Gilberto Zaraza Arcila
Quien participa en unas elecciones debe aceptar el sistema electoral y las normas establecidas. Quien considere que no tiene garantías para participar, no debe hacerlo. Pero, no es ético participar y reconocer la legitimidad del proceso y el triunfo, si gana. Y desconocerlo si pierde. Si se aceptan las reglas de juego se deben reconocer los resultados.
El sistema electoral venezolano es moderno y confiable. Esta sistematizado opera con huella digital y voto electrónico. Se vota en una máquina que imprime unas actas con el mismo código de la máquina. Existen testigos electorales, observadores internacionales y auditorias al proceso.
Sin embargo, desde antes de las elecciones la propaganda de la extrema derecha replicada por politizados medios de desinformación, se informaba que la dictadura haría fraude. Y se mostraban encuestas manipuladas donde mostraban que ganaría el candidato de la oposición por mas de 40 puntos de ventaja.
Si existiera dictadura, no habría elecciones, los opositores estuvieran muertos, exiliados o detenidos, no se permitirían las protestas, ni presidentes interinos manejando y saqueando los bienes públicos. E incurriendo en traición a la patria al invitar a una invasión y dar un golpe de Estado. Dictaduras las de Pinochet, Videla y Uribe, que oprimieron y asesinaron a miles de opositores. Y en vez de ser sancionadas por Estados Unidos fueron apoyadas.
El gobierno de Venezuela ha perdido y reconocido elecciones. La de 2015 donde perdió las elecciones legislativas y las del 2021 donde perdió en varios estados y cientos de alcaldías. Los diputados, gobernadores y alcaldes han podido ejercer sus mandatos sin ningún problema.
Si bien es cierto no se ha dado a conocer el resultado total y final, hay que tener en cuenta que según el CNE el sistema sufrió un ataque cibernético y hackeos, para sabotear el proceso, restarles credibilidad y confiabilidad a los resultados y justificar el supuesto fraude. Para despejar las dudas se deben verificar las mas de 30.000 actas de escrutinio expedidas por las máquinas.
Los países que se autoproclaman adalides de la democracia y la libertad pero que tienen doble moral, desconocen los resultados. No respetan la soberanía de las naciones, violan acuerdos de la ONU sobre libre autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en asuntos internos de los países. Sin participar en ninguna elección designaron al títere Guaidó como presidente interino y le entregaron empresas, bienes y dinero de Venezuela, que mal administró y se robó.
En sus países tienen procesos electorales turbios y fraudulentos. En el 2000 en Estados Unidos le hicieron fraude en la Florida al candidato presidencial Al Gore, para darle después de un mes, un triunfo espurio al republicano George Bush. Trump en el 2020 promovió una toma violenta del capitolio para desconocer la derrota electoral. Lo mismo hizo Bolsonaro en Brasil. En Colombia en 1970 le robaron el triunfo legítimo a Gustavo Rojas Pinilla. Y narcoparamilitares y empresarios foráneos han elegido ilícitamente como presidentes a Samper, Uribe, Santos y Duque. El sistema electoral colombiano es manual y uno de los más fraudulentos del mundo. Se incurre en toda clase de delitos electorales, sin consecuencia. La compra venta de votos y avales es generalizada. Las pruebas se encuentran en el libro “Así se roban las elecciones en Colombia” de Gustavo Bolívar.
De manera hipócrita politiqueros dicen estar preocupados por la suerte de los venezolanos, pero solicitan profundizar las sanciones económicas contra Venezuela. Son sabedores que el injusto, ilegal y criminal bloqueo económico, financiero y comercial, el congelamiento de las cuentas y metales preciosos y el embargo de empresas como CITGO y Monómeros, es el causante de la diáspora venezolana, del desempleo y hambre del pueblo, y la destrucción de la economía nacional. Si levantaran las sanciones que mantiene contra Cuba y Venezuela, la economía se reactivaría y el modelo socialista funcionaría para mejorar la calidad de vida de toda la población. Pero no lo hace porque quiere imponer el modelo político y económico neoliberal.
Dicen que no pueden ser cómplices de un fraude, pero con total insensibilidad son cómplices y apoyan el genocidio que Israel y Estados Unidos vienen cometiendo desde hace 76 años en Palestina. Ni tampoco les preocupa la diáspora colombiana de 5 millones de colombianos que viven y trabajan fuera del país, 1.3 millones en Venezuela, por falta de oportunidades en su país.
Me parece muy extraña la exigencia de transparencia electoral en Venezuela, pero no en Colombia y Estados Unidos. La OEA interviene exigiendo claridad, pero no lo hizo en el 2.000 en Estados Unidos, porque el imperio no permite ninguna intromisión.