El montaje de la ópera La traviata (La descarriada) a cargo del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y la Compañía Estable, con la dirección musical del maestro Andrés Orozco Estrada, marcó uno de los puntos más altos de la temporada para la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y el Coro Nacional de Colombia, dos agrupaciones apoyadas por el programa presidencial Sonidos para la Construcción de Paz.
El mismo fin de semana que la selección Colombia de fútbol se jugaba el campeonato de la Copa América, con entradas que superaron los miles de dólares, sin duda el partido más importante de su historia desde que quedó campeona de ese torneo en 2001, el Coro Nacional de Colombia, la selección de las mejores voces lírica del país y la Orquesta Sinfónica Nacional, la selección de los mejores músicos clásicos del país exhibían su mejor momento artístico en el montaje de La traviata (La descarriada), una de las óperas más famosas y queridas del compositor italiano Giuseppe Verdi (1813-1901).
Entre el 12 y el 14 de julio, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo fue el escenario de una de las producciones más esperadas del año para los amantes de la ópera: el montaje de la obra de Verdi a cargo de la Compañía Estable, con la dirección musical del maestro Andrés Orozco Estrada y bajo las directrices escénicas de Pedro Salazar, quien se inspiró en la sociedad frívola y de clase alta de la Bogotá de los años 30 y 40 del siglo pasado para recrear la historia del amor frustrado de Violetta Valéry y Alfredo Germont, basada a su vez en la novela La dama de las camelias del escritor francés Alejandro Dumas (hijo), publicada en París en 1848.
“Investigamos varios burdeles de la época, entre ellos uno que se llamaba El Rosedal, que quedaba en la 7ma con 50. Las descripciones y las crónicas hablan de una copa de neón de champaña que echaba burbujas desde un carro convertible Ford de los años 30 parqueado afuera. No se trata de hacer un proceso documental de esa Bogotá, sino de tener un punto de partida para generar un París que sea un universo propio, nuestro, y que tengamos algo qué decir desde nuestra experiencia en esa ciudad”, contó Salazar el día del ensayo general.
Una puesta en escena sofisticada y elegante, a manera de tríptico, pensada para que los personajes principales, encarnados por solistas de talla internacional; el Coro Nacional, en el papel de esa sociedad capitalina extasiada y prejuiciosa; y el ambiente de una Bogotá de oropel, se conjuguen en armonía para componer un cuadro trágico y a la vez crítico de la época.
“Es un melodrama clásico, como lo vemos en las telenovelas. Es música con drama, que nos cuenta esta historia exacerbada de las emociones internas. Violetta Valéry y La traviata hablan de cómo encontrar la libertad a través del amor, de amar al que yo quiera más allá de las clases sociales, de esa sociedad que tiene tabús de prohibición y que busca sus lugares de desfogue, adonde acudían estos hombres que no pueden vivir libremente sus vidas”, dijo Salazar.