El concepto de la existencia o no existencia de un Dios es subjetivo. Ninguno de los dos extremos tiene la razón. Propongo una tercera premisa, la cual es objetiva, no propensa al catarro de la corriente idealista ni a la ilación florida del materialismo: Si Dios existe, déjalo que se baste a sí mismo con su alarde de ser Dios. Si Dios no existe, carcajéate de esta broma pesada que te hicieron pasar los bribones de la fe, sátrapas de la espiritualidad como también los ladinos del ateísmo, filisteos de la negación. De ningún modo te atormentes, trata siempre de actuar lo mejor posible, el resto es cacofonía del pensamiento del todo y la nada. Dios existe, Dios no existe…estupidez que vertebra este mundo en una compleja sinrazón, especulaciones respecto a una hipótesis imposible de resolver, que la zanjan los dogmáticos a su manera o los ateos con su infalibilidad antirreligiosa, nada más allá del subterfugio, de un contraataque bilateral, que termina en una discusión bizantina.
Arrojar silencios contra el decir árido de inteligencia.
Cierran la ventana del atardecer, en el cuarto cometen incesto sombras de un ayer remoto con sombras filtradas por el pensamiento del devenir.
Ser objetivo, confiscar un flanco de azul a nuestra abstracción, de inmediato verterlo en una gota de lodo del juicio, para luego expresar el cielo cristalino del fango mental de uno mismo.
Caos campante como simiente maniquea.
Escribir es arquitectura cerebral. Abastecer o eliminar ladrillos del lenguaje. Incitar o impedir la palabra. Hay andenes que se desploman y construcciones para la posteridad. Argamasa desechable o arte inmortal de la construcción literaria.
Un Dios genuino que se pueda introducir en el grano de una mostaza.
La vida llega hasta el vacío de sí misma.
Fanatismo: diarrea de la inteligencia.
Jesucristo es un damnificado más de la manipulación espiritual de la religión.
A los simuladores de burgueses se les tranca la migaja, antes de comerse el pastel.
Si las horas tristes sirvieran de levadura sublime para producir pan eterno, digno de remojo en vino único, para darle a consumir al hombre afligido.
El gen del mal permanece exhibiendo su pornográfico acontecer.
Trata de bosquejar a Dios como un acto erótico, pincélalo como obra de arte. De por sí todo arte es erótico porque el artista siempre masturba su alma, arroja semen espiritual a través de su obra.
El humor inteligente es seriedad suprema.
Diluir el SER de cada quien en un tubo de ensayo, observarle su dialéctica absurda sobre el bien y el mal, batir esta enzima junto a un espejo, luego sonreírle a la nada.
Azuzar el milagro, darle vuelta a la tuerca, desbarajustar su andamio, obligar al milagrero poner los pies sobre la tierra, para que reciba su castigo de embaucador.
Mejor domestiquen loros para que escuchen su pesada locuacidad.
Levántale al aire la falda y respira la más sagrada concupiscencia.
Pela uvas, desnuda la vida, desabriga la intimidad de la noche, zarandea, con urgencia, tenebrosidades paralelas al olvido, antes de ver sucumbir el rocío en los galimatías del amarillo, donde se fractura la luna.
La jáquima, en el sueño, se enlaza con el viento y no dejan caer al jinete embriagado.
Semen cosmológico en cada palabra que escribo.
La mañana palaciega, digna de ser parte de una noche de murciélagos.
Hedonismo al andar, como máxima complacencia de la Patasola.
Observar virulento respecto al jactancioso que, cada instante de su vida, allana su “polvo eres”.
Seres humanos vanidosos que sucumben en la ridiculez, dando saltos cuánticos de roedores a pavos reales desplumados.