Escuelitas de fútbol

11 agosto 2024 10:00 pm

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José A. Soto

Y de repente, nos metimos en un problema. Inscribimos nuestro niño en una escuela de fútbol.

Muchos gastos conlleva la participación activa de un niño en una escuela deportiva. Hay que pagar una matrícula, unas mensualidades, comprar uniformes, uno de entrenamiento y de competencia dos, uno para jugar de local y otro para jugar de visitante, los guayos; sin contar con el transporte, los refrigerios y, en algunos casos, cada vez más, suplementos nutricionales.

No es un gran descubrimiento decir que detrás de estas escuelas hay un muy buen negocio, cosa que no tiene nada de malo; pero el contenido de lo recibido si es poco para tanto gasto.

Las instalaciones, en términos generales no son muy buenas, y en muchos casos, precarias y hasta inseguras para la práctica del deporte.

Las metodologías están  a años luz de lo que se requiere y se recomienda por los especialistas para la formación de futbolistas. No se respetan las etapas blandas, que son las comprendidas entre los seis y doce años, que son para desarrollar la motricidad, la coordinación y el espíritu lúdico, en resumen, para desarrollar la técnica individual: control, pase, regate y remate o golpeo de balón. (Método Grassroots)

El ambiente es otro de los factores que atenta contra el desarrollo deportivo del niño, pues el afán “competitivo” de padres y entrenadores termina por exigir resultados cuantitativos en partidos y torneos. En estas categorías, todos los partidos deberían ser amistosos y sin torneos acumulativos de puntos, en lugar de ellos, lo recomendable son los festivales con participación mixta (niñas y niños).

Capítulo aparte se debe dedicar a los acompañantes y entrenadores. Los acompañantes son y deberán ser los soportes, el apoyo para que los niños practiquen el deporte, son facilitadores, no deben asumir roles de entrenadores, consejeros, ni mucho menos empresarios y no deberían interferir en las decisiones de los entrenadores.

Los entrenadores deberían ser garantes de la evolución técnica de los chicos, no son los “amos”, no son los “patrones” no deben gritar y tratar mal, ni despectivamente a sus grupos, deben ser respetuosos y ayudar a que los niños y niñas desarrollen sus capacidades naturales.

Lástima que todo lo que esperábamos que nuestro niño interior recibiera, se convirtió en una pesadilla, el niño viene llorando porque no juega, porque su entrenador lo humilla y porque su padre le dice que es tonto, porque no finge; que no tiene carácter y que no es competitivo, que por eso no llegará a ninguna parte en la vida. Y con esas recomendaciones, así será.

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