NOTAS DESENTONADAS A LA PARRILLA

30 octubre 2020 11:52 pm

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Álvaro Perdomo,

el poeta – cantor y el tango de su vida

Primera parte

Por Libaniel Marulanda

“Soy aquel cantor del arrabal,

jilguero criollo que pulsó

la humilde musa de percal…”

Cadícamo & Cobián

El perro, fiel a su condición, ocho días antes y en un ritual premonitorio comenzó a aullar cada mañana. “Pobre Draco —dijo Estela Salazar— (1), con la vejez le llegó la artritis”. Al cabo de tres días los aullidos matinales del viejo y desdentado perro se convirtieron en otra de las rutinas sonoras del sector del Bosque, concurrido, transitado y sitio tradicional de Armenia que muchos califican de barrio pero que en realidad pertenece al San José.

La casa recién comprada y en plan de remodelación eléctrica, por aquellos días acaparaba todo el tiempo y los sueños de Álvaro Perdomo y Estela Salazar, su mujer. Las instalaciones eléctricas tenían prioridad sobre los otros defectos propios de una casa grande, bien situada pero vieja. Una vez el fluido eléctrico estuviera a punto, la pareja podría realizar tertulias de tango y poesía, al obligado calor de unos tragos, en la compañía del combo de amigos, unos treinta bohemios y algunos jubilados prófugos del licor por los imperativos de años y achaques.

Álvaro Perdomo, como casi todos los cantantes quindianos, desde años antes había comprendido que en la región era de un todo imposible soñar con vivir del arte y ganarse unos pesos con el canto o la declamación. Pero una cosa era comprender y aceptar la realidad económica y otra, muy distinta, abandonar la música y la poesía popular así porque así; no, señor, él tampoco…

Que el tango, el respeto a la palabra, la política como ejercicio intelectual, el gusto por la lectura y en general el arte y la cultura estuvieran arrinconados en la región no tenían para nuestro cantor la suficiente fuerza disuasiva. Por eso las tertulias como afirmación de gustos e ideas presuntamente decadentes.

La compra de nueva residencia de Álvaro y su pareja fue el resultado de una de esas gangas con que tropiezan pocas veces en la vida las personas como él, pésimos negociantes por su naturaleza de artistas. La cosa comenzó por la manifiesta lumpenización del Sur de Armenia, materia prima del mercado de la leída crónica roja cuyabra. La cotidianidad de atracos, robos, escándalos y violencia a la lata, terminaron por angustiar de tal modo al poeta cantor, a su mujer e incluso a Draco, que Álvaro se metió en la inusual tarea de vender su casa. Y como unas son de cal y otras son de arena, pronto la vida le hizo un guiño y de moñona consiguió quién le comprara y quién le vendiera.

Y allí, con el sueño de remodelar puesto sobre ruedas, comenzó para Álvaro Perdomo la recta final que nadie presentía, salvo Draco, un perro viejo, estigmatizado por su condición de Pit Bull y a quien el cariño de los Perdomo, todos a una, lograron extirparle desde cachorro la agresividad genética.

Perteneció Álvaro a la generación de la paradoja, vale decir la de aquellas décadas en que por un lado el Quindío seexpandía en lo económico y por el otro lloraba a sus muertos, merced a la Violencia. Por suerte, un apreciable número de sus habitantes pudo residir y disfrutar del sector en donde confluían las alegrías y el goce pagano por virtud de la emigración valluna y afrodescendiente, cuando aún no se había inventado este eufemismo: el barrio Popular, cercano a la treinta, el Bar Caribe; más hacia el centro el Stop Grill, la carrera dieciocho…

Esa Armenia vital, violenta si se quiere, vibrante, gocetas, sensual, donde florecía la esperanza a la par con el grano de coloración liberal, hizo posible que cientos de músicos se nutrieran de bolero, tango y guaracha; de la Sonora, con el Jefe Daniel, la negra Celia o del Rey del compás, Juan D’Arienzo. Hacia ese tiempo, ese lugar y nuestra generación, siempre apuntará el norte del sentimentario bohemio que trota en cada quindiano.

De Álvaro, a quienes lo conocimos en los últimos veinte años de su periplo vital, se dice que estudió en la Escuela Camilo Torres y que fue compañero de Jorge Eliécer Orozco, seguramente su rival en el canto; el radioperiodista lo bautizó como “Caregato”, un apodo nada ofensivo pero urticante para nuestro tanguero ausente. A pesar de que estudiamos en los colegios San Solano y Rufino Jota Cuervo, trabajamos luego en la misma auditoría de la Contraloría General en Armenia, con dos años de diferencia, solo nos conocimos cuando el destino, en este caso llamémoslo el tango, así lo dispuso, en 1994.

Entonces, la necesidad de darle continuidad a la mayor de mis fuentes de fracasos reiterados y júbilos nocturnos, una agrupación musical encarretada por el tango y con varias décadas a cuestas, Los Muchachos de Antes, permitió que conociera a quien, de lágrima en lágrima, hoy evocamos en estos párrafos transgresores.

Sepa usted, resignado lector, que pese a la prevención inicial que experimenté al comenzar este texto, pese a la obligación tácita de no comprometer la primera persona con esta crónica, las circunstancias particulares que se pasean por la vida de los músicos, me fuerzan a esta altura del relato a tirar por la borda la debida buena conducta narrativa.

abordamos en detalle el cómo, dónde y porqué de la incursión de Álvaro Perdomo en la poesía y la declamación, a la que de manera un tanto peyorativa llamamos hoy popular. Pienso que la radio, con sus espacios dedicados al esparcimiento cultural, igual que a la radioaudiencia quindiana, ejerció una influencia decisiva en su gusto, ya beneficiado por la naturaleza con una voz grave y grata. Es indudable que en su formación inicial como declamador, personajes como Rodrigo Correa Palacio, Juan Caballero yotros, dejaron su impronta. De ahí, de memorizar y darle coherencia gestual a la poesía ajena, a la tarea de hacer sus propios poemas, el paso tal vez debió ser menos tortuoso aunque lo fuera difícil y distinto. Para bien o para mal, su poesía, escasa por cierto, se enrumbó por el estilo del autor del Himno del Quindío, el antioqueño Jorge Robledo Ortiz, conocido en la cofradía intelectual como “El poeta de la Virgen”.

Continuará…

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