El único mandamiento que debe cumplir el hombre es el de ir al encuentro consigo mismo.
Vivir la experiencia de la felicidad que nos entrega cada día, es tener buen criterio de la muerte.
Soy la orilla del centro, espacio único que ocupa la vida.
Todo ser humano debe ser su propia casa, con límites hacia lo universal.
Cuando dialogues contigo mismo, depura tu conciencia a la orilla de las obsesiones.
Ante este costumbrismo que nos ha enseñado el sicariato, se vuelve demasiado impresionante observar un revólver sin uso.
El silencio del sabio hace dúo con el canto del pájaro.
¡Aprendo o aprendo!, porque todos mis sentidos consisten en aprender.
No te preocupes por el futuro; cada quien lo conquista a través de su propio cadáver, llegaremos a ser un gran príncipe en el trono de la nada.
Vives con dignidad, cuando te compenetras con el asombro de la existencia.
Gánate el derecho de morir con dignidad, viviendo para el encuentro contigo mismo.
Aprendemos de memoria la verdad de la muerte solo exponiéndola a la experiencia de nuestro propio cuerpo.
Si los muertos regresaran, ya existiría el sicariato para fantasmas.
De nada valdría la fama si el reflejo de sí mismo no existiera.
Busca solo personas de las cuales puedas aprender, mas no aquellos acumuladores de filosofías y conocimientos absurdos. Ve tras de aquel entendedor de aconteceres y aprenderás que cada instante es un sublime amanecer, digno para el atardecer que promulgan tus años.
Ocupa el tiempo que pertenece al vuelo de mariposas invisibles en el ocio.
Mis pasos bogan calles entre el aguacero que es otra calle.
Mi sombra estornuda importunando la junta de sombras al pie del árbol genealógico.
Hojas que mecen el viento en verde viento.
La lombriz en el pico de la gallina, mientras la vida sigue su camino.
Las farolas encendidas diluvian estrellas, en este milenio de sol y lluvia.
La flor descifra el misterioso vuelo del colibrí.
A las nueve de la mañana de un ayer desemboca la certeza del tiempo.
El néctar al compás del revoloteo.
Alberga ballenas en el acuario de tu dormitorio.
Que el filo de tu navaja no rebane la luz de las luciérnagas.
En el infierno también podremos comer cordero a medio asar. No te lo pierdas.
Que el polvo de tu polvo eres se convierta en léxico desempolvado.
Ensalma tu vida con aceite de luna llena.
En el acero de la jaula converge el cero a la izquierda, que se empluma al cuidado de la gallina de los huevos de oro.
Deja que la mujer centenaria copule con sus recuerdos.