Desentrañismos

4 febrero 2018 8:24 am
Compartir:

Purulentas esperanzas excreta la hambruna.

Adherirle al presagio la pesadilla de luciérnagas desahuciadas.

Zancudos reflejando sangre en el recuadro sin espejo.

De la caja de Pandora alza vuelo el pájaro de mal agüero, pronto a guiar la jornada del pesimista.

Oración: Jueves de ayer. Domingo para mañana. Miércoles de siempre. Martes singular ante un lunes capaz de reflejarme la semana sin viernes, sin sábado. Amén.

Ahorcarse o degollarse, no sin antes darle respiro a la muerte que acecha.

Como acto de humanidad, instruir veterinarios para sanar zancudos enfermos de anemia.

Desde su esencia antropológica, la naturaleza es elitista…

Siento agorafobia entre el aire que respira la mediocridad.

Perdono a los arribistas por yo no pertenecer a su pompa estúpida.

Desde hace cuarenta y ocho años escribo para la verticidad del viento.

La necedad es infraestructura de la apariencia.

Instaurar el 501 junto al encendido senil del árbol caído.

Objeta inteligencias perversas en detrimento del coeficiente maquiavélico.

Mundo que gravita en la estupidez ¡Sin embargo hay más estúpidos que estupideces!

Corderos bajo la luna llena. Lobos aterrorizados ante los balidos de la luna llena.

Amores como esquelas en blanco, blanco plastificado de amor.

El Arlequín escogió morir de risa. Dadivoso con el juez quien no tuvo que infligirle una muerte menos empalagosa, que le hiciera llorar…

El deseo fraguado solo en deseo, mientras se empeña en ocultar su impotente existir.

Milagrosa hazaña poética ser dichoso, en este mundo de proezas antipoéticas.

Tomo el partido del silencio. La grandilocuencia la dejo a fanáticos de ellos mismos.

Una bagatela es la verbosidad.

Con cuánta demora se dio el paso final sobre la luna.

Muertos en las nubes, carne adobada con cambios climáticos, prontos a ser ingeridos por gallinazos del siglo, junto al humo del cigarrillo.

Conversaciones relamidas, con matiz de ahogados río arriba.

La amistad no tiene periferias de solo amigos.

Cada quien vive en el penúltimo rincón del universo.

Voltear la mirada hacia la profundidad del aire que nos rodea, mientras ellos hablan sin argumento alguno.

Vuelo siempre el vuelo, como subordinado del ventilador prendido.

Personas que se sientan en la palabra, vocablos que se vuelven léxico muerto, hasta que el mutismo del oyente olfatea la mortecina verborréica.

Pupitres para ojos cansados.

Reseñar gritos y blasfemias en el escalofrío y la torpeza de haber nacido.

Antología de sombras proyectadas por el ojo de la aguja, por donde pasan camellos con tesoros y el muerto a cuestas.

Toda religión fluctúa a su Dios en la bolsa de valores.

Los prejuicios iluminan, con luz mortecina, la sociedad execrable.

Lo único rescatable de la religión es no hacer mal a nadie, el resto de su parafernalia es falacia ostentando el escudo de la verdad.

Insoportable todo aquel que presuma de ser nadie.

El Quindiano le recomienda