Pacto Histórico: hacia un partido unitario y democrático

2 agosto 2024 10:30 pm

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Al interior de los movimientos sociales se está promoviendo la discusión de la Agenda reformista que adelanta el Gobierno del presidente Gustavo Petro, la cual es muy importante, dado que la misma, contiene una propuesta que de manera efectiva busca hacer un conjunto de cambios que superen las desigualdades, construyan justicia social y la paz en Colombia. No obstante, es cada vez más claro que 4 años de gobierno son insuficientes para adelantar dicha agenda, esto no implica, como lo ha expresado de manera reiterada el presidente Gustavo Petro, que haya reelección, tema que ha sido descartado por el presidente y por el gobierno, dado que esto implicaría una reforma constitucional y una disputa sin cuartel en el Congreso de la República que desgastaría mucho al gobierno en los resultados y avances que debe mostrar estos dos años en función de la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo y el proceso de aprobación de las reformas e implementación de las mismas.

En este contexto, además del avance del proceso reformista en curso, una segunda tarea que es fundamental y estratégica para el proyecto político del Pacto Histórico, es la organización del Partido Unitario, el Partido es el único instrumento que existe en las democracias modernas para desarrollar un proyecto político en el mediano y largo plazo. El Partido es por definición el órgano que conecta a la sociedad civil con el Estado, constituye el escenario de la movilización de las ideas, de la construcción del programa con la ciudadanía para que este sea proyectado en un gobierno. Es el escenario en donde se forman los hombres y mujeres de Estado que harán parte del gobierno y de los cuerpos colegiados del Estado y llevarán a cabo las políticas públicas que se acordaron con la sociedad en su conjunto.

Por la importancia de esta discusión para la vida democrática del país, traigo algunas reflexiones de Antonio Gramsci sobre lo que debería ser un Partido en una crítica a la visión tradicional de los mismos, esto en el contexto de las conversaciones que se adelantan para conformar una colectividad unitaria del progresismo de cara al proceso electoral del año 2026.

El Partido es el escenario en el cual se deben ir creando los perfiles de una nueva cultura y una nueva sociedad, desde allí se ejerce una crítica a la concepción de Partido como máquinas en proceso de burocratización. Por eso va más allá de la visión tradicional, en donde el Partido está inscrito en una visión economicista y mecánica de aglutinar a una clase con un programa predeterminado, que ha redundado en la práctica posterior en que se constituyan organizaciones sectarias, en donde la política es considerada una “cosa aparte”, que no tiene nada que ver con la transformación de la cultura, como si la política fuera un asunto referido a la empiria, sin ideología, sin historia nacional e internacional, sin cultura. En este sentido, el gran pensador del Siglo 20 presenta cinco temas en su reflexión sobre el partido que vale la pena traer a la discusión de la Colombia contemporánea (1).

1. El Partido debe superar una tradición que lo ha llevado a ser una organización sectaria.

2. Se debe plantear una discusión frente al economicismo, y analizar la dimensión política de la estructura económica. Si el partido está supeditado a una visión economicista o del programa predeterminado, los intelectuales y militantes se convierten sólo en administradores del aparato. Es la equivocada visión de que la existencia organizada del aparato tiene por sí mismo un poder transformador.

3. Pugna porque los debates deban ser de carácter público y bajo normas democráticas.

4. La conciencia de sólo pensar de manera local y Nacional, cuando la reflexión debe ser universal sobre los problemas que aquejan al mundo contemporáneo.

5. El partido no es un fin en sí mismo, es un instrumento para la transformación. El Partido no es un elemento sectario. El partido no puede estar sacralizado, debe sufrir una permanente adaptación de acuerdo a las circunstancias históricas.

En este sentido para Gramsci, la existencia de un Partido no es la mera organización, el Partido debe incorporarse en la vida política, social y cultural de la nación, por eso el partido no puede estar inscrito en la concepción de una secta que defiende un dogma, sino en la realización de la reforma intelectual y moral de la sociedad, lo que significa la creación de una nueva cultura. Por eso para Gramsci, el Partido debe proponerse organizar una voluntad colectiva popular nacional que lleve a cabo el proceso reformista y debe ser la escuela para forjar los hombres y mujeres de Estado. Esto implica que el Partido, el nuevo príncipe moderno, debe desarrollar las investigaciones, el conocimiento, los argumentos que permita el desarrollo de las aspiraciones e ideas de los representados.

En sus cuadernos de la cárcel, Gramsci plantea que, si no ocurre el desarrollo de una visión teórica, de creación de cultura política desde el partido lo que ocurre es la «escasez de hombres Estado, de gobierno, miseria de la vida parlamentaria, facilidad de disgregación de los partidos, corrompiendo y absorbiendo a los pocos hombres indispensables. Por lo tanto, miseria de la vida cultural y angustia mezquina de la alta cultura: en lugar de la historia política, la erudición desencarnada; en lugar de la religión, la superstición; en lugar de los libros y de las grandes revistas, el periódico y el folleto” (2). De esta manera, según Gramsci, la burocracia jerárquica substituía la jerarquía intelectual y política.

Esto implica que el partido debe inscribirse en su propia estrategia nacional, que consulte con los referentes culturales e históricos de su nación, si la estrategia es una copia de otras experiencias, los consensos serán superficiales y artificiales. Si el Partido se fundamenta en la construcción de una nueva cultura política con la sociedad civil para desarrollarla en el Estado, su finalidad central ya no será la “disciplina”, ni la “obediencia al jefe carismático”, porque su objetivo central será abrirse y crear una nueva cultura para buscar consensos en torno a la transformación, bajo la creación y la libertad individual.

