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Desentrañismos

3 junio 2018 2:34 pm
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Los moralistas son indiferentes con la caída de las hojas secas; padecen de ceguera ante la belleza que deja entrever el árbol desnudo.

Soy optimista ante mis tinieblas, las posibilidades las visto con traje de sol.

¡Qué gran virtud es el olvido, luego de una esperanza realizada!

A quien no cultive el presente, su futuro se le transforma en el ancestro carcomido de sí mismo.

El mentiroso es lengua afilada que habla desde la madera de la verdad, el ripio de la verdad.

Para el que le guste ser adulado, la zalamería proveniente del hipócrita es adagio justo de la sinceridad.

Con facilidad podemos adivinar dentro del abdomen de la pobreza, un corazón angustiado.

Todo aquel que se identifica con la naturaleza, escucha el color; ve el sonido, palpa el aire; es decir, se vuelve etéreo en sus vivencias.

Nada me ayuda a vivir mejor que la vida misma.

¡Pobre de mí cundo nació mi madre! dijo la premonición del pesimista…

El feminismo no pasa de ser más que el cerebro de la mujer convulsionado de machismo. El machismo, una mujer histérica que se despierta en el corazón del hombre.

Con dudas pienso en el signo de interrogación, como si fuese un pleonasmo de cielo y tierra, rondando mi sangre que converge en latitudes de la zozobra.

Todos sabían que la puerta estaba abierta, menos el ladrón que entró.

En cada borde un cascarón protegiendo el huevo filosofal.

Nadie más en el umbral de la granadilla, los labios se fueron a reposar sus roces.

Lágrimas inundadas de ojos que miran hacia la dormidera.

Hay que estar alerta a nada.

Voltea el pantalón que acabas de quitarte, ahí encontrarás la ciudad dorada con sus jergas, sus lluvias, el polvo endurecido de oro, el inmarcesible rumor de las sombras, tigres y zopilotes rondando la llegada del primer forastero. Voltéalo de nuevo, no sin antes ponerte un traje blindado que te salve de flechas venenosas.

La bala perdida solicita la dirección del cráneo.

Con la escoba de Francisco de Asís barro el polvo interestelar que cubre la iglesia real de Cristo, la que no ha erigido el hombre ante sí mismo.

Que el ojo de la aguja prosiga su camino, en busca del espejismo del camello.

El alquimista que transmutó el quintal de oro en un huevo, celebra con sancocho de gallina.

Ironías metafísicas donde resbala Dios.

Para demostrar que la nada existe, basta con observar el espacio que ocupa la mediocridad.

Desde el primitivismo, todo hombre reflexivo ha sido un modernista de la inteligencia humana.

Si hubiésemos sido ovíparos, la peste sería un gran recurso contra el “cacareo”.

La gran aptitud de los padres imbéciles ha sido la de engendrar su esencia a través de sus hijos. Es por esto, que demasiada humanidad se convierte en hermanos de espíritu, de nuestros primitivos abuelos.

Las arrugas formadas en nuestro cuerpo, son profecías axiomáticas que el tiempo nos divulga desde el vientre recién concebido.

Luchar contra uno mismo, contra los malestares espirituales, contra el miedo pueril que subyace entre los muros de nuestra sangre, de instante en instante…que lo efímero de la vida apremia.

Parece ser que las palabras están hechas de cosas, como una casa poblada de alaridos…

El megalómano es criterio del resentimiento de su vaciedad humana.

La muerte es el “pero” helado, misterioso y profundo de la existencia.

Los suicidas murieron, no de su muerte, sino de la fatiga de sus esperanzas.

Si el desnudo es inmoral, entonces somos pecadores vestidos.

El hombre que habla bien de sí mismo es un cornudo de sus propias imbecilidades.

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