La nota de Jota

14 febrero 2018 11:00 pm
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Cómo es de bueno ver el progreso de los pueblos. Los pueblos del Quindío, como la mayoría de los pueblos de Antioquia para abajo, son eso, pueblos, y nosotros nos fuimos acostumbrando a sus calles, balcones, negocios, pasividad, pocos carros, poca gente y hasta pocos negocios, pero el mayor disfrute de esas estadías nuestras era o es la tranquilidad que se percibe en cada una de sus calles y en cada uno de los pasos.

Visitar Jericó o a Jardín o Santafé de Antioquia en Antioquia es una dicha de esas monumentales. Qué placer tan verracamente bueno. Pues bien. Ir a la Unión o a Roldanillo en el Valle es exactamente agradable. Nosotros tenemos en el Quindío a Filandia, municipio que creció sin darnos cuenta y se fue convirtiendo en el lugar para mostrar. Mientras nos ocupábamos viendo las maravillas de Salento que finalmente esas maravillas se quedaron en el valle de Cocora y los balcones de las casas y los negocios artesanales, Filandia se dedicó a hacer restaurantes, a mejorar las casas y negocios, a ampliar sus calles, a embellecer cuadras y a recordar cuanta actividad hay, por ejemplo la Semana Santa en vivo, el paso del Libertador en vivo, el Camino de la Independencia en vivo y muchas otras más.

Se volvió pues este Filandia, sitio obligado para nuestros gustos cualquier día del año.

He sugerido siempre que donde se almuerza no se come el postre, porque si usted come el postre donde almuerza, tiene que regresar a la casa, pues se le acabó el paseo. De ahí que quienes tenemos por costumbre almorzar en los pueblos, salimos a buscar el postre. Y Filandia tiene hoy unos excelentes restaurantes, Helena Adentro y José Fernando, dos sitios espectaculares, dos sitios para referenciar sin pena y para llevar gente sin pena también, de fotografía si se quiere. Y posiblemente ocho restaurantes más ubicados en “la calle del tiempo detenido” que son los que están llenando de carros ese municipio cada semana. Y después a rebuscar el postre. Ahí vamos; algunos están reconvirtiendo sus negocios en esos postres que buscamos y que para decirlo francamente, son los únicos que nos dejan comer las esposas, eso sí, con la condición que les ofrezcamos la mitad. Qué pesar.

Otro atractivo es el negocio de Agustín. En todos los pueblos del mundo hay un negocito que le vende a usted, de todo. Ese negocito está a media cuadra de la plaza, en los bajos de una casa vieja y si usted necesita algo para la casa que no consigue en ninguna parte del mundo, ahí está Agustín. Esa es la versión vieja de los homecenter o de los éxitos. Usted puede ir y eso que no encuentra en ninguna parte, ahí lo verá, eso sí, pidiéndole permiso a los trapeadores, angeos, ollas, tarros, máquinas de moler, trapeadores, canecas para la basura, coladores, parrillas, materos, mangueras y escobas que encuentra apenas pisa la puerta.

Otra de esas novedades de este pueblo, es que en el marco de la plaza hay un puesto de dulces “debidamente administrado por su propietario, Uriel”, que es de una amabilidad sorprendente y si usted necesita viajar a algún municipio o al aeropuerto, este inmediatamente cierra su negocio y prende un carro de transporte de turismo para un excelente viaje a donde usted le indique. Estos pueblos nos muestran unos personajes cuya vida hace penosa la nuestra.

Quería contarles en síntesis, que me produce una gran alegría llegar a Filandia que conocí cuando era un pueblito solo y frío, con el único atractivo de la iglesia abierta para rezar y hoy lo veo con gusto y regusto, cuyo gran atractivo es no poder entrar a los negocios porque están totalmente llenos y porque no hay donde parquear un carro y donde definitivamente para almorzar hay que esperar y esa espera vale la pena porque el postre es el premio y esa visita es obligada en Jahn Café, en el marco de la plaza, diagonal a la alcaldía.

Por último, no soy de Filandia pero si no me echan, me les quedó todos los días.

Vaya pues mi gusto y satisfacción saludar desde estas líneas con este comentario parroquial a los responsables de estos buenos sucesos, Jahn Milian y Rigoberto y familia, Riquelio y familia, Óscar William, el notario Gerardo Nossa, Katherine García en el hostal de la plaza, el hostal de la familia Gaitán, a los huevos del campo los más grandes del departamento, o el queso dos cuadras más abajo del restaurante de pescado, y cerca de 50 amigos más de varios municipios que cogimos el sabroso vicio de ir cada semana a visitar a 100 amigos más de Filandia que hemos conseguido en esta oleada de turismo que nos presentó a este municipio en la edad más atractiva para visitarla como nos tocaba visitar a las novias hace cien años, “cada ocho días, eso sí, sin falta”.

 

 

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