De la noche al día

Tiempo después se casó y ahora nos visitaba con su esposa, una “paisita” de nombre Gloria. Nosotros somos de la costa pacífica del Chocó, en límites con Panamá; somos de comunidades negras.
3 agosto 2024 10:27 pm

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Un texto de Ofelia Arévalo A. Editado por Cafe& Letras Renata. Taller de escritura creativa.

A finales de agosto en Buenaventura el calor apretaba y más en la casa de mi tía María con su techo de Eternit y sin cielo raso.  Estaba anunciada la visita de mi primo Carlos con su esposa para quedarse dos días, como pasaba dos o tres veces al año. Él también recibió el apoyo de mi tía y vivió aquí para poder terminar su bachillerato, pero luego se fue a estudiar a la universidad del Quindío y ya sólo venía de visita. Tiempo después se casó y ahora nos visitaba con su esposa, una “paisita” de nombre Gloria. Nosotros somos de la costa pacífica del Chocó, en límites con Panamá; somos de comunidades negras. La verdad para mí lo único que significaba esta visita era más oficio. No era que me cayeran mal, sólo que no me importaba mucho y menos ahora.

Acababa de terminar bachillerato, pero el resultado de mi ICFES fue un desastre, lo que no dejó contenta a mi tía que era quien me había criado, cuando mi mamá decidió que eso era lo mejor. Yo no decía nada, pero pensaba:

-Y para qué diablos necesito puntaje alto si jamás tendré la mínima opción de estudiar más-, pues era consciente que de milagro había podido terminar a “trancazos” el once.  Me la pasaba en la cocina o el lavadero más de lo normal, pues eran parte diaria de mi vida desde que crecí lo suficiente para   alcanzar el lavadero o las mesas de la cocina. Quería desaparecer porque yo era el tema de conversación de todos y odiaba ver cómo me miraban.

Llegó la visita y los instalamos. Por la noche en la conversación general yo fui el tema.  Me escurrí hasta la oscuridad de la cocina y me senté en el suelo. De pronto sentí que mi vida siempre, bueno casi siempre, era como una larga y oscura noche.  

Siguieron hablando de cosas de la ciudad y de la familia, hasta que llegó mi otra tía y su esposo Eduardo, estibador en Colpuertos, que son vecinos. Fue entonces cuando oí a Gloria preguntar sobre mis futuros estudios y la respuesta del señor Eduardo, con su tono de voz de sabelotodo:

-¡Noo,  ella qué más va estudiar¡,  si le va bien se casará con un  “polinero”, ahí, tendrá  sus hijos y ya queda organizadita. Y agregó, a la pregunta de Gloria respecto a qué ocupación era ésa –Ah claro, usted es del interior no sabe; son los hombres que bajan a hombro los troncos de madera de los barcos madereros de cabotaje, para los aserríos y agencias que hay en El Piñal.

-¡Tampoco!  ¡deje de ser exagerado!  Dijo Carlos. Nadie habló más del asunto y se despidieron.   De repente oí a Gloria Inés llamándome.

-¡Consuelo!…¡Consue!…¿Qué se hizo?…¿Dónde anda?

-¡Sí señora, ya voy! .  Compuse el gesto y salí hasta donde estaban ellos: ¿Será que les traigo un tintico? Sé que a usted le gusta.

No, no mija,  Me miró y me dijo:

-Consue, venga con nosotros, que yo voy volver a presentar el ICFES, porque el que tengo se me venció. Hacemos el curso de seis meses, estamos justo a tiempo porque inicia en septiembre, pasamos el examen, nos presentamos a la Uni.  y a estudiar se dijo, hasta que nos volvamos doctoras.  ¿Qué tal?  Yo creo que María le da el permiso…

Nadie habló y yo menos… estaba helada… no tenía claro lo que había escuchado o, mejor dicho, lo que creía haber oído…  no podía ser cierto…

Es que ustedes se van mañana y yo tengo toda la ropa en jabón, yo creo que no me puedo ir…-

Hoy cuando recuerdo esa noche no puedo menos que reírme de la bobada que contesté, pero creo que fue miedo e incredulidad.

Ella no dijo nada, mi tía sólo me miró, pero no se habló más del asunto.  A la siguiente noche, después de que se fueron, poco faltó para que mi tía me diera una “fuetera” como decimos por acá; así que tan pronto pude, con mi exiguo equipaje, viajé a la casa de ellos en Armenia.

No fue nada fácil porque nunca había viajado y menos a otro departamento; todo era nuevo para mí: costumbres, formas de expresión, nuevos significados para muchas palabras, el transporte urbano con nombre y número de rutas que debía aprender cuanto antes, los nombres de tantas cosas que más de una vez pensé en devolverme, pero recordar las palabras del señor Eduardo para mi futuro y la terrible visión de esa imagen, me hacía respirar y retomar el compromiso conmigo misma.  Lo otro, fue el genuino interés que sentí de parte de mi familia:  Gloria, Carlos y mi tía, cuando me llamaba, para que todo me saliera bien.

… Y pues sí… para mi fortuna, todo pasó como Gloria lo dijo esa noche. 

Me matriculé en Uniquindío y me gradué en Pedagogía Reeducativa. Fui la primera profesional de mi familia más cercana; de eso hace más de 30 años. Siempre he trabajado en mi área académica; recién graduada me fui a Pereira por opción de trabajo y me quedé. Mi tía María ya no está y los que quedan de la familia, tampoco viven allá, pero aún visito el puerto. 

Siento que el destino o Dios, como cada quien quiera llamarlo, me dio un inmenso regalo con realizaciones que ni siquiera eran posibles en el más disparatado de mis sueños. Ah… y mi compañero de vida no es un polinero, es un profesional en áreas afines a las que yo desempeño

Cuando pienso en todo esto, sigo sin entender la afortunada concurrencia de todos los hechos que viví y hoy más que nunca, creo que algo así es lo que llaman milagro.

Sí, fue y es el amanecer de un día lleno de sol. 

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