Sueños versus ilusiones

25 julio 2024 10:30 pm

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Agostino Abate

La difusión tan universal de drogas, alcohol, psicofármacos entre los jóvenes y muy jóvenes, con todos los fenómenos negativos conexos, preocupa siempre más a los educadores de todas las latitudes. Para superar la problemática el camino no es ciertamente la represión porque sería como curar una enfermedad con cuidados paliativos que contrastan los síntomas, sin buscar las causas de la enfermedad que tiene su origen en la sociedad actual.

Resumo estas causas en tres palabras-conceptos.

La primera palabra-concepto es egoísmo. Un niño que crece acostumbrado a ver satisfecho todo capricho que tiene, rodeado por adultos que confunden el querer con el concederlo todo, corre el riesgo de acostumbrarse a tomar lo que quiere como un derecho, a no hacerle caso a los deseos ajenos y a encontrarse con un vacío que ha de llenar, a menudo, con algo dañino.

La segunda palabra-concepto es competencia. La competencia en todo ámbito social, comprendiendo la escuela, se ha vuelto un mito absoluto. Hay que competir, hay que prevalecer. Se afirma, de hecho, que si existe la competencia todos se vuelven mejores. Sin embargo, este mito de la competencia corre el riesgo de hacer ver a los demás como adversarios que hay que superar o aplastar.

Lo anterior también puede hacer sentir a las personas potencialmente frágiles, débiles, perdedoras y por esto más expuestas a formas de fuga destructivas. El alcohol y la droga relajan, borran la inseguridad patológica que a menudo es hija de una competencia despiadada.

La tercera palabra-concepto es cinismo. Los jóvenes tienen hambre de futuro, pero a causa de la precariedad en que vive la sociedad actual a menudo fatigan proyectarlo para sus vidas. También porque escuchan de los adultos palabras cínicas, inhumanas: una resignación con tonos negativos presentada como sabiduría que pretende no ilusionar a los jóvenes invitándolos a permanecer con los pies anclados a la tierra alejándolos de todo sueño.

Sin grandes ideales, humanamente no se crece y se puede ceder a la tentación de huir a otros lugares, a otros mundos, los de las dependencias; realidades que ofrecen adrenalina y bienestar, por lo menos por un corto tiempo. En este contexto, la tarea a la cual está llamada la escuela es decisiva. Para contrarrestar las tres actitudes descritas, los docentes aliados con las familias y las instituciones educativas deberían proponer tres antídotos a las problemáticas enunciadas.

Al egoísmo, la biblioterapia.

Toda la literatura puede volverse un laboratorio de empatía. Los libros son como viajes en el corazón de otras personas y de otros mundos como por ejemplo los libros clásicos, pero también los contemporáneos pueden ayudar a comprender a los demás en profundidad a adentrarse en el interior de las personas y por ende a respetarlas. La literatura regala una riqueza casi incontable de palabras, y quien conoce las palabras está mejor capacitado para comprender lo que los otros tienen en su corazón. Una riqueza de vocabulario, paradójicamente, previene la violencia que inicia donde el lenguaje termina.

A la competencia despiadada, el don.

La escuela puede enseñar que la felicidad nace desde el trabajar en equipo, desde el dejar una señal positiva en las vidas de quienes encontramos, desde el donar algo bello a los demás sin ánimo de superarlos o dejarlos atrás. La felicidad no es un dominio, es un bien regalado que precisamente porque gratuito se expande y une a todos.

Al cinismo, el deseo.

Son los sueños que dan forma a la vida. Soñar de cambiar el mundo es la base para llegar a incidir sobre la realidad. Los grandes literatos, filósofos, científicos siempre han sido soñadores. Un sueño auténtico es distinto de la ilusión. La ilusión es fuga de lo real. el sueño radica en lo real y sabe detectar las mejores potencialidades para hacerlo realidad. Las dependencias ilusionan, los sueños son el camino para reencontrarse.

Frente a la actual situación caótica no podemos quedarnos en lamentos. Hay que tener planes para salir de ella. No se puede caminar sin rumbos ni metas. Así nos enseña Arturo Cova, el personaje más importante de La vorágine una conocida novela de José Eustasio Rivera publicada en 1924 y considerada un clásico de la literatura colombiana y latinoamericana.

El escritor abre su novela con esta frase icónica:” Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”.

Más adelante con imágenes dantescas describe lo más crucial de su existencia.: “La devoradora falange iba dejando fogatas en los llanos ennegrecidos, sobre cuerpos de animales achicharrados, y en toda la curva del horizonte los troncos de las palmeras ardían como cirios enormes.

El traquido de los arbustos, el ululante coro de las sierpes y de las fieras, el tropel de los ganados pavóricos, el amargo olor a carnes quemadas, agasajáronme la soberbia; y sentí deleite por todo lo que moría a la zaga de mi ilusión (…) ”.

Arturo finalmente después de muchas peripecias logra reencontrarse con Alicia. Alicia da a luz a un sietemesino, hijo de Arturo, y temiendo que el recién nacido se contagie de alguna peste, los tres huyen a la selva.

Arturo Cova es el narrador y el personaje principal de la novela. Es un joven tolimense que estudió en la capital. Es intelectual y poeta. Buscando escapar de la cárcel, decide huir con su amante, Alicia, y se lanza a la aventura adentrándose en la selva. Tiende a soñar despierto, cavilar y divagar. Vive enamorado del amor, más que de alguna mujer específica, y tiene cierta nostalgia romántica. Sueña con enamorarse perdidamente, con envejecer junto a su amada, en algún lugar remoto y con una vida sencilla.

Frecuentemente, su carácter educado y culto es interrumpido por ataques impulsivos que se juntan con el abuso del alcohol, los celos enfermizos y su gusto por las apuestas. Tiene momentos de absoluta locura, irracionalidad y destrucción, en los que pierde hasta la noción del tiempo. Es moralmente débil, pero es fiel a sus sueños. Y logra superarlo todo.

Es un ejemplo literario de cómo es posible salir de las situaciones más complicadas que presenta el entorno cuando se tiene el ideal de encontrar lo que se busca pues no hay dificultades insuperables ni siquiera la de la dependencia enfermiza.

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