Francisco A. Cifuentes S.
“La conciencia cínica saca la conclusión de las experiencias malas de todos los tiempos, y solo hace valer indiferencias sin perspectivas de la cruda realidad. El cinismo moderno es el ovillo en el que se entrelazan todas las contorsiones de una doctrina inmoral de inteligencia” (Kant, La Paz Perpetua)
INTROITO: El otro cinismo
Justamente ahora que gran parte del mundo académico está celebrando los trescientos años del natalicio del gran filósofo Immanuel Kant (Königsberg, 1724-1804), es importante por lo menos volver a leer tres pequeños tratados, que siguen teniendo mucha vigencia: Hacia la paz perpetua, ¿Qué significa orientarse en el pensamiento? y Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración? Con perdón de los tratadistas especializados convendría hacer uso público de sus razonamientos y propuestas, por lo menos para realizar algunos comentarios críticos a la actual situación mundial y nacional; aunque sea echando mano ligeramente de algunas categorías y frases y ciertos comentaristas suyos. Pues esto, creo yo, daría algunas luces para entender la maraña mediática en que nos tiene secuestrado el pensamiento en la actualidad y desde hace muchos años; sobre todo en el terreno de la política.
En esta nota no nos referimos al cinismo como escuela de pensamiento presocrático, sino como actitud y discurso de doble moral y desfachatez ante los estragos de los poderes y las tomas de posición ante las crueldades de las guerras que hoy tiñen de negro y sangre diversas naciones y pueblos; ante la ceguera de los organismos internacionales, ONGs, líderes políticos y sociales y una buena parte de las sociedades.
El cinismo global frente a la muerte y el martirio de los niños en Ucrania y Gaza, el aumento del hambre y la pobreza en los campos de concentración y en las calles, el surgimiento de nuevas enfermedades y el olvido frente al SIDA, la COVID 19, la malaria y la tuberculosis. El hecho contundente de que la educación en la práctica no es un derecho cuando nadie puede ir a las escuelas, colegios y universidades en Gaza y en gran parte de Ucrania y el estruendoso caso de los carrotanques en la Guajira, mientras muchos se siguen muriendo de sed en ese bello rincón de nuestra patria.
Así y todo, se dice que en el orbe y en el país, existen gobernantes y ministros inteligentes, funcionarios acuciosos y pulcros, que solemos aprender de las malas experiencias, que no hay indiferencias y estamos ante mejores perspectivas para afrontar la cruel realidad. Esto, solo para parodiar un poco la cita del introito.
Parece que los terremotos, los sunamis y la pandemia nos acostumbraron a la muerte, los entierros, las lágrimas colectivas, las ceremonias fúnebres, a no alcanzar a hacer los duelos necesarios, y así, solo así, quedar totalmente dispuestos para matar en cualquier parte y ver matar desde la alcoba y el escritorio. Pues ya es normal “… un uso de seres humanos como meras máquinas einstrumentos en manos del otro… y del Estado” (KANT. Ídem)
Verdad y mentira en sentido estricto
Tengo en este momento encendido el televisor, la radio y estoy frente al celular y el computador. Confieso que esto para mí no es normal, pero para la mayoría de los jóvenes sí. Advierto que todos me dicen una verdad distinta y me presentan el mismo fenómeno a su manera, ilustrado con imágenes desde ópticas diferentes, porque la mirada se construye igual que la noticia y la narración. Y análisis diferentes porque cada uno fundamenta a su manera una verdad y un relato, que se convierte en dato, estadística, hecho y consigna.
Leyendo precisamente a Kant pude haber creído que existía una imposibilidad para la mentira universal; pues talvez, nos constriñeran algunos imperativos categóricos como Dios, la inmortalidad y la libertad, que él cita en sus Críticas. Pero Nietzsche ya declaró hace más de un siglo la muerte de Dios, desde la Ilustración estamos avanzando cada vez más hacia un mundo desacralizado y laico, al desencantamiento del mundo y a la infinita no constatación de alguna inmortalidad de los seres; por supuesto no nos queda sino el recurso de la libertad para tratarla como imperativo, mandato y obligación de respetarla y lograrla.
Pero la libertad de prensa está amenazada por doquier, la supuesta democratización de la información hace que cada quien crea y cree una verdad; la apertura de redes, cuentas y plataformas propias de personas, partidos y Estados para gestionar la información, crear relatos, juzgar y emitir veredictos con memes y montajes anónimos, hacen más factible la mentira universal. Las construcciones de la Inteligencia Artificial (IA) hacen desaparecer el autor, los autores y la originalidad.
Intereses, egoísmos y delirios
Cuando se habla del choque de las culturas, de los modelos económicos, de los factores ideológicos y de las banderas políticas; lo que se está encubriendo son los intereses geopolíticos de los Estados, los bloques y las alianzas diseñadas por EE. UU, Rusia, China, Irán, Emiratos Árabes, el Sudeste Asiático, la Región Índigo Pacífica, África y América.
