domingo 22 Jun 2025
-

Los Bobos Vivos

6 agosto 2024 11:48 pm
Compartir:

Hans-Peter Knudsen*

Nunca olvidaré la «famosa mano de Dios» de Maradona, a través de la cual Argentina venció a Inglaterra en los cuartos de final del Campeonato Mundial de Fútbol de 1986 en México. El mundo entero presenció la más exquisita representación del “bobo vivo” y la aplaudió con furor. El bobo vivo se convirtió en héroe, nacional e internacional, y el mundo, especialmente los más jóvenes, recibió el mensaje contundente del “todo vale”.

Desde ese momento, me he cuestionado qué hubiera sucedido si Maradona, cuando el árbitro pitó el gol, hubiese dicho: “No, no, señor juez, está equivocado. Ese gol es nulo porque lo hice con la mano”. Seguramente en Argentina lo hubiesen odiado inicialmente. ¡Pero qué mensaje más valioso, más contundente, más honesto y más formador hubiese regalado Maradona al mundo entero!

Como este ejemplo del mundo del deporte, hay miles en las diferentes expresiones del comportamiento humano. ¿No es similar cuando «soluciono» el problema de transitar con exceso de velocidad o adelantar en un tramo de doble raya con una «propina» al agente que “me ha pillado”? La realidad es que el infractor siente que estuvo de malas, y el gran culpable es ese agente que lo ha detenido, quien, además, es un corrupto porque le sacó el billetico. El problema no es haber cometido la infracción, es haber sido pillado. Si el infractor, como Maradona debería haber hecho, dijera: “Señor agente, tiene usted toda la razón, por favor disculpe mi contravención. Dígame qué debo hacer para pagar el comparendo, cuál es el trámite, dónde lo realizo”, y después de recibir el comparendo, se despidiera con un “muchas gracias, señor agente. Cuente usted con que tendré mayor cuidado en adelante”, seguramente nuestra sociedad mejoraría significativamente. Debo confesar que recientemente me sucedió en la bajada de La Línea, llegando a Calarcá, donde un control de velocidad marcó que venía superando la permitida. Fue bien simpático ver la cara del agente cuando me excusé sinceramente, le solicité el comparendo, le prometí tener más cuidado la próxima vez y lo felicité por la importante labor que estaban desarrollando, especialmente en un tramo donde se presentan con frecuencia incidentes y accidentes por velocidad y fallas de frenos.

Depende únicamente de cada uno de nosotros que este segundo escenario sea realidad: el de la honestidad, el del reconocimiento del error, el de la disposición a la enmienda. Un acto como el propuesto, inicialmente solitario, tendrá repercusiones inmensas. Imaginemos el efecto en los hijos o menores de edad que viajan con el infractor, o en quienes lo acompañan, o en los múltiples pasajeros en el vehículo de transporte público, o en el mismo agente que los detuvo. Este aparente pequeño ejemplo podrá iniciar verdaderas ondas de contagio y de impacto múltiple.

Por desgracia, bobos vivos vemos todos los días en múltiples circunstancias. El que arranca a toda velocidad cuando dan vía libre en los denominados “pare y siga” para adelantar a los que más pueda, o quien le pasa el billete al funcionario para que lo atienda antes que a los que llevan un buen tiempo haciendo cola, o el que encuentra el camino para obtener una liquidación de impuesto predial más baja de lo que debe ser. Estoy seguro que todos nosotros podríamos escribir páginas enteras con ejemplos de bobos vivos. La gran pregunta, y muy de fondo, es: ¿en cuántos de esos ejemplos he sido yo el bobo vivo?

Culturalmente, el efecto del bobo vivo es devastador. El niño que comienza a entender que su padre soluciona el incumplimiento de las normas sociales con un acto de corrupción necesariamente comienza a ver la corrupción como algo aceptable, viable e imitable. El pequeño bobo vivo de hoy es, en potencia, el gran zar de la corrupción de mañana.

El paso por la Rectoría del Rosario me dejó infinitas satisfacciones, lecciones de vida y ejemplos a seguir. Pero también me regaló enseñanzas sobre lo que “no quiero ser”. Como el caso de aquel estudiante que sancionamos por haber presentado una excusa médica falsa y que llegó a la Rectoría acompañado por su padre, a amenazar con una demanda a la universidad. Su propio padre exponía con mucha energía que “el muchacho no puede ser sancionado porque no fue quien se robó el formato preimpreso del médico”, sino que había sido él, el padre, quien lo había robado, diligenciado y entregado al hijo, con la instrucción de llevarlo y presentarlo en la universidad. El maestro bobo vivo formando al alumno bobo vivo.

*Rector Universidad del Rosario (2002-2014), Embajador de Colombia en Alemania (2018-2022)

[email protected]

Te puede interesar

Lo más leído

El Quindiano le recomienda