Por: Carlos Alberto Agudelo Arcila
En ocasiones me toca soportar el presunto Dios de las iglesias, igual como lo hago con una pandemia. Por esto me coloco el bozal objetivo de la existencia. Soy indiferente a mandatos sacerdotales y a este todopoderoso, semejante a un Supermán adicto a la kriptonita, impotente y sin poder hacer nada por el sufrimiento que azota nuestro planeta. Vivo con intensidad la vida, gozo el agua serena, desbordo mis sentidos en el barrizal. Juego con el demonio interno que habita en mí, tomo tinto con él, gozo, me desvelo, invito al puritano a darle son a su recóndita lujuria. Me convierto en “Zorba el Buda”. Voy a plazas del orbe a olfatear la nada, en el plato donde jamás se sirve el pan nuestro de cada día. Canto, bailo, permanezco impasible frente al husmear hipócrita de los moralistas. Soy sensible, exaltado, le husmeo mundos paralelos a la sombra que soy, no me importa “amar a Dios sobre todas las cosas del mundo”. Venero la semilla, el fruto, la flor, el zumo, la savia, el cristalino en la cuenca de mis manos. Me excita el resplandor del fósforo, que me guía entre la noche desnuda de mujeres bellas. Me conmueve la vida sin esperanza alguna, sin un alguien, verdadero y justo, que le limpie la llaga del día a día. Iglesias, lenocinio de la espiritualidad.
Óvulos y espermatozoides en caza del sexo frustrado.
Naufragan besos inocentes en mar de la saliva.
Teórico de la existencia desarrolla libre albedrío de no sentir sed, de no acogerse a las leyes estomacales, de evitar ver la realidad catastrófica. En la práctica de vida, bebe litros de agua, consume medicamentos contra la diarrea y usa cantidades de pañuelos para secar sus lágrimas.
Me falta una palabra para escribir la novela más corta.
Salvajes contra salvajes, encarna la raza humana en el escenario de su acontecer.
Crear un vocablo capaz de descifrar cualquier verdad, ser testigo de sus firmezas, confrontaciones, equilibrios, por último verlo vivificar el milagro de la revelación, esto es escribir con conciencia.
La H requiere, de urgencia, sicoanálisis.
En dos partes se detiene el tiempo: en la piedra y en la mediocridad.
Ciprés se eleva hasta la frontera del “infierno”, para dar albergue a las almas malévolas.
En lo hondo de cada quien hay una superficie desértica o florecida. En sí somos paisajistas, que damos vida o muerte a la hondura de nosotros mismos.
Una palabra tuya bastará para yo escribir en mi memoria no sé qué.
El espíritu enérgico hace de la verdad su única alternativa.
Días de nunca acabar se encabritan de plumaje negro, por medio de destinos inciertos.
Cuando la religión se acondiciona a la política, o la política termina siendo transversal a la religión, este actuar calculador putrefacta religión y política.
La democracia, en países subdesarrollados, es ladrido que traduce “aquí hay gato encerrado”.
Deposita en la bodega del anochecer el jadeo del día, entretanto se pronostica el mañana, que la imaginación hilvana con hilo quimérico.
Desde mi niñez aprendí la alegría de ser lector, de vivir con intensidad el arte de escribir. Por esto la cuarentena no me asola, ni me pone de rodillas ante un sicólogo o en el diván del siquiatra.
Poética de la pasión: Al fin así…
El entorno solo lo alcanza a visualizar, de manera genuina, quien tiene despierta su capacidad de asombro, el decantador del hecho y la palabra misma.
Cuando escribo poesía surreal no me importa el dónde, ni por qué, nunca respuesta alguna y tampoco la exactitud, a no ser que sea surreal.