Jhon Faber Quintero Olaya
Desde el 7 de agosto de 2022 el país vio posesionarse al primer presidente de izquierda en su historia republicana. El mensaje de esperanza y de unidad estuvo precedido por una serie de encuentros con líderes políticos de todas las vertientes, pero también con una promesa de cambio que muchos esperan. Los primeros días del actual gobierno, como todo su periodo, no han sido fáciles pero el epilogo resultaba prometedor. El congreso tenía una afinidad mayoritaria por el ejecutivo y sus primeras iniciativas se debatieron a la velocidad de la luz.
En el campo muchos ciudadanos alentados por la reforma rural se tomaron diversas extensiones de tierra con el argumento de la connivencia presidencial. Los indígenas se volvieron residentes permanentes de la capital de la república y aunque algunos de sus líderes ocupan posiciones de relevancia nacional e internacional siguen realizando sus reclamos y bloqueando vías, particularmente en el Cauca. Los anhelos de la Colombia profunda aún no ven la luz al final del túnel y, por el contrario, los históricos problemas de seguridad persisten y se agudizan.
El romance con el legislativo cambió súbitamente por la ambivalencia del discurso oficial. Los permanentes llamados a un acuerdo nacional son poco claros y carecen de un eje programático sólido para entender su alcance. La Constituyente, por ejemplo, no ayuda en ese camino, por cuanto se convierte en una caja de pandora para la confianza suficiente. Los trinos del jefe de Estado tampoco colaboran en el propósito de la convergencia colectiva, puesto que no son se caracterizan por su mala escritura, sino también por su beligerancia. La diplomacia en el principal residente de la Casa de Nariño se olvida cotidianamente.
Pero las discusiones trascienden el escenario de las redes sociales cuando el ex senador Petro se enfrenta con los medios de comunicación o cancela su agenda con excusas que preocupan a los más desentendidos. La refutación de opiniones de algunos periodistas no se realiza con informes o ruedas de prensa que sustenten un argumento oficial, sino a través de la informalidad de X. Los niveles de tolerancia con la crítica o el desacuerdo son mínimos en los simpatizantes de las ideas del cambio.
Las relaciones con la rama judicial no son malas, pero han tenido tropiezos. El presidente ha dejado plantados a algunos magistrados en eventos o cenas oficiales y ha violentado discursivamente la autonomía e independencia judicial. Sin embargo, a nivel presupuestal ha existido un compromiso con la administración de justicia y también se han conformado comisiones para una reforma estructural en este importante servicio. El nombramiento de ministros competentes también ha facilitado que el sector tenga una ruta clara.
A nivel internacional los mensajes de defensa del medio ambiente y la transformación del enfoque de la lucha contra las drogas han sido escuchados. El mandatario Petro ha sido invitado a diferentes foros para plantear sus tesis y los resultados se pueden destacar como la COP 16 en Cali o la conferencia de seguridad en Múnich, Alemania. La protección de la Amazonía en concurso con Brasil también está en los éxitos a nivel externo del gobierno Petro.
En la región Colombia asumió una postura destacada y prudente alrededor de los lamentables acontecimientos recientes de Venezuela. La oposición y el oficialismo ven en la mediación internacional de nuestra nación un camino posible para la solución pacífica de la actual crisis democrática, pero a este planteamiento le quedan muchos retos. Sin embargo, Latinoamérica no está en su momento de mayor unión porque tenemos una región fragmentada a nivel diplomático y consular. A los problemas el vecino país se une el reciente altercado entre Nicaragua y Brasil o el disenso de Argentina con México o de éste con Ecuador. Petro no es culpable de estos desniveles exteriores, pero ellos afectan ostensiblemente la política exterior patria.
El cambio va a mitad de camino y sus reformas tienen luces y sombras, admiradores y detractores. La gestión presidencial no es la panacea que se prometió, pero tampoco el desastre que algunos venden. Muchas cosas quedaran como legado y otras seguro decaerán en el inmediato porvenir.