Roberto Estefan Chehab
Cuando escuchaba a Gustavo Petro, en campaña, lo confieso, por mi mente pasaba la idea de que “este señor muestra intenciones de construir proyectos interesantes” y la verdad, me resistía a profundizar sobre esa posibilidad pues realmente era más fuerte la desconfianza que sentía que la contingencia de una oportunidad de créele. Y es que estoy plenamente convencido de la injusta situación social que hay en nuestra patria. Las diferencias sociales son absurdas y la irresponsable actitud del colombiano, en general: difícilmente se puede hablar de un espíritu social comprometido y por eso las personas a medida que escalan un mejor vivir se van olvidando del compromiso social respecto a la obligación para con el contexto en general. Es una forma de crecer egoístamente lo cual nos ha llevado a un país muy desigual. Entonces escuchar a alguien con ideas más aterrizadas a un buen cambio, con deseos más coherentes a como debe ser una sociedad humana me parecía interesante. Todos tenemos derecho a una vida en condiciones dignas, lo cual no significa iguales, siempre existirán estratos y niveles de acuerdo con distintas variables, pero bajo la premisa de que no falte el alimento, el techo, la salud y la educación para nadie. Obviamente con oportunidades de trabajo y progreso que al final redundan en el buen desarrollo para todos. Entonces, muy en silencio me hacia la pregunta de ¡hasta donde mi prevención podría estar jugando en mi una mala pasada y estaba siendo injusto al resistirme a dar crédito a tan interesantes planteamientos! Y cuando miraba alrededor de nuestras fronteras percibiendo la catástrofe de los gobiernos “progresistas” pensaba que a nosotros no nos iba a pasar nada mejor y entonces me resistía aún más en créele al señor Petro. Pero algo por allá muy adentro decía “ojalá sea cierto” pues lo que no dudaba era en la necesidad de un cambio en muchos aspectos. Pensaba en el éxito de Navarro Wolf en Nariño, también en la seriedad del Senador Robledo y de otros importantes personajes de la izquierda con lo cual intentaba darme alguna esperanza: no es sano descalificar y generalizar. Supongo que al exministro Gaviria y a muchos otros que iniciaron aceptando formar parte del nuevo gobierno y rápidamente se apartaron, les pasó algo similar. Pero hoy veo que no estaba equivocado: tengo la convicción de estar en manos de un gobierno inepto, dirigido por una persona cuyas peculiaridades ya son muy evidentes y con base en ello no es posible esperar nada bueno. Donde prima el narcisismo y el egoísmo además del odio y la incoherencia es imposible construir justicia, equilibrio y paz. Además del derroche de las personas cercanas, los vergonzosos escándalos, la improvisación, el desprecio por las fuerzas militares y el cinismo. No es personal; muy tristemente estamos en manos de un equipo, un jefe y una ruta equivocados. Que pesar: la patria está en peligro. [email protected]