NOTAS DESAFINADAS PARA UN BAMBUCARIO

27 noviembre 2020 11:42 pm

Compartir:

NOTAS DESAFINADAS PARA UN BAMBUCARIO

Segunda parte Por Libaniel Marulanda

"Con Tirofijo cruzó senderos, llegando al Pato y al Guayabero"

Si bien el ritmo del bambuco no fue su fuerte, cuando del compendio folclórico se trata, es de obligada referencia el compositor huilense Jorge Villamil Cordovez, cuya obra consiguió posicionarse en el plano internacional a partir del pasillo "Espumas", en la década de los sesenta. De su autoría es también "El barcino", un tema que en su momento llegó a ser macartizado por la derecha colombiana con el argumento de que incitaba a la insurgencia armada por referirse a la historia de un toro que cruzó senderos con Tirofijo, el legendario fundador de las Farc. Con todo, este bambuco sanjuanero es imprescindible en el repertorio fiestero del país. Su persistente presencia en la vitrina de la música nacional demuestra cómo el género del bambuco obtiene mayor trascendencia en la medida en que los arreglos orquestales y la sonoridad instrumental enriquecen y liberan de la naftalina ortodoxa a todo nuestro folclor.

Pedro Morales Pino

"Niegas con él lo que hiciste y mis sospechas te asombran"

El proceso de formalización de un ritmo resulta afectado por diversas fuentes y estilos interpretativos. Al final, quien ejerce como notario de su historia lo que hace es una versión ecléctica. El bambuco ha producido polémicas eternas, fundamentadas en los presuntos desaciertos del eminente maestro Pedro Morales Pino, cometidos en su tarea de verter este aire en una partitura, buscando una configuración rítmica que fuera prototipo. Con los años y la mirada crítica de los entendidos es inocultable que el padre del bambuco incurrió en un error escritural, puesto que le fijó un compás de 3/4 y no de 6/8 al bambuco que sirvió como modelo: "Cuatro preguntas". Entre tanto, el maestro Luis Uribe Bueno declaró que este arquetipo, además de dificultoso, al estar en 3/4 le añade un tiempo de más, lo cual deriva en una especie de "brinquito" rítmico que obliga al cantante a adivinar en dónde debe entrar.

Alberto Upegui fue un musicólogo que, con Carmiña Gallo, su esposa, fundó la revista musical itinerante Las clásicas del amor, donde oficiaba de ameno e ilustrado comentarista. Hace unos años, en Armenia, le oí decir que aquello que es un desfase y que en lo coloquial he descrito como un brinquito, tiene un inimaginable origen: El maestro Pino, al transcribir en una partitura lo que ante su vista aparecía escrito como un puntillo era en realidad… ¡la cagarruta de una cucaracha cartagüeña! No queriendo posar de iluminado académico, negociaré con usted señor lector y dejaremos la cosa en que lo del puntillo, la transcripción y el error en el compás es "un brinquito". Debo anotar sí, que a juicio de la vertiente académica formal, esta traslación de compases termina por castrarle al bambuco su identidad; "el aguaje" como se acostumbra decir en el argot de los músicos de a pie.

Hasta el momento de escribir estos párrafos, ninguno de mis amigos músicos consultados ha desvirtuado la anterior anécdota. Pero, dado el caso de que así no fuera, me remito entonces a otras, menos macondianas pero sí escritas y comprobadas. El centenario Claudio Arrau, pianista chileno de dimensión histórica, estuvo en Colombia hace veinte años. Y atérrense: no pudo tocar bien "Cuatro preguntas" y lo que leyó y trató de interpretar (afirmó Alberto Upegui) no sonaba a bambuco. También refirió que cuando produjo con su esposa el álbum fonográfico "Carmiña canta a Colombia", la Filarmónica de Bogotá había traído un director negro, del sur de Estados Unidos, quien al oír el papa-ra-pa-pa característico preguntó: "¿Por qué le siento un tercer tiempo?" He aquí una prueba de lo afirmado en una entrevista por el ya fallecido musicólogo: lo que era un ritmo binario, el maestro Morales Pino lo convirtió en ritmo terciario.

Eugenio Arellano

"Si piensas que estoy errado, 60 años van de prueba"

Que los buenos bambucos deben ser hechos con una métrica perfecta y versos octosílabos, se dice, aunque esto no es camisa de fuerza que impida crear con otra métrica. Un ejemplo puede ser "Hay que sacar el diablo" (seleccionado como una de las 100 canciones del siglo veinte en Colombia) o "Esta es mi tierra", de Eugenio Arellano. Otras obras de este formidable artista de la dinastía Arellano Becerra están escritas en endecasílabos. Además de abordar la temática social, subvirtiendo la dictadura de la industria disquera, sus composiciones son aceptadas y difundidas en los espacios abiertos a la cultura. Si la cultura no fuera regida por la economía de mercado y no mediara la dictadura del rating y el dulce encanto de la payola, otra de sus creaciones "Hermano guerrillero" sonaría diariamente en este país que necesita a sus voces cantándole a la paz (la canción puede escucharse en internet).

Pedro Jota Ramos

"Que ahí están, esos son los que venden la nación"

Una dura realidad colombiana ha sido la persistencia durante un siglo de la desigualdad y la exclusión del campesino. Aunque duele confesar que la música poco se ha ocupado del problema agrario que el mundo resolvió con el siglo veinte, los compositores nuestros que han puesto su creación en un plano de cuestionamiento, contrapuesto a la visión idílica del entorno, merecen mayor reconocimiento de su gente. Tal es el caso de un tolimense del municipio de Ortega, el maestro Pedro Jota Ramos. Su obra puso contra la pared al establecimiento. Fue notario de Ibagué y entre su producción se destacan tres composiciones: "Vivirás mi Tolima", una guabina, y los bambucos "Dígame por qué, doctor" y "Ora sí entiendo por qué". Este último le costó a Garzón y Collazos, sus intérpretes, la negativa de la expedición de una visa USA. Carlos Orlando Pardo ha escrito esclarecedoras páginas sobre Pedro Jota Ramos.

Continuará…

[email protected]

El Quindiano le recomienda

Anuncio intermedio contenido