SANGRE Y POESÍA EN LA HISTORIA (Primera parte)

24 julio 2024 10:30 pm

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Por Francisco A. Cifuentes S.

“Y el hedor a sangre humana me sonríe alegrando mi corazón…”

(Las Euménides. Esquilo)

Presentación

Con desfachatez y talvez con cinismo tengo que confesarle a la audiencia que estoy envenenado, crónicamente envenenado, si, enturbiada mi alma y mis venas por el torrente de noticias de guerra, maledicencia y mentira por doquier. Qué más se puede deducir de un consumo exasperado de prensa, televisión, radio y redes que en todo momento solo transmiten muertes, violaciones, fraudes, discursos falaces, hambre y falsas esperanzas de redenciones que nunca llegan. Orar, orar, matar, matar, mendigar, mendigar, prometer, prometer… y todo sigue igual; pero no solo aquí, en cualquier parte del mundo y en cualquier época de la historia.

Como refugio no me queda sino la música y la poesía; porque hasta mi afición por la filosofía ya me preocupa; pues siempre tiendo a reflexionar sobre algo que nunca cesará y corro el riesgo del nihilismo y el anarquismo, ante la debacle de los relatos, las supuestas verdades y las utopías enmarañadas. Y qué decir de mis estudios de historia, siempre para constatarme la desgracia humana, las caras horrendas de todos los poderes, partidos, movimientos y gobernantes. Que desgracia la de los intelectuales, apelar siempre a los textos para sosegar sus dudas de lo que pudo haber sido y no fue. Una vez más, el canto, la lírica, los pinceles, los bronces y las piruetas, trabajan para noblemente engañarnos y disimular la angustia de la cruel realidad, de la que no se tiene escapatoria.

Y en ese desvarío de la búsqueda de desintoxicación, al alejarme de los grandes tratados de politología, sociología y geopolítica, recalo en ensayos de poesía para refrescar el espíritu; pero vaya paradoja, vuelvo a recaer, por otra vía, justamente la más lúcida y noble, a pensar y repensar, a sentir y hacer catarsis por el camino de la poesía, que me advierte desde sus inicios inmemorables, que se cantó a la guerra, a la lucha por la amada, la tierra, las ilusiones, las patrias y todo tipo de entelequia humana.

Así y todo, cayó a mis manos y mis ojos el poeta chileno Raúl Zurita con un conjunto de ensayos sobre poesía universal, latinoamericana y austral en particular. Va desde Garcilaso de la Vega a Dante, desde Homero hasta Huidobro, desde Shakespeare hasta

Nicanor Parra, pasando por Neruda, Vallejo, Violeta Parra y revisitando los cuadros de Francis Bacon y Mata. Pero en todo este trasegar ensayístico es siempre un poeta delicado y hondo, muy humano, penetrante en la historia, asaltado por la crueldad y el amor. De tal suerte que aquí no me propongo analizarlo, sino, descaradamente usar algunas de sus frases más dicientes sobre la historia sangrienta de la humanidad, presente en todo el devenir poético de los bardos de todos los tiempos, para desahogarme con mis impresiones referidas al presente y a los retazos de las imágenes de épocas, personajes y coyunturas, que no hacen más que darles crédito a sus sentimientos más lúcidos.

SOMOS CONTEMPORÁNEOS DE LAS CAVERNAS

“…y lo que pareciera mostrarnos nuestra contemporaneidad – su pulsión de muerte, su violencia, su amor sofocado – es que no hemos salido de la saga homérica, como si lo que continuase perpetuándose, no fuese sino la furia de sus

cantos” (ZURITA, Raúl. Ensayos Reunidos. Random House. Barcelona. 2023.p.51)

De niño solía ver películas de guerra, curiosamente me emocionaban las batallas de los antiguos ejércitos bien ataviados de penachos, hierros y aceros. Y las multitudes de lanzadores de flechas, de carros arrasadores, de caballos encabritados, de elefantes pisoteadores, de leones devoradores y de muchedumbres aplaudiendo y gritando ante los héroes triunfantes o derribados en la arena ensangrentada. Pasé a ver películas del oeste americano, donde los civilizados arrasaban los indígenas y les robaban el oro y la tierra, para después matarse entre ellos borrachos en las tabernas donde imperaba igualmente la ley del más fuerte, mientras se aclimataba la figura del sheriff y se construía la del policía universal, que con orgullo detenta el imperialismo gringo.

Posteriormente estuve embebido en todo tipo de películas sobre la Primera y la Segunda Guerra Mundial y cuando ya lo hice por conocer historia como tal, terminé en documentales de sangre, pólvora, gases y dizque pactos de paz, que solo consistieron en el dominio de los fuertes sobre los débiles a nombre de la democracia, la libertad y los derechos, que hasta la actualidad se siguen pisoteando. Dónde quedó Versalles, Potsdam, Oslo, Campo David, el Pacto de Varsovia, la OTAN y el bello lema de Libertad, Igualdad y Solidaridad.

En qué quedó Wisconsin, Benidorm, Guadalupe Salcedo, la pacificación del Frente Nacional, el Acuerdo de Paz y en que va a quedar la Constitución de 1991. No sabemos nada, porque la historia se construye para derrotar la verdad y santificar la mentira por medio de constituciones, acuerdos, códigos y leyes para poder soportar en algo el presente y el porvenir. Ya lo había insinuado Nietzsche en la Genealogía de la Moral,

Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado y Foucault lo denunció hasta hace muy poco en La Verdad y las Formas Jurídicas.

A estas alturas cabe establecer muchas dudas nuevamente. Hemos progresado realmente, somos contemporáneos de qué, qué es lo verdaderamente humano, el odio está abrazado al amor, quién escribe la historia, qué filósofo tiene la verdad, cuál es el dios más omnipotente, cuál es el dios más indulgente. Ningún tratado y ninguna disciplina puede anclarlo. Y la poesía y la música sólo nos dan consuelo en este valle de lágrimas, donde es necesario seguir haciendo arte para disimular, para construir fantasías ante los fantasmas más reales, para imaginar el cielo, porque seguimos en el infierno y a lo sumo en el purgatorio. Dante nos vuelve a echar una mano y aún, talvez, le podamos creer a Milton en su Jerusalén Liberada. Pero yo sigo en las nubes viendo las batallas de los ejércitos que un día de adolescencia me describió Papini en El Diablo.

Con qué retrato esta rara contemporaneidad: la pulsión de muerte, el principio del placer, el principio de realidad, la lucha de clases, el deseo deleuziano, los micropoderes de Foucault, la tanatología, el eje del mal, Alá, Yahvé, Jesús, los Partidos Únicos, las izquierdas, las derechas, los centros, el arco iris, los verdes podridos, las locuras, el amor o el poliamor. Qué escojan los más sabios y atinados.

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