Entre la Sociedad del conocimiento y la sociedad de la Ignorancia

12 julio 2024 10:30 pm

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Mg. Christian Ríos M.

Politólogo Internacionalista

En la era de la información y del mundo digital, resulta paradójico que estemos viviendo en lo que algunos llaman «la sociedad de la ignorancia». Con el acceso sin precedentes a datos y conocimientos a través de internet, uno esperaría un incremento en la sapiencia individual, pero en su defecto en la colectiva. Sin embargo, parece que estamos experimentando lo contrario: una proliferación de desinformación, superficialidad y falta de pensamiento crítico.

Antoni Brey en uno de sus múltiples ensayos reflexiona sobre: “reflexión sobre la relación del individuo con el conocimiento en el mundo hiperconectado” y es aquí donde pretendo dilucidar un escenario distópico sobre la paradoja informática actual de la modernidad, el conocimiento al servicio de la humanidad, pero su uso al momento está en contraste con la realidad. Este análisis pretende explorar y reflexionar algunas causas, consecuencias y posibles soluciones para este fenómeno, abarcando aspectos educativos, tecnológicos y sociales.

La Sobreabundancia de Información

Uno de los principales problemas que presenta el mundo globalizado es la sobreabundancia de información que circula en la hiperconectividad. Todos los días, millones de datos nuevos se añaden a la red, creando un océano de información en el cual es difícil navegar llegando ahogarnos sobre su mismo torrente digital dificultando saber si lo que leemos es verdadero o falso. Al contraste, la capacidad humana para procesar esta información no ha crecido al mismo ritmo, lo que nos deja abrumados y vulnerables a la desinformación. En este contexto, distinguir entre información fiable y falsa se ha vuelto una tarea titánica, por ende, esta sobrecarga de información ha venido trayendo consigo confusión y aceptación acrítica de información incorrecta.

Las Redes Sociales

Las redes sociales han democratizado la creación y distribución de contenido, permitiendo a cualquiera con un dispositivo conectado a internet compartir sus ideas con el mundo. Interconectarnos en tiempo real podía haber sido impensable en los albores de la edad media, sin embargo, la globalización con la modernidad permitió que los seres humanos estemos a la merced de la peligrosa difusión masiva de noticias y perfiles falsos, sin poder tener claridad si las identidades son verdaderas o estamos a punto de caer en estafas digitales. Las plataformas, en su búsqueda de maximizar el engagement, priorizan contenido sensacionalista y emocionalmente cargado sobre información veraz y bien investigada, para ello, las redes sociales utilizan algoritmos que priorizan el contenido desde la emocionalidad y que, a menudo, está a expensas de credibilidad, precisión y veracidad.

El Declive del Pensamiento Crítico

La educación tradicional tiene grandes retos en este periodo post pandemia, aun a pesar de las transformaciones que el mundo ha develado la educación no ha evolucionado lo suficiente para preparar a los individuos para este nuevo entorno. El pensamiento crítico, la capacidad de analizar y evaluar información de manera lógica y racional, es más importante que nunca. Sin embargo, muchos sistemas educativos siguen priorizando la memorización sobre el análisis, dejando a las personas mal equipadas para navegar en la complejidad de la información moderna.

Ahora bien, la consecuencia a todo este océano de información digital, redes sociales y la falta de pensamiento crítico en los individuos ha generado incapacidad para poder filtrar y racionalizar la información que llega a sus manos, ha creado una ignorancia global que no debe ser vista como una cuestión individual, sino un problema que tiene profundas implicaciones sociales y políticas. La proliferación de creencias erróneas y la desinformación generalizada de forma masiva puede llegar a influir en elecciones democráticas, políticas públicas, incluso en debates sociales. La desinformación puede manipular la opinión pública y polarizar la sociedad, debilitando incluso los procesos democráticos.

La crisis climática, por ejemplo, ha sido exacerbada por la desinformación y la negación de la ciencia. La salud pública también ha sufrido, como vimos durante la pandemia de COVID-19, donde la difusión de teorías antivacunas y remedios falsos complicó los esfuerzos para controlar el virus.

Para combatir la sociedad de la ignorancia, necesitamos un enfoque multifacético y porque no multidimensional. La educación debe ser reformada para enfatizar el pensamiento crítico y la alfabetización mediática, incorporar en sus modelos pedagógicos el componente digital de la mano transversal de áreas como la filosofía, las ciencias sociales y la lectura crítica, el fin es establecer estrategias conjuntas para formar individuos digitalmente responsables no solo de lo que lee sino de lo que va a producir socialmente como agente social de cambio en su entorno. Las plataformas de redes sociales deben asumir una mayor responsabilidad en la moderación del contenido y la promoción de fuentes confiables. Y, a nivel individual, se deben adoptar posturas más activas y críticas hacia la información que consumimos y compartimos.

Para concluir, la sociedad de la ignorancia es un desafío significativo en nuestra era. Aunque la tecnología ha democratizado el acceso a la información, también ha facilitado la difusión de desinformación. A nivel social, es necesario fomentar una cultura de escepticismo saludable y del cuestionamiento, se deben implementar campañas de concienciación que pueden ayudar a educar al público sobre la importancia de verificar la información antes de aceptarla y compartirla. También, los gobiernos están en la obligación de implementar políticas que promuevan la transparencia y la rendición de cuentas en la información pública, esto puede incluir la regulación de las plataformas de redes sociales y la promoción de medios de comunicación independientes y de calidad. Solo a través de estos esfuerzos coordinados se puede esperar construir una sociedad más crítica e informada, capaz de aprovechar el verdadero potencial de la era digital; combatir la ignorancia a través del prisma racional y del conocimiento.

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