favor de la salud y contra la enfermedad y la muerte, pensó Rusbel Caminante, resulta incomprensible que el proceso formativo de los aspirantes a especialistas se fundamente en prácticas deshumanizantes. Donde los estudiantes dejan de ser personas con sentimientos, deseos e ideales de amor a los demás. Añadió que el amor por la medicina está muy cercano al amor por los pacientes. Los procesos pedagógicos fundamentados en el maltrato, el trabajo humillante, la imposición de ideas, atiborrar de información, lejos de los sentimientos que encierra proteger la salud de los semejantes, hace de estos programas un fiel reflejo de equivocadas pedagogías.  

Rusbel Caminante apreció como la empatía hace falta en dichas especializaciones para hacer del proceso pedagógico un diálogo respetuoso entre pares y así arribar a la comprensión del mundo de la medicina y la realidad de la salud. Consideró que tal diálogo, basado en la investigación científica y pedagógica, será antídoto contra la imposición académica y el maltrato educativo. La javeriana y demás universidades deben tomar el caso mencionado como punto de partida para actualizar sus pedagogías formativas, donde los derechos de los estudiantes sean compatibles con el derecho humano a la salud.

Juanita Lectora recordó a Paulo Freire en Pedagogía del Oprimido, “cualquiera que sea la situación en la cual alguno de los hombres prohíba a otros que sean sujetos de su búsqueda, se instaura como una situación violenta”, para considerar que la falta de diálogo entre estudiantes y profesores deja un vació enorme, crean y promueven conciencias mecanicistas y ausentes de humanidad, alejadas de seres que comparten la pasión por aprender entre ambos. Concluyó: No basta humillar con el saber docente, porque el saber del estudiante merece respeto. Como afirmó Freire, “la educación es un acto de amor”.

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