Gilberto Zaraza Arcila
El domingo pasado los colombianos esperábamos con ansiedad e ilusión que fuera un dia histórico de júbilo y orgullo, con la obtención de la Copa América, derrotando al campeón mundial. Pero como ha sido habitual nos faltaron cinco centavos para el peso. La selección tuvo una victoria moral, pero una nueva frustración. Una doble y vergonzosa derrota. Perdió en la cancha y fuera de ella.
La deportiva, porque siendo la mejor selección no lo demostró en el examen final. La oportunidad de obtener la gloria y el reconocimiento mundial de ser campeones de américa y jugar la copa finalísima con el campeón de Europa, no se podía desaprovechar. El domingo no tuvieron la casta, la jerarquía, la verraquera y el hambre de gloria que deben tener los campeones. Que, si tuvo España para ser campeón de Europa y que tiene Argentina, aunque no venía jugando bien y se había salvado de la eliminación por falta de definición de Ecuador. Los argentinos dieron el 120%, corrieron más, buscaron y crearon los espacios y aprovecharon las oportunidades y los errores del rival.
Colombia tenía que jugar su mejor partido, por el contrario, fue su partido más discreto, bajaron su rendimiento y cometieron errores. Nuestra figura fue el arquero que nos salvó de una derrota más amplia. Era el mejor equipo, pero le quedó grande la copa. La selección gana partidos, pero no campeonatos. Les falta mentalidad campeona.
Los futbolistas colombianos no aprenden la lección. Han perdido muchas finales y semifinales de torneos suramericanos por falta de concentración, control emocional y serenidad al definir las oportunidades y cobrar penales.
América de Cali perdió cuatro finales de la Copa Libertadores. Hace 10 años en el mundial, siendo mejor, el peor Brasil de la historia que fue vapuleado por Alemania 7 – 1, con la sola camiseta nos eliminó e impidió llegar a semifinales. En el 2001 ganamos la Copa América porque no vino Argentina, por falta de seguridad y Brasil trajo una selección alterna.
Pero la derrota más vergonzosa es la de la imagen, la falta de cultura y de respeto a las normas, de una minoría de colombianos intemperantes. El presidente de la Federación Colombiana de Futbol Ramón Jesurum y su hijo fueron detenidos por agresión a un oficial de la policía. Y centenares de desadaptados sociales entraron por la fuerza y sin boleta al estadio de Miami, como lo hacen en Transmilenio en Bogotá, sin pagar y haciendo daños. La estampida y el vandalismo de gamberros que se enfrentaron a piedra a la policía, rompieron puertas y rejas, dañaron el aire acondicionado, destruyeron las escaleras eléctricas y ocuparon los puestos de quienes habían pagado las boletas, retrasó más de una hora el inicio del evento.
En las celebraciones en el país también se presentaron hechos lamentables. Enfrentamiento y riñas entre hinchas embrutecidos por el alcohol, dejaron muertos, heridos, detenidos y miles de comparendos por infracciones de tránsito, como también ocurrió cuando ganó la copa. Los colombianos son conformistas, se contentan con poco y no saben celebrar. Se les olvida que después del campeón, todos son perdedores. El gobierno nacional se unió a esta euforia triunfalista. De manera incomprensible, decretó anticipadamente un dia cívico para celebrar una derrota y premiar la ineficiencia. Todo un despropósito.
Tenemos que aprender a ser más exigentes y más ambiciosos. Aprender de los argentinos que no quieren perder nada. De su combatividad, carácter, temple, espíritu de lucha y hambre de gloria, para ganarlo todo. Y de la sociedad civilizada, para comportarnos con mesura y respeto a los derechos de los demás.