Cuando habla Trump acerca del fraude electoral en su contra, se presenta la toma del capitolio norteamericano, se acusa a Husein de tener armas químicas, se suicida un científico inglés por mentir al respecto, Busch declara una guerra y comete crímenes y genocidio, no se habla tanto del petróleo, de la personalidad del líder, de los delirios de persecución y de los negacionismos que algunos políticos y gobernantes han tomado frente al Covid 19 y el calentamiento global. Si las Naciones Unidas, la Comunidad Europea, la OEA o la Corte Penal Internacional pretenden hacer declaraciones o sentencias, no encuentran mayorías, no hay forma real de aplicar sus decisiones o simplemente se producen vetos y abstenciones. Es decir, no existe realmente una comunidad de naciones o una federación como la denominaba Kant; tampoco hay un uso racional de la libertad yestán ausentes los mandatos ilustrados de la moral y de la ética frente a la defensa de la vida.
Ya la libertad no es un imperativo categórico, en la medida que los Estados, los gobiernos, las guerrillas y los paramilitares la cercenan y la desestiman cada uno a su manera. Y los Derechos Humanos, como las tareas de reducción de carbono, no las firman ni las acogen muchos países.
Más bien, estamos frente al “Macabro delirio del miedo”, “Sintiéndonos los mismos asesinos del pasado” y generando una “conciencia del suicidio colectivo” (SLOTERDIJK, Crítica de la razón cínica. Siruela. España. 2003).
Viejos y nuevos relatos
Aún estamos presos de los modelos económicos y políticos del pasado y sus relatos más horripilantes: capitalismo salvaje, imperialismos de viejo y nuevo cuño, neoliberalismo, marxismo, comunismo, nazismo, fascismo, sionismo, islamismo, islamoizquierdismo, democracias y liberalismos en crisis y degenerados.
Pero la realidad no basta, existe una verdadera confusión epistémica y un relativismo moral, que nos lleva a una repetición empobrecida de discursos ya superados o simples opiniones meramente vinculadas al entorno y a la coyuntura; donde no hay opinión cierta, por fuera de los academicismos, los partidos, las religiones y por supuesto los Estados.
Así, entonces parece que hemos perdido “esa capacidad de vivir en la pluralidad sin iniciar ninguna acción vinculada a la fuerza… que constituiría la libertad propia, a la vez que aseguraría la libertad de los demás” (Hanna Arendt)
Con esos relatos y esos ismos, en la televisión, la radio, las redes y los periódicos, cada día nos colocan en la encrucijada de decidir entre Trump y Baden, entre Putin y Zelensqui, entre Rusia y Ucrania, entre Gaza e Israel, entre paramilitares y guerrillas, entre Mancuso y Timochenko, entre Uribe y Petro; olvidándonos de los Derechos Humanos, escondiendo los narcisismos y convirtiéndonos cada vez más en idiotas útiles; que no sabemos orientar nuestro entendimiento porque aún parece que no estamos en la mayoría de edad y menos, hemos alcanzado la verdadera ilustración.
Utopías vigentes
Es cierto que el panorama mundial y nacional es crítico y tal vez así haya sido toda la historia de la humanidad; por lo tanto, no sé si pasar de las enciclopedias a los periódicos, para aterrarme o consolarme. Pero aún me suenan y deseo que a muchos les suceda lo mismo, con las siguientes categorías, propuestas o simplemente frases que aún tienen o podrán tener eco, en cierta asamblea, en cierta clase o en esta columna: la Paz Perpetua y la Ciudadanía Universal de Kant, “La Casa de Asterión” de Borges y “Plant City”, que es una instalación del arquitecto Liam Young, diseñada para que se hablen 7.047 lenguas, se celebren 2555 festivales culturales al año y convivan miles de millones de creyentes diversos “un espacio que promete ser el último resabio existente de la humanidad” (LOMELI, Julieta) Desde estas perspectivas será posible que alguna vez se produzcan reales y sinceras negociaciones y tratados de paz; donde no haya suspensión de diálogos para poder matar y acabar con la libertad al seguir secuestrando, donde no se bombardeen las escuelas y los hospitales, donde las dictaduras y los vecinos no mientan y donde no se obstaculicen las treguas para poder comer y vivir instantes de paz.
Ahora es más pertinente la tarea de la filosofía al atreverse a pensar lo impensado, ayudar a crear nuevas narrativas; leer, escuchar y actuar desde el naufragio de la civilización actual. Es decir, como diría Sócrates: ser el aguijón de la sociedad.
Y agregaríamos acerca de la posibilidad de darle un “tejido sensible” al llamado “tejido social”, para emocionar y sensibilizar gobiernos y sociedades. Así mismo, concebir y exponer una “estética de la política”; pues abundan los discursos, ademanes, memes, tuiters, consignas y bodegas que configuran la sopa digital, la cual es el caldo de cultivo para la mentira, la polarización, la adhesión ideologizada y la utilización de idiotas útiles.