Es importante traer a este momento el pensamiento de Gramsci, porque puede arrojar luces sobre la discusión que acometen las diversas colectividades que conforman la coalición del pacto histórico,  nombre que deviene por cierto, de los conceptos e ideas del precitado pensador, como lo expresábamos al inicio de este escrito, son dos retos los que tiene el Pacto Histórico: la culminación de dos años de realizaciones del primer gobierno progresista de Colombia y la constitución del partido unitario, con la convergencia de todas las fuerzas políticas y sociales del progresismo que luego deberá converger en un frente político con sectores del centro y liberalismo que posibilite la consolidación de mayorías alrededor de un programa, que dé continuidad a la transformación de Colombia .

La decisión de constituir el Partido no sólo debería estar motivada por la exigencia pragmática de cumplir los requisitos para lograr el umbral y mantener las curules congresionales, sino por la convicción profunda de que transformar a Colombia va a requerir un proyecto estratégico nacional que sólo puede desarrollar a través de un Partido sólido y democrático.

Esto supone que el Partido que se constituya, sea de afiliados, con reglas de juego claras y democráticas para la participación en las instancias de dirección municipales, departamentales y nacional, con debates abiertos, consensos fundamentados en la transparencia y el respeto a reglas de juego democráticas. Si lo que se pretende es hacer un cambio profundo en Colombia, el Partido no puede reproducir las abyectas formas como el bipartidismo tradicional han mantenido el poder político en Colombia para extender las desigualdades y la exclusión social. El gamonalismo, el centralismo antidemocrático, el clientelismo, no puede hacer parte de un repertorio organizativo de una política del cambio, la política misma debe ser reformada en Colombia, y esto es un reto legal y cultural.

En ese contexto, es necesario que se logre la aprobación de una reforma política en el Congreso de la República, que obligue a que los Partidos en Colombia dejen de ser meras empresas electorales, sin la obligatoriedad de demostrar prácticas democráticas en sus actuaciones. Esa reforma implicará que, ante la existencia de listas cerradas para aspirar a corporaciones colegiadas, los partidos deben apelar a mecanismos democráticos para la organización de las mismas, no por decisiones a puerta cerradas de individuos, por más importantes que sean dentro de la colectividad. Estas listas deben considerar la exigencia de la paridad, la interseccionalidad, esto es, la participación de mujeres, hombres, etnias, diversidades, respetando la paridad entre hombres y mujeres. De igual manera se deben establecer mecanismos de consultas para definir candidatos o candidatas a cargos uninominales, lo que puede desarrollarse mediante mecanismos de encuestas pactadas, o consulta popular dentro de los afiliados o al conjunto de la sociedad, lo importante es que las reglas de juego sean pactadas por los participantes y que se acaten los resultados. La democracia al interior del partido es lo único que puede garantizar la unidad del mismo.

En el caso colombiano, si no hay reforma política, a mi juicio, no existen las condiciones para que en el Pacto Histórico se presenten listas cerradas, dado que no existen los mecanismos democráticos para la definición del orden de las mismas, sin estos mecanismos, se dará al traste con la unidad y la construcción de partido y, por tanto, con la posibilidad de dar continuidad al proyecto de transformación de Colombia. Esto fue evidente en las elecciones regionales de octubre del año 2023, en donde se fracturó el progresismo en el país, se dieron prácticas como definición de listas a concejos municipales a dedo sin consultar las bases, candidatos a cargos uninominales proclamados por espacios antidemocráticos, pérdida de posibilidad de participación en las elecciones por demoras en el nivel central para entregar avales, presencia hasta de dos y tres candidatos de la misma coalición, en la misma región compitiendo por cargos uninominales, ruptura del programa del cambio por acuerdos de algunos sectores de la coalición en apoyo a candidatos de la oposición, desconexión de las direcciones de los partidos con las bases, disputas intestinas por el control de aparatos para lograr participar en las listas a lo largo y ancho del país. Por supuesto, que los resultados electorales fueron ominosos, y el retroceso en el proyecto del cambio fue enorme, en tanto, no pudo demostrarse que el Cambio también es, reformar la política y sus formas en sí misma.

Esa desastrosa experiencia debe traer aprendizajes, en la vida individual y colectiva se aprende por la vía de la conciencia o de la tragedia, aquí corresponde apelar a ambas vías, por tanto, ante la ausencia de una reforma política,  lo más democrático y garante de una construcción unitaria sería la lista abierta a corporaciones colegiadas y las consultas a cargos uninominales, que posibilite que sea el voto popular quien defina la conformación de la bancada congresional, eso implica el despliegue de los esfuerzos de quienes entren en competencia para la consecución de votos, esta misma acción da una perspectiva de ampliación de afiliados al Partido. Lo contrario, lo único que garantizaría son rupturas internas por el control de los aparatos que definen el orden de las listas, y un distanciamiento profundo con la necesidad de transformación democrática que reclama el pueblo colombiano. En esas circunstancias, el Partido quedará encerrado en sí mismo en disputas intestinas, desconectado de un proyecto nacional que requiere que el Nuevo Príncipe Moderno, el dirigente e intelectual colectivo, el Partido, enfile sus esfuerzos en hacer de la política el arte de transformar la cultura y de politizar la sociedad civil para llevar a cabo la reforma intelectual y moral, lo que implica inscribir un programa en la historia nacional colombiana que dignifique al conjunto del pueblo colombiano.

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Gramsci, A., Quaderni, Edición crítica de Valentino Gerratana, p.1629.

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