Hans-Peter Knudsen*
Con desconcierto vemos como nuestro país, y nuestras regiones, se parecen a ese juego de la niñez llamado la “pelota loca” o la “pelota saltarina”. Pareciera que aquella pequeña bola de goma que se lanza y salta en distintas direcciones, sin ningún patrón definido, a velocidades importantes y con la fuerza suficiente para hacer daños múltiples, describe acertadamente lo que vivimos, a nivel nacional y a nivel regional. La diferencia grande es que los daños de estas “pelotas locas” que nos gobiernan (y con esta expresión me refiero exclusivamente al juego mencionado) tienen impacto en las personas, en las familias, en la comunidad, en la sociedad en general.
La ausencia de una verdadera visión compartida de futuro, de un hilo conductor de modelo de sociedad de largo plazo y de la aceptación de unos mínimos no negociables de convivencia civilizada, nos lleva a tener programas de gobierno, de los gobiernos de turno, que casi siempre inician desconociendo con sevicia lo que sus antecesores han hecho y convenciéndose que son los llamados a inventar lo divino y lo humano. Casi siempre, en el ocaso del periodo gubernamental correspondiente, comienzan a darse cuenta que sus inventos ya existían y que, en muchos casos, habían funcionado igual o mejor que el propio, el “más” novedoso.
Pero lo que es más grave es que esos planes de gobierno, más no de Estado, se fraccionan en micro planes, creativamente diseñados por el responsable de turno de la cartera respectiva. Sin ninguna articulación con el equipo de Gobierno o con los mismos equipos de la Cartera, sin ninguna continuidad y, lo que es más grave, sin ninguna rendición de cuentas ni responsabilidad por los recursos, y el tiempo, perdido.
En mi vida profesional tuve oportunidad de servir a Colombia a través de Proexport Colombia (hoy ProColombia) durante 6 años, habiendo sido seleccionado a través de un concurso abierto, público y riguroso que implementó el Ministro Carlos Ronderos. En esos 6 años tuve 6 Ministros de Comercio Exterior y 6 Presidentes de Proexport. Cada Ministro y cada Presidente de Proexport llegó con su propia carta de navegación, empeñados en ponerle el sello PERSONAL que los haría pasar a la historia. Vivimos en esos 6 años desde las órdenes de salir a “maletear” y lograr pedidos concretos y efectivos para inodoros inteligentes (efectivamente, inodoros inteligentes!!!), pasando por dedicar el 90% del tiempo a la elaboración de absurdos cuadros de control, que pretendían medir absolutamente todo lo que el Director de la Oficina hacía minuto a minuto, hasta la programación de “Tés empresariales” (si, ha leído bien, Tés empresariales. Espacios programados por los Directores de las Oficinas en el Exterior para tomar Té y hablar con empresarios locales del país respectivo sobre negocios potenciales).
En otras palabras, tenemos una Orquesta sinfónica compuesta por músicos, muchos de ellos sin haber tocado un solo instrumento en su vida, que los convocamos para dar un concierto en el cual cada uno llevará, y tocará, su propia partitura (pareciera que no importa cuál) y en donde el Director de la Sinfónica esta para definir quien se sienta en qué silla, a tocar qué instrumento. Esta realidad, bastante caricaturizada, nos ha costado demasiado. Nos ha costado demasiado porque seguimos hablando de los mismos temas, aun con el paso de las décadas, seguimos cuestionándonos los mismos indicadores, seguimos conscientes de lo mucho que debemos hacer (pero que no hemos hecho).
En la Universidad del Rosario, con el equipo Directivo del momento, reiterábamos permanentemente: “Tenemos que pasar de la iniciativa a la acabativa”. Lo que sucede es que para pasar a la acabativa tenemos que saber, todos, como es esa acabativa. Qué necesitamos hacer, en cuánto tiempo lo debemos hacer, quienes serán los responsables de hacerlo, de donde saldrán los recursos, cómo apalancarnos en lo realizado antes de nosotros y como garantizar que quienes nos sucedan realmente tomen la posta y construyan sobre lo construido.
Un buen ejemplo de lo valioso que es definir esos lineamientos de largo plazo, esos mínimos no negociables aceptados por todos, esos fundamentales sociales imperativos, es Alemania. Un país que terminó derrotado, y completamente destruido, al final de la segunda guerra mundial en 1945 y que bajo el liderazgo de verdaderos líderes y estadistas ha mantenido su modelo de país basado en la Economía social de mercado, para convertirse en la sociedad que es hoy. Incluso, en el momento de la reunificación alemana, el modelo fue ratificado y se mantiene como “faro orientador”. Sin duda alguna Alemania enfrenta hoy grandes retos, como muchos países de la región y del mundo, pero es más fácil, y tiene mayor probabilidad de éxito, cuando esos retos se trabajan en equipo, con claridad de visión y con principios y valores compartidos.
Frente a nuestro momento actual, en Colombia y en el Quindío, para cuándo las líneas fundamentales, las visiones de Estado y las partituras compartidas?
*Rector Universidad del Rosario (2002-2014), Embajador de Colombia en Alemania (2018-2022)