Trata de ser siempre el futuro confortable del pasado, para que algún día logres disfrutar el presente.
Todo pesimista es hombre castrado de su gracia de haber sido alguien con un poco más de imaginación.
La felicidad verdadera se encarna en una saudade.
Cuando las circunstancias son adversas, me sobrepongo ante mí mismo y triunfo sobre mi yo caído.
Me agradan las noches largas llenas de insomnio, porque en ellas soy rey de mi soledad. Le temo a la prontitud del amanecer, porque en su inmediatez soy esclavo de la cosmovisión.
Me da temor creer en un Dios en estado moribundo. ¿Por qué? Porque esto derrumbaría mi tesis de que ser cínico es un acto elevable a la categoría de arte.
Los amigos indeseables son aquellos de los cuales nunca aprendo nada.
“Hoy” es el día único que se debe vivir con suma importancia todos los días.
Miopía existencial vive el hombre que no comprende la felicidad.
La muerte de un hombre grandioso no se siente. Se le admira, viviendo a la luz de su obra.
Todo vicio inmortaliza la miseria.
El hombre interesado mide su propia “grandeza”, a través de las utilidades que otra persona puede aportarle.
Si yo valgo de acuerdo con lo que sé, entonces mi ser no vale nada.
No conozco algo más impresionante y digno de vivir que el acontecer.
En la vida no hay nada importante. Solo la vida misma.
En el mar, el agua dulce igual a un espejismo.
Deja que el estado de lucidez demuestre al hipócrita que no eres virgen.
Cuántos puntos y comas se necesitan para perfeccionar la dicción del loro.
Quien esté libre de pecado que no arroje la primera piedra, porque de él depende el roto del vidrio de la ventana paralela a mi casa.
Ten la sabiduría de no destapar la olla del Quindío, antes de saber quién será el primero en olfatear este sancocho prehistórico.
Suplica para que los sacerdotes de la época de Jesucristo no te excomulguen, por no lavar la loza del desayuno esta mañana.
De vez en cuando es bueno aplaudir por nada, ponderar la existencia del zancudo.
Sobre la cabeza del moribundo, un buitre imposible de ver a simple vista embosca su futuro.
Cien pájaros sostenidos en una sola mano, igual que un ramo de flores pronto a volar.
Un pájaro en el aire y otros cien volando: Ciento un pájaros y ninguna mano.
Me agarro de mi propia orina como hiedra que sirve para cruzar el muro de mi sangre.
Latón que atraviesa el alma del aire dando goznes de viento podrido.
Guarda con cuidado el rocío, no sea que en alguna época te falte para cubrirte de lluvia.
El beso mentiroso que hace años me diste en el oído, aún zumba como mosca en mis entrañas.
“VERSÍCULOS DEL DEMONIO”, los lee el poeta en el templo de los daimones, escuchándolo en un mismo instante Pitágoras, Homero, Sócrates, Jesús de Nazaret, Aristóteles, la rana de Basho, el dinosaurio de Monterroso, el escarabajo de Kafka, la hormiga mascota de Senegal, mi padre, mi madre ya muertos, yo con mis siete hijos fantasmas, que sueltan la carcajada, porque sólo ellos saben la respuesta del por qué las bicicletas blancas.